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INKORRUPTIBLES. Misceláneas sociopolíticas

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LIMITACIONES DEL TARDOLIBERALISMO NEOCONSERVADOR DE "CAMBIEMOS" - Juan Labiaguerre

La idea de “bloque histórico” alude a las vinculaciones de la base económico-productiva de la sociedad con relación al ámbito superestructural de la misma, de carácter ideológico, cultural, jurídico, político, e institucional [Gramsci]. Aquella noción conlleva una apreciación conceptual y práctica, cuestionadora de los enfoques mecánico-deterministas en lo concerniente a los nexos establecidos entre los campos de la economía y de cultura, respectivamente, y la esfera política, de una nación. Bajo esta concepción la institución estatal, además de implicar supremacías interclasistas, cristaliza las simbiosis formadas por los binomios aparato represivo / apoyo consensuado, y componente hegémonico / dominación legítima, que coordinan el ejercicio adecuado del poder político, constitucionalmente legalizado.

El enorme obstáculo que se le interpone a la alianza cambiemos, en aras de configurar un bloque histórico, consiste en haber clavado “una pica en Flandes”, al desestructurar radicalmente, en tan solo 16 meses, un modelo socioeconómico que, más allá de sus limitaciones y errores que le son achacables, apuntaba a la industrialización basada en el mercado interno, redistribuir la torta de la riqueza nacional, apuntalar el empleo laboral, concretar políticas sociales universalistas y focalizadas, ampliar los derechos ciudadanos de la mayoría de la población, múltiples medidas inclusivas, etcétera. Tal giro brusco de la gerenciadora que lo reemplazó procura instalar un “paradigma”, no por obsoleto menos persistente, beneficiario del decil más acomodado económicamente de la sociedad, y anclado únicamente en los sectores productivos primario-exportadores, especuladores financieros, e importadores de bienes terminados de consumo. A esos grupos debe agregarse a los grandes empresarios de la “patria contratista”, dedicados a la construcción de obras públicas, mediante pingües negociados turbios con el Estado, los cuales en la actual administración cuentan con la incomparable ventaja de tener a dichos actores a “ambos lados del mostrador”, comenzando por familiares y allegados íntimos de la misma primera magistratura.

En la medida en que dicha estructuración económico-financiera se afianzare, y la coalición espúrea gobernante intentase consolidar su endeble “hegemonía”, deberá munirse de una plataforma cultural-ideológica, que hasta ahora solamente remite a los postulados ortodoxos neoliberales, escudados interesadamente por la oligarquía terrateniente junto a las megaentidades bancarias globalizadas, y el entorno empresarial que incide en las decisiones del “poder ejecutivo”, y requerirá el refuerzo de ese bagaje discursivo falaz elaborado por sus think tanks asesores.

La supremacía de los CEO implantados en la Casa Rosada resulta avalada también por un segmento cuantitativamente relevante de la sociedad, que representa a muchos grupos, aislados entre sí, que profesan un profundo odio hacia los estratos subalternos de aquélla, a pesar de que esos colectivos “pro-cambiemos” hubiesen sido eventualmente favorecidos -en forma objetiva- enclenque por las políticas de los gobiernos kirchneristas. Este último conglomerado carece de ideas positivas y constructivas conducentes a la defensa de un proyecto coherente alternativo, al encontrarse inconscientemente desclasados, por lo cual no podrán aportarle a la gestión “no sé, te la debo” un sustento superestructural, que coadyuvase a la construcción de una dirección intelectual y moral [Gramsci], cualidades a ojos vista inhallables en la administración público-privatizadora, elegida democráticamente.     

Por otro lado, muchas veces en las narraciones autodeclaradas pacíficamente armónicas, que enarbolan la “felicidad conjunta”, subyacen talantes y sentimientos profundamente violentos, que reflejan con frecuencia deseos revanchistas ocultos en su superficie. Asimismo, aunque el poder meramente coercitivo no dispone de “la nobleza simbólica de la hegemonía, siempre abierta a la invención popular y al ensayo de gramáticas políticas de nuevo cuño, sí tiene a su favor no necesitar de la experiencia de la verdad” [Alemán].

Las estrategias del neoconservadurismo liberal, como es el caso del experimento “macrista”, suelen recurrir a mecanismos proclives a autoadjudicarse el ejercicio de la razón absoluta, en lo referente a distintos menesteres. Los gobiernos de derecha, que pretenden aplicar aquella doctrina axiomática, deciden cuál sería “la significación de los hechos hasta el punto de la inverosimilitud más impune”. Ello descarta un comportamiento hegemónico genuino, que incluye vacío, apertura, contingencia e imposibilidad de nombrar y darle sentido a la totalidad. En consecuencia, el poder específicamente neoliberal no consigue “invisibilizarse”, en la medida en que requiere ineludiblemente “excluir, segregar, expulsar, rechazar, […] con los dispositivos represivos pertinentes” [Alemán].

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