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INKORRUPTIBLES. Misceláneas sociopolíticas

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LA DEGRADACIÓN OCUPACIONAL CONTEMPORÁNEA [IV] - Juan Labiaguerre

...Una impronta crucial de la era “postfordista”, cristalizada en expresiones aún hoy en día emergentes en la organización del trabajo, radica en la factibilidad de reconversión técnica y procedimental conectada a la fragmentación de los procesos productivos. Dicha instancia genera las condiciones propicias de una reconstitución fundamental de los factores intervinientes en los quehaceres laborales, alusivos a la “producción descentralizada”, orientada ésta hacia nuevas formas organizacionales de la actividad industrial. Ello implica mutaciones de gran complejidad, todavía en curso, fundadas progresivamente sobre innovaciones organizativas en cuanto al trabajo grupal, respecto a la potencialidad de aplicación de tecnologías informáticas de avanzada y con relación al rol decisivo asignado al diseño de los productos, bienes y servicios. El conjunto de las posibilidades apuntadas atañe al nexo directo virtualmente establecido entre las facetas productivas, aquellas vinculadas a la distribución y las pertinentes a la esfera del consumo, aunque este ideal conlleve políticas conducentes a neutralizar o, lisa y llanamente, eliminar de modo tajante y definitivo, la influencia que otrora ejerciera el trabajador colectivo, u obrero-masa, típico de las grandes plantas industriales. Sin embargo, este costado de la problemática laboral repercute crudamente en el manejo arbitrario de “la patronal”, el cual con frecuencia deriva en la precarización y vulnerabilidad, hasta ahora constantes, de la fuerza de trabajo.     

Durante el apogeo de la sociología industrial de posguerra dentro de los países capitalistas avanzados las investigaciones de este campo, en el caso de la escuela estadounidense se realizaban, mayormente, a partir de la consideración prioritaria de factores psicosociales que inciden en la estructura organizacional de los ámbitos laborales, y respecto al entorno inmediato de ellos. Era soslayado a través de dicho enfoque el análisis del proceso de trabajo en sentido estricto, junto a sus connotaciones polifacéticas, lo cual si fue estudiado por las corrientes de la disciplina desarrolladas en Europa occidental. Asimismo, en términos generales, gradualmente se procuró ampliar la perspectiva de la materia a las esferas correspondientes a las actividades no-industriales, es decir llevadas a cabo en los sectores primarios y terciarios de la economía; tal extensión implicó abordar problemáticas sociales de alcance y complejidad superiores, que fueron tratadas por medio de conceptualizaciones alternativas, muchas veces divergentes entre sí.

A comienzos de los años sesenta, la “sociología del trabajo” propiamente dicha ya comprendía la indagación acerca del funcionamiento colectivo de grupos y comunidades, sumamente heterogéneos en cuanto a su esencia, magnitud y desenvolvimiento respectivos, configurados alrededor de las variables ocupacionales en todas sus dimensiones, abarcando las interrelaciones múltiples y variadas emergentes de ellas. Esta visión panorámica incluye el tratamiento analítico en diferentes y complementarios planos temáticos, tales como los efectos sociolaborales de los cambios tecnológicos continuos sobre las actividades productivas, y las conexiones de las citadas consecuencias con factores externos a la propia empresa o establecimiento donde se desempeñan los trabajadores, además del carácter propio de los vínculos y acciones recíprocos, intergrupales e interpersonales, desplegadas en el mismo lugar de trabajo.

Hacia mediados de la década mencionada, la concepción singular en la que se basaba la índole específica de la disciplina respondía a un encuadre sustantivamente sesgado, en dirección a una estimación del conjunto de elementos mediante los cuales los individuos y ciertos entes colectivos, constituidos éstos de manera más o menos espontánea, formalizada o institucional, aportan activamente a la sociedad que integran en su conjunto. Al definirse a través de una proyección, y no de un mero espacio localizado,  este posicionamiento teórico en el aspecto investigativo, expresa una tendencia sociohistórica, contrastando el enfoque atemporal de los fenómenos sociales superficiales condicionados por los procesos laboral-productivos, propulsando el estudio del universo social del trabajo en tanto obra de los seres humanos actuando colectivamente.

El último abordaje señalado, de contenido determinante del nuevo perfil asumido por las investigaciones empíricas en el campo de la sociología del trabajo, coincide con la estimación de una evolución correlativa entre progreso tecnológico y organización laboral empresaria, aunque de ningún modo en términos causales “mecánicos”, sino admitiendo por el contrario la existencia de márgenes elásticos de procedimiento. Por otro lado, de acuerdo a dicha premisa, la implementación de esquemas teóricos organizacionales no redunda necesariamente en una mayor eficiencia desde el punto de vista de las entidades empleadoras, teniendo en cuenta que preceptos similares pueden generar resultantes diferentes según la variedad de los contextos y factores circunstanciales vigentes en cada caso.

En el transcurso de los años setenta tiende a consolidarse progresivamente una inclinación emblemática que caracterizará en adelante la apreciación del objeto particular de análisis de la disciplina. El estudio sociológico sistemático sobre “el trabajo” reporta a partir de entonces, en forma regular y predominante, a la explicación dirigida a comprender los mecanismos intrínsecos de las actividades laborales, desde un ángulo que atiende la propia condición integral de los trabajadores. Tal direccionamiento conlleva, además, una propuesta de replanteo de la metodología investigativa, junto a una reivindicación de la observación “directa y participante” característica de los acercamientos empíricos etnográficos; en ese sentido, las vivencias concretas -personales y estratificacionales- de trabajo sirven de apoyatura en aras del conocimiento preciso del devenir de la cuestión socio-ocupacional. Por otra parte, el enfoque precitado resultará asimilable, en algunas corrientes teóricas, al aspecto denominado centralidad del ámbito espacial laboral; por ejemplo, el establecimiento o planta fabril donde se realiza cotidianamente el proceso de trabajo constituiría el lugar “real” en el cual las interrelaciones de clase vigentes en una sociedad determinada suelen manifestarse con mayor nitidez.

Las reconversiones sustanciales, operadas durante las últimas décadas, en lo referente a las modalidades de inserción ocupacional provocaron una mutación del paradigma convencional típico de las llamadas sociedades industriales. A partir de dicha transformación, todavía en curso evolutivo, emerge la necesidad imperiosa de indagar analíticamente las variables de los mecanismos de cambio en las organizaciones que promueven y generan empleo, al interior de los sectores tanto públicos como privados.

Tal encuadre remite a la problemática ampliada acerca de la organización general de la sociedad y su cristalización en el funcionamiento del mercado de trabajo, atendiendo a los mecanismos de conformación de la oferta y de la demanda laborales características de una estructura del empleo determinada. Los desequilibrios crecientes entre ambas variables citadas repercuten directamente en la generación de un “excedente de mano de obra” que da pábulo al fenómeno de la desocupación, el cual a su vez incide fuertemente en los ámbitos polifacéticos de los niveles salariales, la distribución del ingreso, las calificaciones ocupacionales y el consumo de la población en sus diversos estratos sociales, dentro de un contexto crucial definido por las funciones efectivamente ejercidas por el Estado.

Prima facie, interesa destacar las expresiones sociolaborales derivadas de la “flexibilización ocupacional”, característica del denominado genéricamente postfordismo, el cual engloba de modo arbitrario o discrecional casos extremadamente variados y, en muchas ocasiones, teñidos de ambigüedad. Los mismos reflejarían, en última instancia, el impacto de una serie de procesos, entre los que pueden citarse a priori los siguientes: implicaciones macrosociales de la elevada tasa de desempleo, a niveles nacional y del aglomerado urbano en particular; configuraciones diversas de la subocupación; informalidad ocupacional y trabajo “en negro”; tercerización; cuentapropismo; actividades de servicios; jornada horaria y condiciones laborales; remuneraciones; flexibilidad contractual legal; ocupaciones temporales y estacionalidad.

Una estimación sucedánea, aunque imprescindible, debe contemplar la conformación organizacional vigente dentro de las unidades productivas, correspondiente a establecimientos o plantas fabriles de distinta magnitud, con el propósito de evaluar comparativamente situaciones alternativas. Este abordaje tiene como objetivo analizar las formas vigentes de organización intraempresarial, que incluyen el marco de las “relaciones humanas, laborales o industriales”, abordando el papel de los directivos y trabajadores, en su conjunto, en cuanto actores sociales adecuados a las estrategias de cambio impuestas por los nuevos modelos productivos. Asimismo, debe indagarse la evolución del proceso, condiciones y medio ambiente del trabajo de acuerdo a los parámetros emergentes de eficiencia técnica, los cuales inciden sobre la carga psico-física de la fuerza laboral, a la luz de criterios basados en la premisa de racionalidad económica. 

Una vez evidenciada claramente la ruptura con el modelo paradigmático de relaciones productivas hegemónico en los gloriosos treinta años subsiguientes a la postguerra, marcado por el asalariamiento “fordista” en el marco de los Estados del bienestar, la sociología del trabajo apuntará a las coyunturas fácticas del “mundo ocupacional”, tanto al interior de la unidad en la que se llevan a cabo las funciones laborales como, asimismo, extramuros. Al respecto, los trabajadores no se encuentran aislados, pues integran un sistema socioeconómico dentro de cuyo marco ellos se relacionan de manera interactiva con el medio ambiente circundante y, habitualmente, con dispositivos más o menos estructurados. El personal de una institución o empresa dadas se halla conformado técnicamente por grupos relativamente homogéneos, encontrándose sujetos a condiciones semejantes de trabajo durante cierto periodo, debido a lo cual la identificación y adecuada caracterización de aquellos segmentos de la “mano de obra” debería constituir un objetivo relevante de investigación.

Los colectivos de personas y los individuos, analizados desde el punto de vista específico de sus papeles en tanto trabajadores, serán visualizados -teniendo en cuenta su ubicación en la estructura social general y su dinámica inherente- a través de una trayectoria temporal determinada, en su evolución histórica grupal constitutiva, condicionada en una dimensión considerable por el progreso y la transformación tecnológicos. Es conveniente evaluar las estrategias desplegadas de hecho por la fuerza laboral, de acuerdo a un encuadramiento socioantropológico, etológico y ergonómico, apreciando la adaptación de sus tareas concretas a las normativas prescritas formalmente; ello demanda la apelación a conceptualizaciones aggiornadas, así como también al recurso de instrumentos renovados de recolección y procesamiento de indicadores empíricos.

No pueden soslayarse las modalidades de alternativas de readecuación, o eventual respuesta reactiva, de los operarios industriales o empleados administrativos ante la adopción de nuevas medidas de corte disciplinario encaminadas al control de los trabajadores, lo cual requiere el entendimiento del proceder corriente de los actores estatales y empresariales, dentro del escenario de la actual división -técnica y social- del trabajo, en los planos internacional, regional, local y microeconómico. En dicho contexto, es preciso contemplar tanto el interior como el contorno del reducto donde se desarrollan las actividades laborales, con el propósito de reelaborar conceptualmente, y desde el punto de vista de la metodología investigativa, una sociología integral del trabajo. Inciden en ambas facetas, asimismo mutuamente imbricadas, la estimación de las transiciones de raigambre cultural referidas a la valoración del factor trabajo globalmente, y no sólo en términos de mera mercancía. A la luz de la permanente reconstrucción científica de la disciplina, que determina sustancialmente el contenido de los proyectos de investigación correspondientes a la misma, el ente estimado convencionalmente como objeto de análisis, esto es los trabajadores considerados grupalmente en sus distintos estratos, junto a los caracteres y procedimientos característicos de los sectores capitalistas y/o empleadores, deberían resultar partícipes activos de los emprendimientos investigativos.

Respecto al condicionamiento social de las técnicas productivas, el mismo obedece a que el desarrollo de los medios de producción refleja una materialización de las relaciones sociales [1]. En tal sentido, verbigracia, “el movimiento de separación de la concepción y de la ejecución comienza [históricamente], por lo menos, con la separación del capital y del trabajo”. “El taylorismo no es la expropiación del saber obrero; es, en cambio, una de las modalidades de elusión y deformación de este saber para dominarlo”. “La especificidad del taylorismo [consiste en] haber afirmado simultáneamente que, gracias a sus métodos y sus técnicas, era posible que una categoría particular de asalariados determinara científicamente, y por ende imparcialmente, cual era el mejor trabajador, la mejor herramienta y la mejor manera para hacer determinada cosa, y que las empresas que se organizaran sobre sus bases podían reconciliar y satisfacer los intereses aparentemente antagónicos de sus dirigentes y empleados” [2].

“Desprovisto progresivamente de sus pretensiones científicas y políticas, el taylorismo práctico fue reduciéndose a técnicas de preparación, de medida y de control del trabajo, que los ingenieros y técnicos han aplicado y siguen aplicando mientras su rechazo no se imponga socialmente […] Lejos de encontrarse en vías de desaparición, [la metodología taylorista] puede ser utilizada -inclusive en talleres automatizados- particularmente en tareas de intervención, reparación y mantenimiento que se realicen de acuerdo con procedimientos preestablecidos, en un tiempo determinado” [3]. Asimismo, “con técnicas idénticas la organización del trabajo puede ser diferente, [dado que] las máquinas sólo producen efectos en relación con el uso social que se haga de ellas, una vez que han sido producidas”. Por lo tanto, es preciso estimar el modo social de concepción de las máquinas, así como el tipo de ellas resultante de aquél [4]. “Las técnicas productivas son productos sociales como tantos otros y […] sólo son determinantes en la medida en que los fines que les son asignados continúen imponiéndose socialmente”. En consecuencia, las mismas no son socialmente neutras. “Lo que está en cuestión no es la exteriorización de la inteligencia productiva sino la forma social de esta exteriorización…” [5].

“Las formas de organización del trabajo que aparecen actualmente en las líneas de fabricación automatizadas toman otro sentido al ser analizadas en función del problema que constituye el control del trabajo, redefinido por la automatización -forma social particular e históricamente determinada de materialización de la inteligencia productiva-, tal como se la concibe e instrumenta” [6]. La configuración sociotécnica contemporánea tiende a reemplazar a aquella formada por “obreros profesionales que conducen y mantienen una máquina-herramienta universal, ayudados por una mano de obra numerosa”. El pasaje hacia la conducción de máquinas-herramientas especializadas implicó para los trabajadores que las operan “una promoción y una recalificación reales, pero significó también el medio para hacer desaparecer a los obreros profesionales de fabricación…” [7]

Debe aclararse que “existe una autonomía de la división del trabajo en relación con la técnica, y [a ésta] es posible orientarla en uno u otro sentido actuando sobre los factores que la condicionan” [8]. “La reconstrucción o el seguimiento de la concepción y explotación de diversas plantas automatizadas [permite] identificar y cuestionar los objetivos, principios, presupuestos y representaciones sociales que orientaron las decisiones técnicas [y] buscar cuáles podrían ser sus orígenes organizacionales y sociales y, en consecuencia, su permanencia y evolución” [9].

Las premisas económico-sociales del proceso actual de automatización, y sus posibles causales, son las siguientes: “el funcionamiento real de una planta podría y debería guardar correspondencia con su funcionamiento teórico […]; la rentabilidad de la inversión sería tanto más elevada cuanto más significativa y rápida fuera la reducción de mano de obra […]; la reparación rápida sería el fundamento de la disponibilidad de las líneas automatizadas […]; la búsqueda del mejor compromiso como estrategia de optimización […]; la superioridad de la solución técnica por sobre cualquier otro tipo de solución […]; la mayor incertidumbre en cuanto a la producción provendría de la incertidumbre humana y social” [10].

“El proceso y la forma social de la automatización actual son compatibles con algunas de las nuevas formas de organización del trabajo y contradictorias con otras [pues], a pesar de las apariencias y de los discursos que se sostienen, no todas ellas son organizaciones calificantes…” [11]. En la actualidad resulta factible “pensar y describir un proceso y una forma social de automatización [en aras de] emprender una reversión real y duradera de la división de la inteligencia del trabajo, aún si el tipo de empresa que hallamos […] pueda hacernos dudar de la posibilidad de que esto se generalice sin mediar una profunda transformación de la relación salarial misma, puesto que el abandono del taylorismo práctico no es suficiente para que ello ocurra”. Además, “las técnicas productivas no solo están condicionadas sociológica, económica y culturalmente en cuanto a su desarrollo y difusión, […] sino que [también] ellas están construidas y constituidas socialmente por los objetivos, principios, representaciones, presupuestos económicos y sociales que se encuentran en su origen y que hunden sus raíces en la relación salarial y en la división de la inteligencia del trabajo, que le está unida desde hace dos siglos” [12]. “La técnica tiene, en realidad, la dureza o la maleabilidad del contexto social del cual es la materialización. Las tesis opuestas del determinismo tecnológico y de la neutralidad social de la técnica tienen en común el hecho de que ambas le confieren [a la misma] un estatus de extraterritorialidad con respecto a lo social, como si tuvieran otra esencia” [13].

A partir de la expansión del automatismo productivo, la contradicción entre las organizaciones respectivamente de tipos prescriptivo y calificante también se extiende ampliamente, factor que coadyuva a la reapertura del debate acerca del contenido y de la evolución del trabajo [14]. “La diversidad de formas de automatización entre las empresas depende, en primer lugar, de sus diferencias en cuanto a las estrategias de ganancia y a los modelos industriales. En segundo lugar, depende de las inevitables crisis que estos modelos atraviesan, generando […] formas técnicas múltiples y contradictorias, en el seno mismo de las empresas. Depende, por último y sobre todo, de la dificultad que tienen las firmas para incorporar un modelo industrial de manera completa, en la medida en que para ello deben construir y hacer perdurar un compromiso de gestión de la empresa entre los principales actores, a propósito de los medios a emplear (política de producto, organización productiva, relación salarial) para la concreción de la estrategia de ganancia elegida, cuya pertinencia económica y social puede, de otro modo, ser brutalmente cuestionada en el caso de un cambios en [los modos] de crecimiento y redistribución de los ingresos nacionales” [15].

 

 

[1] Freyssenet, Michel: Trabajo, automatización y modelos productivos; Bs.As., Lumen, 2002, pág. 12

[2] Ídem, págs. 13-14

[3] Ídem, págs. 14-15

[4] Ídem, págs. 19-20

[5] Ídem, pág. 22

[6] Ídem, págs. 35

[7] Ídem, págs. 36-38

[8] Ídem, pág. 37

[9] Ídem, pág. 39

[10] Ídem, págs. 40 a 49

[11] Ídem, pág. 49

[12] Ídem, pág. 64

[13] Ídem, págs. 64-65

[14] Ídem, págs. 106

[15] Ídem, págs. 124-125

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