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INKORRUPTIBLES. Misceláneas sociopolíticas

Cognición y Epistemología. Política y Sociedad, Estado, Democracia, Legitimidad, Representatividad, Equidad Social, Colonización Cultural, Informalidad y Precariedad Laborales, Cleptocracia, Neoconservadurismo, Gobiernos Neoliberales, Vulnerabilidad, Marginaciones, y Exclusión Colectivas y Masivas, Kirchnerismo Peronista, Humanidades, Sociología, Ciudadanía Plena, Descolectivización e Individualismo, Derechos Sociopolíticos, Flexibilidad ocupacional. Migraciones Laborales. Discriminaciones por Género, y Étnico-raciales, Políticas Socioeconómicas, Liberalismo neoconservador, Regímenes neoliberales de acumulación, Explotación laboral, Mercado de trabajo, Flexibilización y precariedad ocupacional, Desempleo, subocupación, subempleo, Trabajo informal...

LA DEGRADACIÓN SOCIO-OCUPACIONAL CONTEMPORÁNEA [II] - Juan Labiaguerre

...Dentro de un marco internacional determinado por el devenir de la remanida era de la globalización, potenciada fundamentalmente desde comienzos de los años noventas, sobresalen las connotaciones específicas de la cuestión ocupacional, destacando la mutación de las condiciones laborales y sus efectos socioeconómicos, durante el tramo final del siglo pasado. Se recurre al vocablo mutación, y no así otros de significado más restringido, tales como cambio o transformación, pues aquella expresión atañe a una especie de mudanza de escenario, o metamorfosis, que conlleva la afectación profunda de una conformación estructural previa. Justamente, la transición iniciada en épocas recientes, y cuya evolución aún continúa, es acompañada por el quiebre radical de los fundamentos de una sociedad dinamizada por pautas y valores singulares, concernientes a metas sesgadas hacia el crecimiento económico, cuya orientación predominante consistió en la búsqueda del "progreso industrial".

En consecuencia, devinieron cambios técnicos en la organización del trabajo, que provocaron la reconversión de las relaciones socioproductivas; las mismas repercutieron, por ejemplo, en el trastocamiento del mercado laboral en América Latina. Una vez expuesto el apogeo, durante cerca de tres décadas en la posguerra, de los Estados de Bienestar, junto a la vigencia del modelo fordista de relaciones industriales, trataremos los factores que generaron la decadencia de ambos procesos. Este fenómeno conlleva el surgimiento de una nueva etapa, aún en plena evolución, en lo que refiere al carácter y a las formas de utilización del trabajo en la sociedad. Nos ubicamos temporalmente, entonces, en el periodo comprendido entre la primera mitad de los años setenta y fines del siglo XX. Dentro de dicho lapso, destacan la emergencia del posfordismo junto al declive de los Estados de Bienestar, esto es la transformación de las funciones estatales y el desguace del “industrialismo fordista”, ambos procesos interdependientes de manera recíproca y acompañados por el debilitamiento del poder de negociación de las organizaciones sindicales.

Así como el yugo representa toda manifestación de atadura, carga pesada o prisión, lo cual remite a modalidades supuestamente arcaicas de explotación de la fuerza humana de trabajo, el “curre” equivale semánticamente al ejercicio de cualquier actividad laboral, vocablo que muchas veces también significa, en el terreno fáctico, la realización de actividades no liberadas absolutamente de ciertas formas primitivas de explotación ocupacional.

Habiendo desarrollado previamente las consecuencias sociales de la creciente inestabilidad que presentan los puestos de trabajo en la actualidad, es preciso considerar sus derivaciones en el espectro ampliado de las vinculaciones entre individuos y grupos, lo cual conduce al análisis de las aristas disolventes del entramado comunitario, coherentes con el predominio del neoliberalismo. Por consiguiente, se evaluará la nueva anomia de las sociedades "desmercantizadas", surgida de la habitualidad de experiencias personales y colectivas en torno a situaciones de carencia recurrente de trabajo. Ello configura un horizonte laboral caracterizado por la dualización funcional y la polarización estratificacional, lo cual se refleja en los graves impactos sociales de la sectorización creciente de la mano de obra.

En suma, destacan las transformaciones del mundo laboral, y sus repercusiones socioeconómicas y culturales, durante la segunda mitad del siglo XX. Si bien el análisis destaca la etapa comprendida por las últimas tres décadas del mismo, se parte de los procesos de trabajo característicos de la inmediata posguerra, dentro del “bloque occidental” de naciones. Paralelamente, son evaluadas ciertas interpretaciones que reflejaron tal evolución, en el campo interdisciplinario de la sociología, la ciencia política y la economía [1].

Resumiendo, la problemática del análisis apunta a la dilucidación de las siguientes ítems:

Deben evaluarse comparativamente los caracteres básicos de las relaciones productivas, inherentes al proceso de trabajo, en dos periodos consecutivos, abarcados por las décadas de los cincuenta y sesenta, de un lado, y por los recientes últimos treinta años, del otro. Dicha demarcación cronológica es en parte arbitraria, aunque resulta necesaria de cara a distinguir, con cierto grado de abstracción, ambas fases, en lo que concierne a sus manifestaciones específicas en el área propia del enfoque propuesto. La instancia de inflexión se ubica temporalmente en el lapso comprendido entre los años 1968 y 1973, coyuntura de incubación y despliegue de una crisis económica y sociopolítica transnacional, cuyo tratamiento exhaustivo excede el marco de este ensayo [2].

Asimismo es preciso contrastar, de modo teórico y empírico, las connotaciones sociolaborales de la vigencia sucesiva del “trabajo fordista”, en el marco predominante de los Estados del Bienestar, y del denominado postfordismo, en forma paralela al auge de las políticas neoliberales, de manera respectiva. En tal sentido deben contemplarse, en particular, los cambios ocupacionales operados entre las dos etapas señaladas, con referencia a la evolución de los vínculos interpersonales e intergrupales, asentados en la actividad laboral. Es contextualizada, entonces, la emergencia de perfiles diferenciados de inserción en el mercado de trabajo, mediante una perspectiva que remite a diferentes mecanismos de integración social. Devinieron, sucesivamente, las formas típicas de “comunización mercantil”, la progresiva informalización de las relaciones de producción, cristalizadas en el despliegue de diversas estrategias de supervivencia, en áreas sociales marginales, y los procesos anómicos derivados del gradual incremento de áreas extramercantiles.

El abordaje precitado requiere estimar las consecuencias del fenómeno de la “globalización”, en cuanto a sus repercusiones sobre las condiciones concretas de vida de la mayoría de la población económicamente activa de los distinos continentes, y las pertinentes a sus entornos familiare y comunitarios. Al respecto, cabe señalar la correspondencia entre la mutación de las condiciones laborales, durante la vigencia del esquema organizativo fordista, y de los Estados “Benefactores”, y en la situación actual, con respecto a las conceptualizaciones específicas elaboradas por la teoría sociológica general. Para ello es necesario detallar los procesos de informalidad creciente en las inserciones ocupacionales, vinculados a expresiones heterogéneas de precarización del empleo. Tal factor refleja un abanico de circunstancias, colectivas e individuales, desde su cristalización extrema, a través del “cese abierto” del quehacer laboral, y sin ningún tipo de subvención frente al mismo, hasta la proliferación de contratos de trabajo temporales y “flexibles”.

Por otra parte deben subrayarse, en forma prioritaria, los mecanismos de marginalidad o exclusión sociales, derivados de la ubicación periférica de determinadas localizaciones, con relación al núcleo hegemónico del sistema económico y del aparato productivo vigentes, especialmente en ciertas regiones tercermundistas. Esta apreciación remite a la ponderación del nexo actuante entre el fraccionamiento progresivo de numerosos segmentos de la sociedad, nucleados en el contingente de fuerza de trabajo disponible, y el desarrollo de nuevos comportamientos de carácter anómico, surgidos de una “desmercantilización” del proceso de reproducción social de una franja masiva de la población mundial.

El panorama anteriormente esbozado demuestra la correlatividad existente entre el renovado marco “informal y flexible” del espectro laboral y la elaboración de teorías sociales consideradas posmodernas, hacia fines del milenio, en lo que refiere a la ruptura con determinadas concepciones heredadas del racionalismo clásico y vigentes durante dos centurias. En ese orden, destacan las visiones abstractas sobre la imprevisibilidad emergente, el riesgo, la contingencia y la incertidumbre, trasladados espuriamente al proceso inevitable de fragilización de la condición ocupacional. Es tratada, en consecuencia, la hipotética coherencia lógica de ciertos planteos teóricos con relación al intento de legitimar la “naturalidad” del devenir de desnormativización, e individuación, en el ámbito del trabajo.

Cabe detallar, a partir del conjunto de factores indicados previamente, los mecanismos propios del funcionamiento del régimen social de acumulación predominante y, en la actualidad, reformulado. El mismo conlleva una regresión en la distribución de los ingresos, y consiguientes efectos expansivos de pauperismo e indigencia, conflictos y violencia sociales, migraciones entre países y continentes que generan nuevos antagonismos étnicos, entre otros fenómenos relevantes. Si bien se han ensayado abundantes interpretaciones acerca de los reacomodamientos del proceso de trabajo en las últimas tres décadas, el presente enfoque -necesariamente sesgado, dado el entramado complejo del asunto en cuestión- procura tratar dichos cambios desde un punto de vista acotado. Éste consiste en tomar como eje el desempleo, la subocupación horaria, la precariedad del empleo, la temporalidad laboral, las actividades no registradas o en negro y la flexibilización contractual. El concepto ampliado de “informalidad” expresa una tendencia constante a partir de los años setenta, que abarca y explica el surgimiento coyuntural, y luego la consolidación, de los procesos mencionados [3].

Debido a la evolución expuesta, ha surgido una nueva modalidad anomia sociolaboral en la denominada, en términos inapropiados, sociedad “postindustrial” o la información, proceso cualitativamente diferenciado aquel propio de la industrialización temprana, en los países desarrollados, tal como fuera remarcado por la sociología clásica decimonónica. Un tópico anexo refiere a la contextulización de ciertos temas, aludidos por algunas teorías sociopolíticas posmornas, ntro del marco de las transformaciones señaladas en la esfera laboral, aspecto vinculado al papel que cumplieron diversas concepciones de las ciencias sociales contemporáneas, las cuales de algún modo justifican los procesos antedichos. Ello lo realizan sobre la base la supuesta emergencia de una “sociedad global”, portadora de un sistema político y económico uniformado, que remite a un utópico fin la historia.

Por otro lado, debe tenerse en cuenta que el posicionamiento social, relacionado al tipo de ocupación laboral, constituye el fundamento a partir del cual se derivan las condiciones materiales de existencia, y que sólo en un marco digno de trabajo pueden lograrse niveles de satisfacción de las necesidades esenciales de la condición existencial humana, las que conllevan la realización de un conjunto de potencialidades personales. Como consecuencia de ello, no alcanza con la existencia de empleos que resulten eficientes desde el punto de vista estrictamente económico, sino que ellos deben apuntar a la cristalización de formas más justas de distribución de los bienes, en relación con aquellas impuestas por el modelo económico vigente. Mientras tanto, en marcado contraste con dicho ideal, el estrechamiento de los márgenes de ocupaciones estables, que simultáneamente aseguren niveles protectivos elementales para el trabajador, representa la antesala de mayores grados de empobrecimiento y marginalidad [4].

El conjunto de transformaciones ocurridas en el proceso, las funciones y el significado concreto del trabajo incidió sobre el ámbito de las relaciones sociales y en el trastocamiento de la estructura estratificacional. Además, los cambios en los conflictos interclasistas y las tensiones operadas entre fracciones de una misma “clase” social, repercutieron en el campo de la teorización sociológica. Además, las variaciones experimentadas por la esencia propia del trabajo humano modificaron sustancialmente su función convencional, en cuanto bisagra del proceso de “integración social”, papel que se le ha adjudicado a través distintas perspectivas teóricas, clásicas y modernas.

Desde una óptica panorámica puede indicarse que, dada la heterogeneidad de perspectivas conceptuales, a través de las cuales fue tratada la “cuestión social del trabajo”, en las últimas décadas del siglo, la coincidencia general -más allá de los sesgos particulares- radica en el reconocimiento de una transformación radical del ocupacional, que ha derivado en una consecuente necesidad de reevaluar la función del quehacer laboral, con relación a la eventual vigencia de lazos sociales vinculantes en su seno, generadores de cierta agregración masiva de trabajadores al sistema socioproductivo hegemónico.

La reconversión sucesiva de las teorías sociales en general, en el transcurso del siglo XX, que comprendieron el estudio de los cambios en el proceso de trabajo, reflejando las transformaciones operadas en diversas sociedades, puede resumirse de acuerdo a los siguientes ítems:

Durante gran parte del siglo XX tendió a predominar una concepción de la sociedad moderna vinculada al proceso de crecimiento económico, sobre todo industrial, de las naciones. En dicho contexto temporal, las distintas corrientes sociológicas clásicas del periodo decimonónico fueron reinterpretadas, desde escuelas del pensamiento diferenciadas, algunas de las cuales lo hizo a partir de una posición legitimadora de los mecanismos sociopolíticos inherentes al “progreso”, meramente técnico-productivo, de la industrialización, principalmente en el occidental de países. Por otro lado, ciertas teorías racionales críticas cuestionaron -ya desde la primera mitad de la centuria pasada- la dirección asumida por el sistema económico capitalista, comenzando por el de las naciones avanzadas, en vistas de su sesgo tecnocrático y burocratizante, generador de profundos desequilibrios sociales. En ese sentido, pueden mencionarse dos expresiones representativas de tal cuestionamiento: la postura teórica crítica adoptada por la “Escuela de Frankfurt” y los eventos internacionales del año 1968, centrados en las manifestaciones de protesta y rebeldía del “mayo francés”. Con el trasfondo de la existencia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas distintas visiones marxistas, la mayoría opuestas al modelo de sociedad allí establecido, pugnaron por imponer una línea radical de rechazo al capitalismo, incluyendo el estatal (o “socialismo de Estado”). Pasado el auge de posguerra en las economías desarrolladas, comenzó un declive generalizado de las idealizaciones convencionales, en referencia al supuesto “progresismo”, implícito en la evolución de la civilización industrial. A partir de entonces, surgieron enfoques polisémicos, relacionados con el significado del “progreso humano”, que rescataron factores tales como el mejoramiento de la calidad de vida, partiendo del aprovechamiento del incremento general de la productividad. Desde el denominado “fin de la guerra fría”, en 1989, se generó un quiebre profundo de muchas interpretaciones sociopolíticas, teniendo en cuenta el derrumbe del mundo comunista. Entonces, variadas instancias coadyuvaron al nacimiento y circulación de la llamada posmodernidad en el campo intelectual, concepción que resultó “cómplice objetivo” en algunos casos -en forma premeditada o involuntaria, según los autores- del apogeo neoliberal, iniciado en la década de los años ochenta. De allí en más, se intensificó el desarrollo teórico de determinados elementos conceptuales (económicos, políticos y sociales), acompañados de consecuentes esbozos doctrinarios, que desencadenaron la degradación del vínculo histórico establecido entre las dimensiones modernización, avance tecnológico, crecimiento económico, productividad, por un lado, con “bienestar de la humanidad” por otro. Ya en la segunda mitad de la década de los noventas, pasado el optimismo ilimitado sobre las ventajas de la imposición de la “aldea global”, en todos los aspectos de la vida humana, se inició un proceso de crítica progresiva respecto a varias de sus implicaciones socioeconómicas, con relación a una masa creciente de la población mundial.

Como todo hecho que implica la interacción colectiva de personas, y entre grupos humanos, la problemática que gira en torno al proceso de trabajo requiere un enfoque interdisciplinario. Aunque exceda el marco de este estudio, es preciso mencionar que la cuestión referida presenta aristas antropológicas, filosóficas y sociopsicológicas, sobre las cuales han sido tratados muchos aspectos del significado sustantivo de la actividad laboral. Por otra parte, obviamente la historia constituye una materia imprescindible para la comprensión, comparativa, de la evolución del universo ocupacional.

Teniendo en cuenta el ineludible acotamiento de un asunto tan complejo como multiforme, su abordaje es circunscripto sólo a algunas aportaciones realizadas desde las áreas de la sociología, la ciencia política y la economía. Estas disciplinas comparten un espacio común, e inescindible, del objeto de investigación abordado; sin embargo, más allá de dicha contribución disciplinaria conjunta, corresponde señalar que la elaboración conceptual alrededor del eje teórico expresa un relativo sesgo sociológico.

La sociología se ha dedicado enfáticamente al análisis del trabajo y de sus implicaciones respecto al accionar grupal, desde sus inicios como ciencia independiente, durante la primera mitad del siglo XIX. La mayoría de los autores, y escuelas, considerados fundadores históricos de la disciplina, han hecho hincapié en aquel problema, y asimismo muchas corrientes contemporáneas lo destacaron, en cuanto cuestión central de los asuntos cruciales que debe enfrentar el sociólogo. No obstante, y al margen de tal especialización temática, la explicación acerca de las connotaciones pluridimensionales del “mundo laboral” demanda el entendimiento del ámbito político, dentro del cual se desenvuelve. Ello ocurre en la medida en que la esfera del poder, de la representación de intereses, del Estado y de los sistemas de gobierno, son determinantes de varios factores que afectan directamente el campo ocupacional, en sí mismo y el de su entorno comunitario. Además, ciertas ramas de la ciencia económica no pueden soslayarse, a fin de obtener una comprensión amplia de dicha área de estudio dado que, al menos, es preciso conocer las variables básicas de funcionamiento del mercado, en tanto ámbito de producción, intercambio, distribución y consumo de bienes. Ese requisito obedece a que el quehacer laboral es realizado en un marco condicionado por la vigencia de determinadas leyes, parcialmente articuladoras de las interacciones entre oferta y demanda de mano de obra, aunque en la práctica concreta ellas resulten severamente distorsionadas por factores “extramercantiles”.

La explicitación anterior de la perspectiva interdisciplinaria adoptada permite explicar el criterio la metodológico que se ha utilizado en este tratamiento conceptual; en principio, se puntualiza que las técnicas de investigación, estimadas en sentido estricto, sólo refieren a procedimientos, instrumentos, modos o pasos del método, por lo que el mismo no debe identificarse con aquéllas. En ese aspecto, la función de observación en el campo de las ciencias sociales refiere a procedimientos específicos llevados a cabo en una tarea investigativa determinada, es decir al uso de “herramientas” mediante las cuales es posible observar la realidad en estudio. Sin embargo, la “observación científica general”, propiamente dicha, remite a un proceso por el que los datos se hacen asequibles al investigador a través de sus sentidos, desde una estricta posición teórica [...] Para acceder a tales datos se han desarrollado en las ciencias sociales diversas técnicas e instrumentos, cuya clasificación no es materia sobre la que exista mucho acuerdo [5].

En las áreas contempladas por las disciplinas sociales no existe un método único y exclusivo, a efectos de acceder al conocimiento del objeto de análisis, sino que es aplicada una metodología compuesta. Ésta abarca diversas instancias, cada una de ellas conforme a las facetas de la realidad que se procura investigar, pues nada -o muy poco- en la sociedad humana es natural y todo -o casi todo- es histórico. La realidad social (incluyendo realidades propiamente dichas como apariencias) es, pues, producto de la actividad social humana, no algo dado, natural o necesario [6] .

La aproximación al tema acerca de la situación actual de la informalidad ocupacional hace imprescindible una consideración previa de su estadio pretérito, más o menos mediato, pues la “cuestión del trabajo” en nuestros días no apareció de modo súbito y espontáneo, sino que responde -en forma de continuidad, reforma o ruptura- a una problemática que la precedió cronológicamente. En virtud de ello, partimos de la premisa consistente en que la ciencia de la sociedad ha de recurrir de manera sistemática al método histórico... [pues] el sociólogo ha de interrogarse, e interrogar a la realidad social, acerca del “cursus” sufrido por aquello que estudia, sobre cómo ha llegado a ser como es, e incluso por qué ha llegado a serlo... [7]

Por otra parte, frente a la visión epistemológica de raigambre positivista, que tanta incidencia ha tenido en los estudios sociales, el perfil investigativo que sustenta la tesis es ajeno a la atribución de la condición de “naturalidad” a los hechos sociales, tal como éstos vienen dados, tomando plena conciencia de que analizamos procesos de algún modo contingentes [8]. De allí que historia y sociología conforman emprendimientos del conocimiento mutuamente imbricados, de alguna forma el “cara y cruz de una misma moneda”, debido a la coincidencia del objeto a indagar, el cual debe ser analizado de manera complementaria...

 


[1] Corresponde realizar tres aclaraciones iniciales. a) Por <universo laboral>, entiendo el escenario amplio, derivado de las relaciones productivas, compuesto de elementos socioeconómicos y culturales, que configuran las condiciones integrales de vida, resultantes de las inserciones ocupacionales. En consecuencia, caben dentro de ese concepto los modos de realización de las potencialidades esenciales del ser humano, teniendo en cuenta los mecanismos de reproducción, biológica y social, de individuos y colectivos. En las sociedades modernas, el “trabajo productivo” es un referente básico para evaluar los factores que determinan el reparto de bienes y riqueza generados colectivamente. b) El uso del término <proceso de trabajo> abarca un conjunto de variables entrelazadas, sólo estimables en forma aislada mediante una abstracción conceptual, que comprenden el tipo de actividad concreta realizada por los trabajadores, a través de sus capacidades físicas e intelectuales, en el marco de un nivel determinado alcanzado por las aplicaciones tecnológicas a la producción. Además, se realiza en un contexto de relaciones sociales específicas que remiten a la vigencia de un régimen de acumulación, el cual alberga contradicciones objetivas de intereses, entre los sectores capitalistas y la mano de obra. c) En la medida en que la esfera delimitada por la teoría sociológica pareciera ceñirse a un tratamiento “especializado”, refiero al <campo interdisciplinario> de las ciencias sociales. Ello debido a que resulta impracticable una explicación “sociológica” excluyente, entendida en su carácter estricto dado que, al margen de los procesos económicos que entran en juego, no pueden obviarse los hechos políticos. Éstos devienen cruciales en el encadenamiento del accionar estatal, la representación de intereses correspondientes a la sociedad civil, y la articulación de ambos ítems con el funcionamiento del mercado.

[2] Tal periodo crítico comprende eventos variados, tales como las implicaciones geopolíticas de la guerra de Vietnam, un reposicionamiento de las naciones europeas, económicamente avanzadas, frente a EE.UU., la “crisis del petróleo”, las presiones de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP) y del Movimiento de Países No Alineados al <mundo occidental>, etcétera.

[3] La investigación particular, y con mayor nivel de profundización, realizada respecto al conurbano bonaerense, es orientada en la misma dirección, es decir aborda las manifestaciones, como así también los efectos, de la proliferación de trayectorias laborales determinadas por estados permanentes, y de larga data, de <ocupación informal>. Ello al margen de los indicadores oficiales, sobre el porcentual de trabajadores parados y subempleados, cuya cifra -aunque notable- tiende a minimizar la situación y las consecuencias reales del grave deterioro de las condiciones del trabajo en la Argentina, debido a que dejan de lado fenómenos no contemplados por los guarismos gubernamentales.

[4] Una comprensión cabal de la reducción del universo de la posición asalariada “formalmente”, y a la futilidad en aumento de ciertas ocupaciones convencionales, sobre todo en escenarios sociales periféricos, remite a la proliferación de mecanismos heterogéneos, orientados a la obtención de ingresos monetarios, o simplemente reducidos al aprovisionamiento económico vitalmente indispensable.

[5] GARCÍA FERRANDO, Manuel y SAN MARTIN, Ricardo: La observación científica y la obtención de datos sociológicos; en García Ferrando, M., Ibañez, J. y Alvira, F. (comp.), “El análisis de la realidad social. Métodos y técnicas de investigación” (Madrid, Alianza Universidad, 1993), pág. 118. En el mismo sentido, se aclara que “el uso de tales instrumentos de observación deja de lado los problemas epistemológicos básicos de la observación de la realidad, problemas que son previos a los de las técnicas de observación, ya que éstas han de fundamentarse necesariamente en una sólida teoría de la investigación científica” (pág. 116)

[6] BELTRÁN, M.: La realidad social; Madrid, Tecnos, 1991, pág. 21

[7] BELTRÁN, M., Cinco vías de acceso a la realidad social; en García Ferrando, M., Ibañez, J. y Alvira, F. (comp.), ob. cit. Es por ello que la variable temporal debe tenerse siempre en cuenta en el análisis de los problemas sociales [pág. 19]

[8] Al respecto, puede decirse que “la Sociología posibilita al menos la atenuación del etnocentrismo en lo que se refiere a la organización y los procesos sociales [permitiendo] percibir la historicidad de los fenómenos sociales estudiados ... la sociedad humana ha cambiado tanto de un país a otro y de un siglo a otro que se impone considerarla ante todo como un fenómeno histórico” (Beltrán, M., ídem, pág. 19)

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