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INKORRUPTIBLES. Misceláneas sociopolíticas

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METANARRATIVAS VACUAS Y VACIEDAD DEL DISCURSO NEOLIBERAL - Juan Labiaguerre

                Beriain indica que “los sistemas funcionales y los órdenes de vida diferenciados en la sociedad moderna actúan bajo la autoridad de su propia lógica, [en la medida en que] todas las esferas de acción [resultan] sometidas a sus correspondientes procesos de racionalización”. Por lo tanto, aquellos sistemas cobran autonomía con relación a sus propios ámbitos, enfrentando entonces las sociedades modernas el imperativo, funcionalmente esencial, supeditado a un principio preciso de incremento de los rendimientos, inherente a los distintos sistemas considerados en forma aislada. En definitiva, el conjunto formado por la totalidad de los subsistemas procede de acuerdo con la vigencia de una premisa de orden incrementalista continuo, atendiendo a una optimización de la cualidad racional de sus respectivas funciones [Beriain].   

                Se produciría en consecuencia, siguiendo esta línea de pensamiento, un desprendimiento del “código binario de la verdad de su anclaje en seguridades preconstructivistas, ya sean suposiciones sobre la naturaleza o la naturaleza de los hombres (ideas), ya sus consecuentes teorías lingüísticas, racionalistas o consensualistas” [1]. Este criterio relativista es aplicado, verbigracia, al terreno temático de las transacciones operadas al interior del sistema económico, tratadas en términos de “unidades últimas no descomponibles”. La complejidad conceptual de dicho abordaje implica, presuponiendo, la separación entre referencia y codificación [2]: por ejemplo, el pago en dinero actuaría como autorreferencia, mientras que las prestaciones materiales, o aquellas correspondientes a los servicios, hacen las veces de referencia ajena, al remitir a la satisfacción concreta de ciertas necesidades.

                Los juicios sobre la racionalidad pasan a depender, entonces, de cierta “unidad de autorreferencia y referencia ajena producible siempre y sólo desde el punto de vista interno del sistema”; la trama de dicho condicionamiento desnuda sus inmanentes “relaciones con los análisis que actualmente se llevan a cabo bajo el infeliz seudónimo de la posmodernidad”. Esa tesitura conduce irremediablemente a enfoques teóricos discrecionales, mientras que “al análisis sociológico no debería costarle mucho demostrar que no puede haber discrecionalidad en la realidad” [3].   

                El autor que nos ocupa dilucidó que, al margen de todas sus diferenciaciones posibles, “los sistemas funcionales siguen siendo comparables... [tratándose] de subsistemas de un sistema social que obtiene su propia forma a través de su forma de diferenciación”. De allí extrae la evidencia acerca de la especificidad profunda, característica de las sociedades modernas, únicamente verificable a través de los mecanismos implícitos en los sistemas funcionales [4].

                La sociedad moderna “debe su dinámica propia a la forma de sus valores propios. Todo lo que establece como identidad sirve para aportar posibilidades limitadas de intercambio y sustitución, [reflejando una actitud resignada anclada en la] espera de oportunidades”. Por lo tanto, resultaría asequible realizar intercambios de fundamentaciones conceptuales respecto de “las descripciones del mundo y autodescripciones de la sociedad”, aunque sólo en la medida en que aquellas bases teóricas sean identificables. Ejemplificando, podría decirse entonces que es viable la sustitución de la definición del término sustancia por la noción relativa a “funciones” [de la manera, por caso, en que la efectuó Cassirer], y se puede también reemplazar “la idea de un a priori decisivo por procesos históricos de autovinculación temporal de los sistemas”. Es decir que, en referencia al futuro, en la actualidad únicamente “se puede saber que será distinto del pasado” [5].

                Dentro de tal contexto, el momento presente tiende a convertirse “en un valor límite que sustenta la unidad de la diferencia entre pasado y futuro y precisamente por eso funciona en el tiempo como el tercero excluido y ya no pueda ser localizado. Y todo esto se sabe, sin que la sociología lo sepa, desde hace doscientos años” [6].

                Enganche constitutivo de las “dos caras de lo social, que coexisten problemáticamente, esto sólo será posible cuando la sociedad pueda asumir como propios los efectos retroactivos de sus acciones sobre el entorno” [Beriain].

                De manera que “los valores positivo/negativo del código verdadero/falso son aplicables [tanto] a hechos referenciales ajenos [síntesis] como a los... autorreferenciales [análisis]” [7]. La cuestión atinente a la referencia se ubicaría, por lo tanto, en el centro del debate surgido en torno a la esencia del conocimiento científico, en la medida en que “tan pronto como se distingue entre problemas de referencia [y] de código, las circunstancias se reordenan”, por lo que tiende a abandonarse la discriminación, establecida convencionalmente, entre verdades analíticas y sintéticas.

                Kroker intentó caracterizar parte de la obra filosófica construida por Baudrillard, en tanto revisora crítica de algunas cuestiones centrales planteadas por la teoría marxista clásica, basada en un ángulo enfocado desde cierta perspectiva aggiornada y partiendo de un punto de vista alojado en el pensamiento elaborado por Nietzsche. La presencia del sentimiento trágico en la concepción baudrillardiana, heredado del nihilismo característico del autor alemán, conduce a reflexionar sobre “nuestro encarcelamiento en el mundo esterilizado del poder abstracto como esencia de la modernidad”. Es decir que en ningún momento de la historia habría existido una “relación social”, de manera que jamás hecho alguno demostró la presencia de acciones de carácter colectivo, razonamiento que lleva a deducir que “sobre [la] base insoslayable de desafío, seducción y muerte, nunca ha habido otra cosa que simulación de lo social”  [8].

                El filósofo francés interpreta que el fenómeno consistente en la ahistoricidad de la sociedad posmoderna refleja una representación paradójica del “instante mesiánico” transmutado a la realidad actual. Es decir que percibe un intento de vislumbrar el futuro partiendo de la perspectiva de un mundo en el que ya ha ocurrido todo, y donde ninguna visión racional o utópica resulta esperable. La fuerza plena “de las cosas” se encuentra en el hoy inmediato, convertido en apariencia efímera desde la óptica de la persona, considerada en tanto ser individual, al tiempo que “representación eterna para una humanidad en la que lo siempre nuevo se convierte indefinidamente en siempre lo mismo. Desaparece así el concepto de historia como progreso de la razón y de transformación social”, deviniendo presente cuya última finalidad es su propia reproducción [9].

                Kroker apunta a potenciar la vertiente radicalizada del postestructuralismo contemporáneo, corriente filosófica que -en conjunto- concibe la presencia actual de cierta fuerza abstracta, operante en función de locus desencantado con relación a la nula factibilidad de realización de los proyectos “modernos”. El autor de marras se dedica a un tratamiento conceptual alrededor del proceso intelectual caracterizado por la deconstrucción semiológica, partiendo de la perspectiva diseñada por Baudrillard, con la meta ubicada en la revisión reflexiva “acerca del extraño y mágico encuentro en la mente occidental de Marx y Nietzche” [10].

                Este punto de vista intenta demostrar la vigencia, en nuestros días, de una especie de “ruptura fantástica [surgida de] un rechazo político de la ilusión referencial, [que anida] en el corazón del periodo moderno”, y cuyo efecto fundamental radica en una determinada negación epistemológica “de la existencia a priori de un campo privilegiado de finalidades”. De este modo evoluciona una actitud crítica progresiva hacia los presupuestos, de orden implícitamente naturalista, respecto de que “los grandes referentes del trabajo, el capital, el inconsciente” constituirían los puntos básicos de anclaje de la realidad humana y social. Se asume, entonces, un posicionamiento realineado -críticamente- con la teoría marxiana, dado que el lugar de las mercancías, el fetichismo de las cuales debía ser abolido, es ocupado ahora por el “signo”, relativizándose por tanto la incidencia del proceso histórico material (estructuralmente económico) representado por la acumulación capitalista. Es decir que el punto nodal de apoyo -o piedra basal-, sobre el que gira la dinámica del régimen de producción, es desplazado por un nuevo núcleo explicativo, conformado en torno al “eje poder/ideología” [11].

                En este sentido, el corpus teorético elaborado por el postestructuralismo francés remite a la revelación de que la obra de Nietzche “se encuentra en el principio y en el final de El Capital [dado que] la propia recuperación del marxismo occidental, como adecuado recuento de la oscuridad [interna] del proyecto moderno, depende de la reinterpretación” del contenido abarcado por aquel texto. Ello debería sustanciarse desde el significado del “aspecto implosivo [y] adelantado”, en referencia al inmanente nihilismo reflejado en la visión del valor-forma de la seducción, contemplado en el ideario nietzscheano [12].

                De manera que “los valores positivo/negativo del código verdadero/falso son aplicables [tanto] a hechos referenciales ajenos [síntesis] como a los... autorreferenciales [análisis]” [13].

La cuestión atinente a la referencia se ubicaría, por lo tanto, en el centro del debate surgido en torno a la esencia del conocimiento científico, en la medida en que “tan pronto como se distingue entre problemas de referencia [y] de código, las circunstancias se reordenan”, por lo que tiende a abandonarse la discriminación, establecida convencionalmente, entre verdades analíticas y sintéticas.

                Kroker intentó caracterizar parte de la obra filosófica construida por Baudrillard, en tanto revisora crítica de algunas cuestiones centrales planteadas por la teoría marxista clásica, basada en un ángulo enfocado desde cierta perspectiva aggiornada y partiendo de un punto de vista alojado en el pensamiento elaborado por Nietzsche. La presencia del sentimiento trágico en la concepción baudrillardiana, heredado del nihilismo característico del autor alemán, conduce a reflexionar sobre “nuestro encarcelamiento en el mundo esterilizado del poder abstracto como esencia de la modernidad”. Es decir que en ningún momento de la historia habría existido una “relación social”, de manera que jamás hecho alguno demostró la presencia de acciones de carácter colectivo, razonamiento que lleva a deducir que “sobre [la] base insoslayable de desafío, seducción y muerte, nunca ha habido otra cosa que simulación de lo social”  [14].

                El filósofo francés interpreta que el fenómeno consistente en la ahistoricidad de la sociedad postmoderna refleja una representación paradójica del “instante mesiánico” transmutado a la realidad actual. Es decir que percibe un intento de vislumbrar el futuro partiendo de la perspectiva de un mundo en el que ya ha ocurrido todo, y donde ninguna visión racional o utópica resulta esperable. La fuerza plena “de las cosas” se encuentra en el hoy inmediato, convertido en apariencia efímera desde la óptica de la persona, considerada en tanto ser individual, al tiempo que “representación eterna para una humanidad en la que lo siempre nuevo se convierte indefinidamente en siempre lo mismo. Desaparece así el concepto de historia como progreso de la razón y de transformación social”, deviniendo presente cuya última finalidad es su propia reproducción [15].

                Kroker apunta a potenciar la vertiente radicalizada del postestructuralismo contemporáneo, corriente filosófica que -en conjunto- concibe la presencia actual de cierta fuerza abstracta, operante en función de locus desencantado con relación a la nula factibilidad de realización de los proyectos “modernos”. El autor de marras se dedica a un tratamiento conceptual alrededor del proceso intelectual caracterizado por la deconstrucción semiológica, partiendo de la perspectiva diseñada por Baudrillard, con la meta ubicada en la revisión reflexiva “acerca del extraño y mágico encuentro en la mente occidental de Marx y Nietzche” [16].

                Este punto de vista intenta demostrar la vigencia, en nuestros días, de una especie de “ruptura fantástica [surgida de] un rechazo político de la ilusión referencial, [que anida] en el corazón del periodo moderno”, y cuyo efecto fundamental radica en una determinada negación epistemológica “de la existencia a priori de un campo privilegiado de finalidades”. De este modo evoluciona una actitud crítica progresiva hacia los presupuestos, de orden implícitamente naturalista, respecto de que “los grandes referentes del trabajo, el capital, el inconsciente” constituirían los puntos básicos de anclaje de la realidad humana y social. Se asume, entonces, un posicionamiento realineado -críticamente- con la teoría marxiana, dado que el lugar de las mercancías, el fetichismo de las cuales debía ser abolido, es ocupado ahora por el “signo”, relativizándose por tanto la incidencia del proceso histórico material (estructuralmente económico) representado por la acumulación capitalista. Es decir que el punto nodal de apoyo -o piedra basal-, sobre el que gira la dinámica del régimen de producción, es desplazado por un nuevo núcleo explicativo, conformado en torno al “eje poder/ideología” [17].

                En este sentido, el corpus teorético elaborado por el postestructuralismo francés remite a la revelación de que la obra de Nietzche “se encuentra en el principio y en el final de El Capital [dado que] la propia recuperación del marxismo occidental, como adecuado recuento de la oscuridad [interna] del proyecto moderno, depende de la reinterpretación” del contenido abarcado por aquel texto. Ello debería sustanciarse desde el significado del “aspecto implosivo [y] adelantado”, en referencia al inmanente nihilismo reflejado en la visión del valor-forma de la seducción, contemplado en el ideario nietzscheano [18].

                La perspectiva filosófica defendida por Baudrillard se ajusta a la emergencia del “nihilismo como sino de la modernidad”, realidad manifiesta a través de la proliferación de signos surgidos de la presupuesta muerte del poder, de la verdad y del trabajo. Esta postura conlleva ineludiblemente una “crítica del fetichismo productivista de la economía política de Marx”, mutando desde una actitud meramente existencialista hacia una filosofía trágica de la sociedad, vista en términos de “gran sistema de signos”, mediante la proclamación del surgimiento de lo simbólico, enfrentado decididamente a la “semiurgia radical del signo” [19].

                La sociedad moderna asiste al despliegue de un simulacro del conjunto de finalidades referenciales, tales como el poder, la verdad, la historia y el capital, situación que aludiría a la expresión de una teorización acerca de la “mercancía cínica”. Tal conceptualización refiere, a través de la versión baudrillardiana, al “punto en que la forma mercancía, abandonando su histórica asociación con el simulacro del trabajo concreto, se revela como lo que siempre fue: un sistema de signos transparente que traza en el espacio curvo de la economía política (y luego en la teoría del consumo) el ciclo implosivo, desacumulativo y seductor del poder moderno”. Se trata, entonces, de un enfoque abordado a partir del perfil de la modernidad que manifiesta su costado oscuro, aquel que comprende la existencia de un “mundo totalmente desilusionado del trabajo, el mito y la dominación [en cuanto] signos emblemáticos” [20].

 


[1] Ídem, pág. 34

[2] Ídem, págs. 37-38

[3] Ídem, pág. 40

[4] Ídem, pág. 40

[5] Ídem, págs. 46-47

[6] Ídem, pág. 47

[7] Ídem, págs. 32-33

[8] PICÓ, J., ob. cit., pág. 11

[9] PICÓ, J., ídem, págs. 48-49

[10] KROKER, Arthur: “El Marx de Baudrillard”; en Picó. J., ob. cit., pág. 293

[11] KROKER, A., ídem, pág. 293

[12] NIETZSCHE, Friedrich (1973): “En torno a la voluntad de poder”; Ediciones “62”, 1973. Las referencias generales de este párrafo corresponden a Kroker, A., ob. cit., págs. 293-294

[13] Ídem, págs. 32-33

[14] PICÓ, J., ob. cit., pág. 11

[15] PICÓ, J., ídem, págs. 48-49

[16] KROKER, Arthur: “El Marx de Baudrillard”; en Picó. J., ob. cit., pág. 293

[17] KROKER, A., ídem, pág. 293

[18] NIETZSCHE, Friedrich (1973): “En torno a la voluntad de poder”; Ediciones “62”, 1973. Las referencias generales de este párrafo corresponden a Kroker, A., ob. cit., págs. 293-294

[19] KROKER, Arthur (1999): “El Marx de Baudrillard”; en Picó, Josep (comp.): “Cultura y modernidad. Seducciones y desengaños de la cultura moderna” [Madrid, Alianza Editorial, 1999, págs. 294-295

[20] KROKER, A., ídem, pág. 295

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