Overblog
Edit post Seguir este blog Administration + Create my blog
INKORRUPTIBLES. Misceláneas sociopolíticas

Cognición y Epistemología. Política y Sociedad, Estado, Democracia, Legitimidad, Representatividad, Equidad Social, Colonización Cultural, Informalidad y Precariedad Laborales, Cleptocracia, Neoconservadurismo, Gobiernos Neoliberales, Vulnerabilidad, Marginaciones, y Exclusión Colectivas y Masivas, Kirchnerismo Peronista, Humanidades, Sociología, Ciudadanía Plena, Descolectivización e Individualismo, Derechos Sociopolíticos, Flexibilidad ocupacional. Migraciones Laborales. Discriminaciones por Género, y Étnico-raciales, Políticas Socioeconómicas, Liberalismo neoconservador, Regímenes neoliberales de acumulación, Explotación laboral, Mercado de trabajo, Flexibilización y precariedad ocupacional, Desempleo, subocupación, subempleo, Trabajo informal...

"ORGANICISMO" DURKHEIMIANO: PARADIGMA ACRÍTICO DEL ORDEN SOCIAL [VI] - Harold KERBO

Harold R. KERBO: “Estratificación social y desigualdad. El conflicto de clases en perspectiva comparada” [Madrid, McGraw Hill, 1998] - Síntesis, comentarios y observaciones del texto.

...La concepción de Durkheim ha inspirado en gran proporción a los teóricos funcionales de la estratificación social durante el siglo XX, aunque dicho sociólogo le haya dedicado una atención acotada a los conflictos, o divisiones, de clase e -incluso- a la conformación de una sociedad estratificada. El enfoque holista adoptado por el funcionalismo deriva en una cosmovisión donde “las necesidades de un sistema social eclipsan las de los grupos de interés o de las clases” que componen aquél. Dicho autor consideraba la imperiosidad de reforzar el status quo, en base a supuestos valorativos no críticos, en pos de la integración moral de la sociedad, que remite a un modelo de orden: los problemas sociales fundamentales de su época habrían sido esencialmente morales, no así económicos, y provocaban “alienación, explotación, desigualdades estructuradas o conflictos de clase”. La solución de esa problemática centrada en la moralidad requería una reforma ética parcial y relativa, no apuntando a la creación de una moral radicalmente nueva.

En lo que refiere a los supuestos paradigmáticos, y a los enunciados teóricos correspondientes, acerca de la estratificación social, ambos remiten al conjunto conceptual del enfoque durkheimiano, el cual sostiene que “el orden social sólo es posible si la naturaleza humana queda refrenada por una moral representada por la fuerza colectiva del sistema normativo dominante”. Por otro lado, este sociólogo francés clásico estimaba que su propio papel era el de un académico imparcial y objetivo que aportaba un ideario tendente a concretar su deseo de integrar, desde el punto de vista moral, a la emergente sociedad industrial de su país...

Un elemento crucial para entender el pensamiento de Durkheim respecto a la estratificación social reside en su analogía orgánica, cuya perspectiva asimila el funcionamiento de una sociedad al de un organismo biológico. Este punto de vista conduce a visualizar el sistema social integralmente, determinando una concepción de carácter “holista”, al priorizar la interrelación entre sus partes y relegar los intereses contrapuestos vigentes dentro del cuerpo constituido por la colectividad. La moral representaba entonces el factor de mayor relevancia, al interior del sistema social, en aras de la conservación de un ordenamiento integrado, proceso vinculado a cierta idea de la naturaleza humana y de las necesidades de la sociedad en su conjunto. Durkheim creía en la idoneidad de determinadas instituciones sociales a fin de regular el conflicto, surgido del egoísmo natural del ser humano, con el propósito de favorecer el bien compartido: el mantenimiento de una integración moral sólida podía apoyarse en la religión, la familia, las asociaciones ocupacionales (corporaciones) y la educación “socializadora”...

La conservación del orden social, basado en la integración moral, obedecía a un mecanismo sencillo en las comunidades preindustriales de dimensiones pequeñas, debido en gran parte al predominio de vínculos interpersonales cercanos o próximos. Sin embargo, a través de la transición hacia las grandes sociedades con economías industrializadas, se había complicado enormemente dicha ordenación integrada: la “disciplina”, ante la amenaza del caos o de la anarquía, “se convirtió en la cuestión central de la obra de los primeros sociólogos”. De acuerdo al enfoque durkheimiano, las colectividades humanas debían evolucionar desde la vigencia de la solidaridad mecánica, asentada en el orden moral característico de las comunidades preindustriales, hasta la consecución de la solidaridad orgánica, típica del “industrialismo”. Esta última resultaría factible a partir de la reorganización de los grupos ocupacionales o gremios [en realidad, sindicatos “de patrones y obreros” en la nueva era industrial], dado que mediante ellos se podían establecer los principios morales referidos a derechos y deberes de empleadores y trabajadores. De manera semejante a lo acontecido en las mencionadas comunidades, “este nuevo tipo de orden moral refrenaría los intereses egoístas en pos del bien de toda la sociedad”.

El modelo social orgánico durkheimiano se encontraba tan condicionado por el holismo que soslayó las divisiones clasistas existentes o, a lo sumo, les prestó escasa atención. La conceptualización correspondiente a la “teoría sistémica de la función social de la desigualdad”, elaborada medio siglo después -entre otros- por Davis y Moore, registra como antecedente prematuro la perspectiva sociológica funcional del autor francés que nos ocupa, quien señaló la presencia de dos tipos de desigualdades, externas e internas. Las primeras de ellas son impuestas a las personas por las circunstancias sociales que giran alrededor del factor adscriptivo de status, proceso predominante en la fase histórica que remite a la vigencia de la solidaridad mecánica, característica -como se ha señalado- de las colectividades anteriores a la emergencia y progreso de la industrialización. Las desigualdades internas, por otra parte, devienen necesarias en las sociedades industrializadas, mientras que todas las externas comprometerían el logro de la solidaridad orgánica, amenazando “el orden social y el funcionamiento adecuado de la división del trabajo”. La desigualdad interna, en cambio, se basa en el talento individual que promueve la obtención de status adquiridos: para que el sistema industrial funcionara adecuadamente debía permitirse que las personas ocuparan posiciones más acordes, según sus habilidades y grado de capacitación.

Durkheim anticipó del modo expuesto la esencia de lo que sería una sociedad “meritocrática”, asentada en la igualdad de oportunidades, motivo por el cual existiría una desigualdad fundada en los diferentes méritos individuales; el predominio de la desigualdad interna sobre la externa resultaba importante para mantener la solidaridad social. Sin embargo, la perspectiva durkheimiana apuntaba en mayor medida a la integración moral y a la cooperación que a la mera eficiencia en la cobertura de los puestos elevados en la sociedad industrial. Puede apreciarse una nítida tendencia de este autor a concebir “la sociedad como un todo”, más que en términos de una pluralidad o de un conflicto entre distintos grupos y fuerzas sociales [Lukes], por lo que es coherente en consecuencia que hasta la propia expresión “clase” apenas aparece en su texto “La división del trabajo” [Giddens]. No obstante ello, el sociólogo de marras debió reconocer la incidencia de la cuestión acerca de las clases y de los conflictos derivados de la coexistencia e interacción entre las mismas, teniendo en cuenta sus críticas recurrentes frente al peso inocultable de dicho factor en la evolución de las sociedades industriales en su fase expansiva.

Fundamentalmente, la presencia activa del antagonismo clasista era evaluada en tanto fenómeno no natural, puesto que “si la división del trabajo genera conflictos, ello se debe ora a que la sociedad se encuentra en un estado transitorio de desarrollo, ora a una condición patológica del orden social” [Giddens], la cual respondía a que los grupos ocupacionales no cumplían adecuadamente la función de proporcionar orden moral y porque los intereses egoístas de los individuos y colectivos amenazaban a la sociedad en su integridad. Kerbo recalca que Durkheim nunca consideró que el sistema conjunto de la división del trabajo industrial “pudiera ser una estructura de poder al servicio de la dominación de una clase por otra”, tal como sostienen los teóricos del conflicto. Dentro de este marco conceptual, el Estado es, ante todo, una agencia moral que concentra en su seno los valores de toda la comunidad social [Giddens]. La integración de la sociedad requiere la organización moral suministrada por la institución estatal, en beneficio del bien común y de cada uno de los individuos que conforman aquélla, no estimándose siquiera la posibilidad de que el Estado representase un mecanismo que garantizara la opresión interclasista. Asimismo, “a Durkheim no le pasó por la mente que aquel orden moral, en sí mismo, pudiese constituir un instrumento de dominación de una clase sobre otras”, por lo que se percibe claramente el modo mediante el cual los supuestos paradigmáticos de un científico social configuran la cosmovisión teórica sobre la sociedad, ya que -en este caso- la integración moral de ella resultaría beneficiosa para los intereses del conjunto de personas que la componen.-

Resumiendo las concepciones clásicas de la teoría sociológica, Kerbo señala que Marx partió del supuesto de que las necesidades materiales del ser humano eran básicas: si bien los aspectos sociales de la superestructura son importantes para comprender la naturaleza de la sociedad y su estratificación, los factores infraestructurales resultan de mayor relevancia y, frecuentemente, moldean los elementos anteriormente citados. A efectos de entender las divisiones de clase y los cambios sociales es necesario detenerse en los “medios de producción” (cómo las personas obtienen sus insumos elementales) y en las “relaciones socioproductivas” (de qué manera se distribuyen los frutos del trabajo social, cómo se vinculan los productores entre sí y las relaciones de autoridad y propiedad en el proceso de producción). Ciertas transformaciones en algún aspecto de esta infraestructura modificarán otros superestructurales, cambios que pueden ser graduales o violentos [revolucionarios]; según el punto de vista marxiano, la mutación infraestructural deviene hecho crucial a fin de que las sociedades evolucionen desde el comunismo primitivo hasta el modo de producción capitalista, para acceder -en última y definitiva instancia- a la “sociedad comunista”.

Exceptuando ambos extremos antedichos, el resto de las sociedades históricas se encontraban divididas entre opresores y dominados: los poseedores de los medios productivos detentan el atributo de poder someter a las otras clases, en la medida en que aquéllos controlan los instrumentos y productos básicos del conjunto de la sociedad. Asimismo, los propietarios ocupan una posición privilegiada en cuanto a los componentes superestructurales: el régimen jurídico, la organización política y las ideologías coadyuvan al refuerzo de la dominación señalada. La existencia del sistema de clases conlleva entonces la explotación y el conflicto, pues la ubicación ventajosa de la clase dirigente (burguesa, en el capitalismo), le permitía extraer al proletariado un valor añadido [plusvalía]. El valor del conjunto de objetos producidos remite a la cantidad de tiempo de trabajo necesario a los efectos de producir esos bienes: en una sociedad clasista (capitalista), a los productores directos no se les retribuye el valor total correspondiente a su esfuerzo laboral real, sino sólo un salario de mera subsistencia, mientras que el excedente pasa a enriquecer a la clase dominante. En consecuencia, y de acuerdo a lo expuesto, en el planteo marxista clásico se encuentra la “esencia de un paradigma crítico del conflicto”.

A través de la obra de Weber, no se expone un conjunto tan sistemático de conceptos, como en la teoría anterior, destinado a elaborar un “modelo básico de toda la estructura social”, aunque su idea sobre la sociedad también se encontraba orientada por la ubicua existencia del conflicto en ella. No obstante, al considerar que el mismo estaba más extendido, situándose en el núcleo de la organización compleja de las sociedades modernas, desestimaba la esperanza de que aquél se pudiere eliminar completamente en un futuro previsible. Las dos aportaciones weberianas fundamentales respecto al análisis de la estratificación social fueron: a- la ampliación de la dimensión marxiana de clase en las colectividades estratificadas, por medio del agregado de los factores de “status y poder” [1]; y b- el reconocimiento de la importancia del modo racional-legal de dominación legítima en términos de la comprensión de la estratificación social, siendo en este punto donde Weber llegó a destacar la dimensión de “partido o poder” como más importante que las restantes [2], postura que remite a la esencia del paradigma no crítico del conflicto.

Finalmente, con relación a la concepción durkheimiana, se ha examinado el paradigma básico que modeló las teorías funcionales modernas de la estratificación social, aunque este autor no hubiere profundizado las nociones de clase y conflicto clasista, o incluso acerca de la propia estructura de la sociedad estratificada. Sin embargo, su enfoque holista, surgido de la aplicación de una analogía orgánica, resalta las necesidades de un sistema social que demanda cierta estratificación “para el bien del conjunto” [3]. A partir de tal punto de vista se soslayan, en gran medida, las divisiones y los intereses opuestos de clase; asimismo, cuando debe aceptar dichos factores, los mismos resultan interpretados en tanto no naturales y en su condición hipotéticamente transitoria, considerando que, con el transcurrir del tiempo, esa condición sería eliminada o al menos reducida, mientras fuere reforzada “la moral en las nuevas sociedades industrializadas”. A través del encuadre conceptual de del sociólogo clásico francés se expresaría la esencia del paradigma no crítico del orden en la problemática de la estratificación social.

El ideario conjunto de Marx, Weber y Durkheim ha contribuido a edificar los cimientos de sendas escuelas paradigmáticas diferenciadas, en lo que concierne a los análisis actuales de la estratificación social. Resumiendo el capítulo de marras, Kerbo señala que, mediante un repaso de los paradigmas sobre teorías explicativas de las sociedades estratificadas, y de las premisas básicas que subyacen en las principales corrientes susodichas, ha “esbozado una tipología que distingue entre teorías funcionales, críticas del conflicto y acríticas” en este último sentido. Su objetivo primordial reside en la descripción del cuerpo teorético elaborado por los tres autores citados...

Marx es el principal responsable de un enfoque paradigmático crítico del conflicto en referencia a la estratificación social, habiendo desarrollado la perspectiva del materialismo histórico que fundamenta su concepción del cambio social hacia el industrialismo capitalista avanzado y una idealizada futura sociedad comunista. Weber, opuesto al autor anterior en muchas cuestiones, sería reconocido en cuanto pionero de una paradigma no crítico del conflicto, resultando su aporte esencial la visión panorámica “multidimensional” de la estratificación y el abordaje comprensivo de los diversos tipos de autoridad, sobre todo las estructuras de dominio racional-burocrático, las cuales adquirirían suma relevancia en el funcionamiento de las sociedades modernas. En tercer lugar, Durkheim sobresalió al construir un modelo paradigmático funcional temprano, que no trata en profundidad la temática de las causas de la conformación de las sociedades estratificadas y con desigualdad, pues estima que el antagonismo clasista representa únicamente un efecto “no natural y provisorio” característico del proceso transitivo hacia las sociedades que alcanzan un nivel complejo de evolución económica e industrialización...

 


[1] Al margen “de la propiedad de los medios de producción, creía que la relación de una persona con el mercado (o el nivel de cualificación que proporcionaría una mayor o menor remuneración) conducía a una determinada posición de clase”.

[2] “La forma burocrática de organización que [requieren] las grandes y complejas sociedades industriales proporciona los medios para la dominación de un grupo sobre otros”.

[3] Se refiere al alcance la solidaridad “orgánica” asentada en la división del trabajo industrial en la sociedad.

 

Compartir este post
Repost0
Para estar informado de los últimos artículos, suscríbase:
Comentar este post