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INKORRUPTIBLES. Misceláneas sociopolíticas

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FUNCIONAMIENTO DE LAS MAQUILAS EN EL CASO MEXICANO [VII] - Juan Labiaguerre

En simultaneidad con la crisis desatada en 2008, que afectó obviamente al sector maquilero en México, los inversores extranjeros desplegaron una nueva lógica de reconfiguración ocupacional: procuraron mitigar dicha grave coyuntura acotando la mano de obra contratada, mediante la reconversión de las “relaciones socioindustriales”, y potenciando la degradación de las condiciones laborales en general.

Llama la atención la carencia de reacciones del personal explotado de esa manera, y frente a los despidos masivos, aunque debiera ponderarse el peso de los convencionales factores socioculturales, internalizados colectiva y subjetivamente, típicos de ese segmento de la población económicamente activa. Sin embargo, sería precisa en la actualidad la relativización de esa inacción, teniendo en cuenta los incipientes movimientos de respuesta obrera creciente desde 2015/2016, respectivamente. Ellos reflejan una módica transformación de la “conciencia de clase”, aun restringida a un grupo minúsculo de firma maquiladoras.

En forma similar a las modificaciones de los modos socioproductivos prevalecientes en la etapa sustitutiva de importaciones, también variaron ulteriormente las características y perfiles de los operarios industriales y de los servicios durante la fase des-reguladora. En principio, debido a que en los establecimientos fabriles “modernos” se tomaron asalariados no procedentes del ámbito de la substitución de importaciones, los cuales habían trabajado únicamente bajo condiciones flexibles.

Mientras tanto, en las plantas “reconfiguradas” operativamente, preexistentes aun antes de la década de los  ochentas, los/as obrero/as empleados en la época sustitutiva resultaron, de manera gradualmente progresiva, reemplazados por mano de obra correspondiente a franjas etarias inferiores, “en las mismas condiciones que los primeros (por recorte de personal o jubilación)”. La distinción saliente entre ambos colectivos laborales radicaría en el caso de haber tenido predicamento organizaciones sindicales relativamente poderosas, que lograron preservar ciertas protecciones parciales en el transcurso del “pleno período neoliberal, como el Sindicato Mexicano de Electricistas hasta antes de su cuestionamiento actual"1.

Ya bastante avanzado el siglo XXI, se consolidó una clase obrera mexicana claramente distinguible con respecto a la típica del período sustitutivo, la cual experimenta -muy desfavorablemente- grados superiores de flexibilización ocupacional, con retribuciones salariales todavía más depreciadas, junto a una mayor inestabilidad de las inserciones laborales. Cabe apuntar que, en gran medida, la actual población económicamente activa del país solo vivenció las condiciones de trabajo generales inherentes a la etapa de apogeo neoliberal.

El paradigma económico del neoliberalismo, de carácter “manufacturero-exportador”, a escala globalizada abarca “submodelos” diferentes, al interior de la esfera productiva propiamente dicha, ya que en naciones como la Argentina, en forma parcial Brasil, Chile, y Colombia, el modelo ha tenido en su centro el sector primario -carne, café, soja, minerales, fruta-. Por otro lado, en otros países el eje propio de sus submodelos resultó esencialmente el desarrollo de la rama de actividad terciaria de servicios. Puntualmente, en México y la región “maquiladora” centroamericana, junto a la zona del sudeste de Asia, fue el sector manufacturero el vinculado estrecha y prioritariamente al funcionamiento del encadenamiento internacional de valor2.

La conceptualización acerca del “modelo manufacturero exportador” se elaboró a partir de la década de los años ochentas3, refiriéndose a la modalidad a través de la cual un segmento del sector secundario de la economía fue inclinado en dirección a la actividad exportadora. Sin embargo, posteriormente devino necesaria la precisión de aquella noción; en términos fácticos, la implementación de ese modelo se erigió en el sector fundamental de las exportaciones mexicanas en su conjunto, incluyendo a la rama petrolífera, alcanzó una cifra proporcional tope cercana al 90%, mientras que la industria maquilera -dentro del sector- aportó, ocasionalmente, guarismos superiores a la mitad del total nacional exportado.

Asimismo, corresponde destacar que el impacto manufacturero en la producción exportadora no se reflejó en la creación de fuentes de trabajo, como tampoco lo hizo en la evolución del Producto Interno Bruto [PIB] de México. Al respecto, considerando el empleo total, el correspondiente a la manufactura no superó el 30% en ninguna instancia, y con relación al PIB el pertinente a este sector alcanzó un máximo de solo el 22%. Por otra parte, los indicadores de crecimiento de la manufactura (1990/2010) presentaron una gran irregularidad, y lo mismo aconteció con la tasa del PIB: dichas variables reflejaron las derivaciones de la coyuntura crítica del año 1995, del comienzo de la crisis contemporánea en 2001-2002, y la desatada fuertemente a partir de mediados de 2008. Además, pese a posibilitar la captación de divisas debidas a las exportaciones, la balanza comercial en México es deficitaria como consecuencia de la magnitud relevante de la importación de insumos y componentes4.

En el sentido previamente señalado, y monitoreando la “trayectoria del crecimiento del PIB manufacturero entre 1994 y 2009”, resalta su recorrido muy tambaleante, la caída superior al 8% en 1995, el incremento sostenido del guarismo hasta el año 2000, otro retroceso al despertar del presente siglo, con una recuperación parcial antes del hundimiento del 2009. Tal oscilación se ve reflejada, consecuentemente, en “las tasas de crecimiento del índice de volumen físico de la producción manufacturera…”5.

La ideología capitalista alcanzó en la región un rol hegemónico de gran relevancia, al instalar un escenario hipotético falaz -simbólicamente arraigado- donde el cumplimiento de la legislación  laboral en este sistema sería respetado a rajatabla. En mayor medida que reivindicar los derechos del trabajo, a través de la realización de convenios colectivos, negociaciones paritarias y fijación de salarios mínimos, entre otros, los/as operarios/as contestatarios/as bregan, fundamentalmente, por percibir una paga, incluso muy reducida, y alcanzar la concreción de un medio-ambiente menos precario y degradante, morigerando a su vez las actitudes despóticas de los encargados. Esos/as operarios/as suelen someterse a los dictados de los capitales invertidos en maquiladoras, que les impone un marco laboral de facto careciente de derechos elementales. Frente a esa circunstancia, la única alternativa viable existente consiste en aceptar una humillante remuneración salarial, procurando acceder a un hábitat ocupacional un poco menos pernicioso -en variados aspectos físicos y psíquicos- que el clima sistemático prevaleciente en tales establecimientos, al aminorar “el acoso y el hostigamiento laborales por parte de la cadena de mando del capital”6.

Debido a esa enorme disparidad de fuerzas en perjuicio del personal ocupado, no habría otra salida para los/as operarios/as de las maquilas que entablar una estrecha unión con la “cadena de mando” de la firma. Por lo tanto se manifiesta solo una incipiente, y acotada, acción colectiva o sindical; además, entre los segmentos de mano de obra inmigrante existe una resistencia hacia las actividades gremiales, ya que las mismas “amenazarían” sus fuentes laborales, criterio por el cual ese posicionamiento es funcional a la difusión de los discursos empresariales antisindicales7.

No obstante, la actitud precitada no significa que el conjunto de “relaciones industriales” se halle imbuido de una armonía de los trabajadores con el capital empleador. Por el contrario, la conflictividad de los/as obreros/as con respecto a la patronal subsisten en la convivencia diaria en las plantas fabriles. Continúa proliferando el inconformismo frente a la intensificación de la cadencia productiva, que potencia las tareas alienantes y repetitivos; también son relativamente frecuentes las reacciones ante el “despotismo de jefes y supervisores”. En este contexto tuvieron lugar protestas masivas -por ejemplo en Foxconn, durante 2010, “cuando todo un turno de trabajo se rebeló contra el intento de la empresa para que continuaran trabajando de corrido, sin poder regresar a sus casas en la noche, por la falta de transporte, por lo cual se amotinaron y quemaron la cafetería de la empresa”8.

En consecuencia, los antagonismos internos en las industrias maquiladoras existen, pese a que los estallidos o luchas colectivos no abundaron en demasía, al menos hasta 2015 en este año se desataron varios reclamos colectivos9. Por ende, una componente decisiva y específica  del régimen productivo en los “talleres del sudor” de referencia consiste en que la emergencia y vigencia del conflicto laboral tiene lugar en los microespacios de las relaciones productivas cotidianas, en donde se encuentran, día con día, los programas de trabajo de las empresas, las prácticas de supervisión y vigilancia sobre la fuerza de trabajo y los afanes por parte de núcleos de obreros por construir un medio ambiente de trabajo menos violento y menos tóxico, ante la unilateralidad del poder empresarial10.

Por otro lado, tal como se indicó anteriormente, la balanza comercial de la industria maquiladora desde inicios del siglo sufrió un déficit creciente, aun con oscilaciones; en el transcurrir de 2009 cayó aquel indicador, en tanto consecuencia de la crisis económica internacional desatada el año precedente, que determinó la contracción productiva del sector secundario. Ello obedeció, también, a la insuficiencia de la economía mexicana a fin de proveerse autónomamente de la cantidad adecuada de insumos, de origen local, destinados a esta rama de actividad y a las estrategias planetarias de las megacorporaciones, alusivas a las decisiones “globales” sobre las conexiones del encadenamiento productivo mundial11.

Al margen de que la manufactura experimentó en México varios años marcados por un incremento productivo anual considerable, la participación de la misma teniendo en cuenta el PIB en su totalidad no superó el 22% de éste en el 2000. El sector terciario representa el mayor porcentual de ese mismo PIB12 al tiempo que en el lapso transcurrido del siglo XXI decreció notablemente la proporción de la producción manufacturera en dicho producido general.

Alternativamente, si se estima el conjunto de exportaciones totales, el porcentaje referido al sector secundario continúa equivaliendo a un porcentaje muy elevado hasta tiempos recientes, incluso en 2009, pero logró su “techo” en el año 2001 y, a posteriori, disminuyó de manera leve, esto es, “sigue siendo cierto que la capacidad exportadora del país ha dependido de la manufactura desde el inicio de los años noventas”13.

No obstante lo precitado, tal potencial exportador sectorial no resulta correspondido  por una consecuente con capacidad de creación de puestos laborales, dado que la proporción del personal empleado en la manufactura, en referencia al conjunto de la población activa ocupada, equivale a una cifra considerablemente menor a los porcentuales de la producción exportada: como máximo alcanzó el 30% en 2000, y posteriormente disminuyó en forma notable. A lo largo del año 2009 “llegó a caer 13% con respecto del 2007 y en los meses del 2010 se ha recuperado pero se encuentra muy lejos de su punto máximo en esta década”14.

En alusión a la rama de actividad automotriz, un estudio ya clásico -que data de hace casi medio siglo-, fue elaborado por Goldthorpe y Lockwood, sobre el trabajo industrial y la relación subjetiva con respecto al cual se estableció por parte de los operarios implicados. Pueden señalarse algunas similitudes con la labor productiva en las maquilas mexicanas juarenses: las condiciones materiales que experimentaba el personal en las plantas armadoras resultaban, en general, de carácter enajenante.

De acuerdo a la antedicho, en ambas instancias se llevan a cabo intensas jornadas laborales, la supervisión de las tareas resulta despóticamente personalizadas, los trabajadores operan en un microclima invadido de ruidos nocivos, temperaturas elevadas y riesgos a la salud en todo momento. Asimismo, la fragmentación al máximo de la rutina productiva genera un sensaciones de monotonía que potencia la alienación que conlleva la actividad. Habría que indagar los motivos por los cuales el personal de esos establecimientos fabriles, con asiduidad “se sienten afortunados con su empleo”, más allá de que hace cinco décadas la problemática de la desocupación no representaba una preocupación tan acuciante…

La resolución a tal enigma no radicaría en la esfera productivamente per se, sino  en el marco extralaboral: se percibió en esos operarios una especie de “orientación instrumental hacia el trabajo”, es decir que la realización de sus funciones ocupacionales no implicaba para ellos un ámbito de expresión social o de desarrollo de sus capacidades y potencialidades, sino que mediante la relación salarial esos obreros y sus familias podían obtener cierta satisfacción en otro terreno: el del consumo15.

Determinadas declaraciones del plantel operario maquilero de Ciudad Juárez presentan cierta semejanza con explicaciones homólogas a “la orientación instrumental hacia el trabajo”, actitud aparentemente habitual, más allá de que la conflictividad capital/trabajo siempre subyacente, aunque de modo acotado a algunos eventos no demasiado numerosos.

Aquella orientación instrumental deviene clave en el funcionamiento de las maquilas en México, factor vinculado a los niveles remunerativos salariales y a la consiguiente capacidad de acceso a algún grado de consumo. Por supuesto que no resultan asimilables los estándares económicos de vida de la población activa característicos de fines del “Estado de Bienestar”, cuando se encontraban aun vigentes el empleo típicamente fordista, políticas keynesianas, y la masividad de los “trabajadores de la abundancia” [the affluent worker], con el personal maquilero  juarense.

Al margen de la aclaración precedente, esa orientación se pone en práctica en las maquilas a través de una modalidad diferenciadamente peculiar: habitualmente los operarios de estas plantas argumenta que “la vigencia de un contrato de trabajo va acompañado de algunos elementos de certidumbre para el obreros y su familia, tales como la regularidad de un ingreso económico -mínimo, limitado, pero seguro-, el acceso a ciertas prestaciones no económicas o -el argumento que se reitera con mayor frecuencia- el alivio que representa el poder acceder a los servicios de salud (IMSS) en caso de una contingencia personal o familiar”16.

Si bien existen elementos de cálculo racional en la dinámica aludida, la orientación hacia el trabajo, la subjetividad emanada de la experiencia productiva e, incluso, la cultura laboral resultante no se agotan ni son el producto de una lógica racional. Por el contrario, la propia racionalidad de los actores se encuentra sujeta o “acotada” por las condiciones contextuales en las cuales juegan un papel muy relevante tanto las instituciones como las prácticas generalizadas en el espacio laboral17.

Existe la posibilidad dificultosa de acceso a préstamos destinados a viviendas por parte de los obreros de las maquilas, mediante el sistema “Infonavit”, créditos fuera del alcance de una gran proporción de trabajadores, debido a las exigencias para concederlos, Igualmente a quienes logran tal financiamiento les representa un gran sacrificio, dadas las remuneraciones -de por sí muy reducidas- aun más minimizadas por los descuentos semanales aplicados en las operaciones al respecto

 En cuanto a la “profundización de la reestructuración laboral y su impacto entre las y los obreros”, en años recientes, la maquila  juarense vio crecer una modalidad de subcontratación y outsourcing, lo cual no es nuevo18. Es cada vez más frecuente que el acceso al empleo maquilador esté “triangulado” por la intervención de agencias de colocación que contratan a los obreros en un esquema que desliga a las empresas maquiladoras de un conjunto de obligaciones19.

Del modo precitado resultó extendida una nueva forma de relaciones productivas, ya que “la relación laboral clásica implica la participación de sólo dos sujetos: el empleador y el obrero. En la actualidad, existen las dos partes, pero también hay vínculos más complejos que implican a una tercera parte (que son los subcontratistas) y surge lo que podría llamarse una relación triangular que en la mayoría de los casos se utiliza para evadir obligaciones por parte de los empleadores y disminuir o dejar a los obreros sin la protección social y económica a que tienen derecho”20.

Dicho tipo de subcontratación alcanzó su pleno apogeo cuando se legalizó mediante la reforma laboral mexicana de 2012, a pesar que existiera desde hacía varias décadas atrás; las retribuciones ocupacionales de los/as trabajadores/as comprendidos bajo esta modalidad se hallaban compuestas por una serie estímulos o “bonos”. Previamente a la crisis económica internacional que afectó al sector maquilador, aquellos percibían tales ingresos bajo conceptos de variada especie, verbigracia asistencia, puntualidad, etcétera.

Desde el año 2002 habían aminorado los tipos e importes de los mencionados bonos, por lo cual los ingresos de los operarios remunerados con ellos se derrumbaron; en la actualidad la mayor parte de esa mano de obra, denominada operadores, percibe aproximadamente $ 500 semanales, más allá de que la Asociación de Maquiladoras de Ciudad Juárez haya señalado, hacia 2015, salarios de mayor volumen21. A comienzos de la segunda década de la centuria actual, los pagos remunerativos a los obreros maquileros juarenses resultaban notablemente reducidos; al margen de las reducciones a los mismos en materia impositiva, quitas complementarias eventualmente obedecieron al descuento semanal -ya señalado- por cuotas crediticias inmobiliarias del Infonavit22.

Las prestaciones del personal de los “talleres del sudor” se habían recortado en forma notoria a partir del mismo comienzo del siglo; tal como ya se indicó, desde 2002-2003 fue ampliada la práctica corporativa consistente en eliminar, dentro del marco recesivo propio de la actividad maquiladora, incentivos a la plantilla obrera, por ejemplo “bonos por antigüedad, de permanencia, de contratación, de recontratación o de asistencia perfecta. También se redujeron o se suprimieron prestaciones como los bonos de despensa, transporte, servicio médico en la empresa, tiempos para la lactancia, cafetería, entre los bonos que ya no otorgan, en general, las maquiladoras”23.

Desde 2015 en adelante, en Ciudad Juárez, debido las declinantes condiciones laborales y salariales descriptas, se habría registrado en esas plantas manufactureras una oferta superior a la demanda de población económicamente activa. Un número informado por las propias firmas destacaba el déficit de unos 12.000 operarios/as24. Sin embargo, en el lapso 2010/2014 se habría producido una recuperación de relevancia en cuanto a fuentes de empleo en las maquilas juarenses.

Este repunte dio pábulo a que el mismo fuese evaluado en tanto surgimiento de una renovada fase expansiva del sector maquilador, por parte de fuentes gubernamentales locales y corporaciones. En tal sentido, “estadísticas regionales refieren que durante los primeros ocho meses de 2014, las maquiladoras instaladas en esta frontera duplicaron la generación de empleos, en relación con los creados durante todo 2013, de acuerdo con el reporte que emite Index-Juárez”25.

En términos de la calidad de los puestos de trabajo creados de manera reciente, por lo general, estas nuevas inserciones ocupacionales comparten los rasgos laborales señalados anteriormente, esto es precariedad del empleo, retribuciones ínfimas, arbitrariedad patronal, elevada flexibilización -establecida discrecionalmente por la firma-, entre otras características. Asimismo, tal cual se apuntó previamente, es preciso agregar la existencia progresiva agencias intermediarias de trabajo triangulan las “relaciones industriales”, adicionando factores complementarios de vulnerabilidad sociolaboral.

Partiendo de indicadores suministrados por la IMMEX [Industria Maquiladora, Manufacturera y de Servicios de Exportación], de Ciudad Juárez, desde diciembre de 2010 hasta  mayo de 2014 el personal subcontratado experimentó un incremento de 29,1% en el sector maquilador de dicha urbe, al mismo tiempo que el correspondiente a la “planta permanente”, con contrato directo, equivalió a un 18%26.

Con respecto a lo expuesto, cerca de finales del año 2009 la proporción de operarios subcontratados significó un 4,6%, es decir apenas por encima de los 11.000 mil puestos de trabajo registrados en esa época. A partir de mayo de 2010 los empleados subcontratados han tenido un crecimiento sostenido de aportación en mano de obra sobre la industria manufacturera local. Como consecuencia, en diciembre de 2013 el porcentual de obreros subcontratados por las maquilas fue de 13,75%, al representar 31.134 con relación a 226.305 trabajadores.

A esta situación hay que agregar la dura realidad del desempleo... los llamados “paros técnicos” en estas empresas implican la salida (temporal o permanente) de los trabajadores de las empresas en esas situaciones. Durante el tiempo que dura el “paro técnico”, los obreros no reciben ingreso alguno, están obligados a esperar a que la maquiladora vuelva a tener algún contrato y, a su vez, vuelva a contratar obreros, lo cual no siempre sucede27.

En lo atinente a las variaciones subjetivas de los/as trabajadores/as maquileros en Ciudad Juárez, se ha indagado acerca de la formación de cierta conciencia clasista: “en años recientes, al unísono de la crisis señalada y de una mayor precarización del trabajo, parecen darse cambios entre algunos grupos de obreros y obreras (no contamos con información sobre la extensión de estos posibles cambios), que parecen hablar de la conformación de colectivos obreros dispuestos a levantar nuevas demandas laborales y a actuar colectivamente, incluso, a luchar por la sindicalización”28.

Respecto de las acciones moderadamente contestatarias de determinados colectivos de la fuerza de trabajo, realizadas durante el transcurso de los años 2015 y 2016, las mismas demostrarían alguna modalidad embrionaria de asunción de “conciencia de clase”, tendiente al despliegue de movimientos en defensa de sus derechos laborales y condiciones salariales. En el contexto de las protestas llevadas a cabo en diversas maquilas, entre finales de 2015 y comienzos del año subsiguiente, una parte de estos grupos recurrió a acciones que hacía años no se veían en este lugar, como las manifestaciones en las calles, sobre todo hacia la Junta Local de Conciliación y Arbitraje (JLCA); los “plantones”, los cuales tuvieron lugar por semanas e incluso meses a las puertas de las empresas; el uso de las redes sociales para difundir sus demandas (principalmente Facebook y You Tube), lo que les permitió rodearse de la solidaridad nacional e internacional (se dieron “plantones” de simpatizantes del movimiento en las sedes de alguna de las empresas en conflicto en Estados Unidos), llegando incluso a realizar manifestaciones en la Ciudad de México en el mes de enero de 2016; y rodearse de aliados que iban desde trabajadores de la educación (básica y universitarios) y estudiantes universitarios, hasta grupos de la izquierda socialista29.

      Tal como se expuso precedentemente, estas acciones se dieron en un contexto de reestructuración empresarial, entre 2008 y 2014, aproximadamente, caracterizado por el despido de miles de obreros (más de 100.000 de un total de 250.000, aproximadamente, a principios del siglo), y por la extensión del outsourcing, luego del proceso de recontratación de trabajadores en las más de 300.000 maquiladoras instaladas en el lugar, a partir de 2014, cuando se recupera la planta de obreros en estas empresas, pero en condiciones de contratación sumamente precarias”30.

El outsourcing, práctica ya utilizada anteriormente en las plantas fabriles, se extendió aun más a partir la reforma laboral aplicada a escala federal desde el año 2012, la cual legalizó aquel proceso. También debe tenerse en cuenta la caída acentuada de los niveles salariales correspondientes a las tareas maquiladoras en Ciudad Juárez, mientras que en el siglo XX manifestaban una destacable laxitud debido al pago de estímulos pertinentes a variados ítems. En cambio, en tiempos recientes las remuneraciones laborales representan -por lo general- montos que oscilaban entre $ 500 y 600 semanales, en términos aproximados, importes a los que eventualmente se le realizan quitas por créditos de distinta índole -verbigracia los del mencionado Infonavit. El saldo salarial neto o real, “de bolsillo”, suele por lo tanto decrecer hasta unos míseros $ 200/300 pesos a la semana...

[1] De la Garza Toledo, Enrique (2006): “Configuraciones productivas en la manufactura y la maquila mexicanas”. [2] OCDE (1999): Employmeny Outlook; París. [3] Gereffi, G., y Korzeniewicz. M. (1995): Commodity Chains and Global Capitalism; Londres, Grenwood Press. [4] De la Garza Toledo, E. (2006), ob. cit. [5] De la Garza Toledo, E. (2006). [6] Sánchez Díaz, Sergio - Melgoza Valdivia, Javier (2016): “Reestructuración en las maquiladoras de Ciudad Juárez y respuesta obrera [2008-2015]”; México D.F., Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco. El Cotidiano N° 200, págs. 99 a 110. [7] Sánchez Díaz, Sergio (2011): “Diálogos desde la subalternidad, la resistencia y la resiliencia. Cultura obrera en las maquiladoras de Ciudad Juárez”; El Paso, México, Colección Diversidad sin Violencia, N° 5, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, Ediciones Eón, Ciesas, Conacyt, Chicano Studies-Universidad de Texas, págs. 209 a 211. [8] Sánchez Díaz, S. - Melgoza Valdivia, J., ob. cit. [9] Sánchez Díaz, S., ob. cit. [10] Sánchez Díaz, S. - Melgoza Valdivia, J., ob. cit. [11] De la Garza Toledo, E. (2006), ob. cit. [12] Ortiz, E. (2009): “Crisis y Cambio Estructural”; México D.F., Universidad Autónoma de México [UAM]. [13] De la Garza Toledo, E. (2006), ob. cit. [14] De la Garza Toledo, E. (2006), ob. cit. [15] Sánchez Díaz, S. - Melgoza Valdivia, J., ob. cit. [16] Sánchez Díaz, S. - Melgoza Valdivia, J., ob. cit.  [17] Friedman, Debra - Hecheter, Michael (1998): The contribution of rational choice theory to macrosociological research; en Sociological Theory, 6, págs. 201-218. [18] Sánchez Díaz, S., ob.cit., págs. 206 a 209. [19] Sánchez Díaz, S. - Melgoza Valdivia, J., ob. cit. [20] Kurczyn, Patricia - Zavala, Oscar (2012): “Las relaciones triangulares de trabajo. Problemas jurídicos para su determinación”; en Revista Trabajo, UAM-OIT, año 6, 9, págs. 45-70. [21] Sánchez Díaz, S. - Melgoza Valdivia, J., ob. cit. [22] Sánchez Díaz, S. - Melgoza Valdivia, J., ob. cit. [23] Sánchez Díaz, S. - Melgoza Valdivia, J., ob. cit. [24] boletin@nortedigital.mx, 27-05-15 [Sánchez Díaz, S. - Melgoza Valdivia, J., ob. cit.] [25] Sánchez Díaz, S. - Melgoza Valdivia, J., ob. cit. [26] Arenaza Cortés, Alfonso, en “Gaceta Caseem”. [Sánchez Díaz, S. - Melgoza Valdivia, J., ob. cit.] [27] Sánchez Díaz, S. - Melgoza Valdivia, J., ob. cit. [28] Sánchez Díaz, S. - Melgoza Valdivia, J., ob. cit. [29] Sánchez Díaz, S. - Melgoza Valdivia, J., ob. cit. [30] Sánchez Díaz, S. - Melgoza Valdivia, J., ob. cit.

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