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INKORRUPTIBLES. Misceláneas sociopolíticas

Cognición y Epistemología. Política y Sociedad, Estado, Democracia, Legitimidad, Representatividad, Equidad Social, Colonización Cultural, Informalidad y Precariedad Laborales, Cleptocracia, Neoconservadurismo, Gobiernos Neoliberales, Vulnerabilidad, Marginaciones, y Exclusión Colectivas y Masivas, Kirchnerismo Peronista, Humanidades, Sociología, Ciudadanía Plena, Descolectivización e Individualismo, Derechos Sociopolíticos, Flexibilidad ocupacional. Migraciones Laborales. Discriminaciones por Género, y Étnico-raciales, Políticas Socioeconómicas, Liberalismo neoconservador, Regímenes neoliberales de acumulación, Explotación laboral, Mercado de trabajo, Flexibilización y precariedad ocupacional, Desempleo, subocupación, subempleo, Trabajo informal...

PRECARIEDAD SOCIOLABORAL CONTEMPORÁNEA - Esteban AGULLÓ TOMÁS [II]

ENTRE LA PRECARIEDAD LABORAL Y LA EXCLUSIÓN SOCIAL: LOS OTROS TRABAJOS, LOS OTROS TRABAJADORES” [Esteban Agulló Tomás, 2001] – Dialnet, ISBN 84-368-1360-X

EL PROCESO DE PRECARIZACIÓN DEL TRABAJO: MULTIDIMENSIONALIDAD  Y TRANSVERSALIDAD. ¿DEFINIENDO LO INDETERMINADO, LO INVISIBLE, LO SUMERGIDO?: Uno de los aspectos que se derivan de la crisis del modelo de acumulación capitalista y más concretamente del derrumbe de la condición salarial, es la entrada en escena (nada novedosa, por cierto), fundamentalmente a partir de la década de los setenta y ochenta, de otro actor que con el transcurrir de los años estamos comprobando que posee verdaderas ansias de convertirse en el protagonista central del panorama sociolaboral actual. Nos estamos refiriendo al proceso de precarización del trabajo.

Merced a fenómenos como la descentralización productiva, las políticas de reestructuración/reindustrialización y todo tipo de medidas flexibilizadoras /desrregularizadoras, junto con la aplicación masiva de las nuevas tecnologías y la aparición de nuevas formas de organización laboral, se logra cambiar la naturaleza y la dinámica  de las relaciones laborales, generándose un incremento significativo de la precarización del trabajo.

Ya hemos visto con anterioridad que, para autores como Claus Offe, el desmoronamiento del contrato laboral y del paradigma del pleno empleo como pilares del orden social en las sociedades modernas, vienen mostrando “signos de erosión”. Incluso, nos dirá Offe, pese a que se le sigue considerando como elementos centralizadores, lo que está fallando es “el cumplimiento de sus funciones como pilar de asignación y distribución” y, por ende, del propio orden social. En consecuencia, el desempleo constituye algo más que una señal evidente de la fractura de este modelo institucional, la verdadera extensión del fracaso del mismo “adopta muchas formas, algunas visibles otras no tan obvias”. Por ello, también prefiere recurrir al concepto de precariedad para explicar de una forma más completa el momento crítico al que asistimos. Dicho concepto de precariedad evoca la “connotación de inestabilidad e imprevisibilidad nociva así como la falta de reconocimiento y aprecio social que va unida a esta condición”. Esta precariedad la distingue en dos formas: 1) la precariedad de la situación social, y 2) la precariedad de la subsistencia.

La precariedad de la situación social (producción) constituye una “condición de empleo ´no regular´ que afecta a una amplia variedad de personas”. Para Offe, este grupo comprende, “además de a aquellos que están registrados y considerados como ´desempleados´, a todos los trabajadores ´frustrados´, a los que trabajan a tiempo parcial pero quieren y están en condiciones de trabajar a jornada completa; incluye también a trabajadores que, de forma más o menos voluntaria, pasan a la jubilación anticipada y a aquellos que, por motivos igual de ambiguos, se someten a diferentes tipos de formación. El cuasi auto-empleo y el empleo a plazo fijo son otros casos a citar en este contexto”. Por lo que se refiere al otro tipo de precariedad, la de subsistencia (distribución/protección social), el autor hace mención a la diferencia de este fenómeno con las antiguas categorías y situaciones.

En la actualidad el problema de los niveles de “subsistencia” y protección ha adquirido mayores cotas de complejidad y de ambigüedad. En ese sentido, recuerda la situación norteamericana de los “pobres con trabajo” o la europea de los “trabajadores desprotegidos”, ambos colectivos de fuerza laboral se sitúan y disfrutan de un nivel por debajo de los estándares mínimos de protección social.

Pero, a tenor de lo que venimos exponiendo, ¿cabe alguna posibilidad de definir y acotar el fenómeno de la precarización del trabajo? Con el concepto de precariedad laboral, como ya hemos desarrollado en otro lugar, se intenta agrupar un sinnúmero de formas de trabajo (algunas antiguas y otras totalmente novedosas) que, hasta hace escaso tiempo, se apartaban de lo normativo, de lo regulado y de lo institucional: es decir estamos ante modos/contextos/culturas de trabajo distintos a la forma regular de trabajo, las que se denominaron en un principio “non-standard forms of employment”.

Las dimensiones que caracterizan la compleja y creciente precariedad laboral podrían resumirse de acuerdo al siguiente encuadre:

Dimensiones de la precariedad laboral La discontinuidad del trabajo (duración corta y riesgo de pérdida elevado, arbitrariedad empresarial e incertidumbre y temporalidad como norma, etcétera).

La incapacidad de control sobre el trabajo, deficiente o nula capacidad negociadora ante el mercado laboral (tanto individual como colectivamente), dependencia, autoexplotación, disponibilidad permanente y abusiva, sumisión, etcétera.

La desprotección del trabajador (pésimas condiciones laborales, sin derecho a prestaciones sociales, sin cobertura médico-sanitaria, alta discriminación, elevado índice de rotación, de explotación, segregación, etcétera).

La baja remuneración del trabajador (salarios ínfimos, ninguna promoción ni desarrollo, formación escasa o nula, etcétera).

LA CONDICIÓN DE PRECARIEDAD: ¿HACIA UNA NUEVA CUESTIÓN SOCIAL, HACIA UN NUEVO DESTINO?: No podemos olvidar la cuestión principal de lo que aquí estamos analizando, nos referimos a la auténtica cuestión social, repetimos, la cuestión social del estatuto del sector asalariado, fundamentalmente por el hecho de aglutinar en su seno la práctica totalidad de la formación social, de la sociedad salarial contemporánea. Su derrumbe y las implicaciones de la misma, no hacen otra cosa que señalarnos la necesidad de plantearnos una nueva cuestión social.

Lo cierto es que con la transformación del mercado del empleo y el consiguiente desempleo masivo y estructural, se ha tendido a ocultar una mutación un tanto menos visible, pero más profunda, y, en consecuencia, más importante incluso que el propio fenómeno del paro. Las palabras de Castel vienen a reforzar los argumentos que venimos esgrimiendo hasta este momento: “el énfasis en esta precarización del trabajo permite comprender los procesos que nutren la vulnerabilidad social y, en última instancia, generan el desempleo y la desafiliación”. En opinión de este autor, argumento por el cual abogamos, la precarización del empleo y el desempleo no constituyen un asunto coyuntural, sino que forman parte integrante y característica de la dinámica actual de la modernización. “Son las consecuencias necesarias de los nuevos modelos de estructuración del empleo, la sombra de las reestructuraciones industriales y la lucha por la competitividad, que efectivamente convierten en sombra a gran parte del mundo”.

Los triunfantes discursos neoliberadores expandiéndose por doquier, la lógica mercantil desplegándose a sus anchas y el incremento constante de las estrategias de flexibilidad están arrinconando los logros de la lógica de los trabajadores, la lógica de la vida. Pero, en el trasfondo de todo el asunto, “lo que corre el riesgo de ser cuestionado totalmente es la estructura misma de la relación salarial”. En ese sentido, tenemos que ser conscientes de lo que se está poniendo en juego y el alcance de la situación actual. No estamos hablando de un fenómeno problemático que se pueda encauzar con una serie de medidas más o menos acertadas. No estamos hablando de una periferia “problemática” sumida en la precariedad, una periferia “conflictiva” que pueda ser asumida y controlada por las autoridades e instituciones del sistema: una marginalidad digerible y soportable. No. Estamos, sin embargo, en una dinámica establecida y que, si nada lo remedia, acabará por consolidarse y extenderse en proporciones y escenarios totalmente incontrolables. La precarización del empleo, nos dice Castel “es un proceso central, regido por las nuevas exigencias tecnológico-económicas de la evolución del capitalismo moderno”. Por ello, siguiendo a este autor, “es perfectamente lícito plantear una ´nueva cuestión social´ , que tiene la misma amplitud y la misma centralidad que el pauperismo en la primera mitad del siglo XIX, para sorpresa de los contemporáneos”.

Desde la perspectiva laboral, Castel distingue tres puntos de cristalización de esta cuestión que vienen caracterizando la situación actual y que en un futuro inmediato verá consolidar de forma alarmante: 1) la desestabilización de los estables, 2) la instalación en la precariedad, y 3) la manifestación de un déficit de lugares ocupables en la estructura social (la posición de los supernumerarios).

Según los fenómenos apuntados, estamos asistiendo a un movimiento inverso al conquistado por la sociedad salarial: la estabilidad laboral que generaba equilibrio y estabilidad social de buena parte de la población laboral (integrando y cohesionando socialmente a los estratos bajos y medios de la sociedad) se está desmoronando a pasos agigantados.

Pero no sólo se está “desestabilizando” una parte considerable de los estratos intermedios sociolaborales, sino que se está “instalando” a grandes colectivos poblacionales en la trayectoria errática y la geografía desestructurante de la precariedad. O, haciendo un juego de palabras, se está estabilizando lo inestable. Cada vez con mayor frecuencia y cada vez a más trabajadores (de ahí que podamos hablar de transversalidad del fenómeno) están entrando en la dinámica excluidora de la precarización: trabajos cortos, alternancia de situaciones laborales de empleo y no-empleo, facilidad de incorporación y de salida, interinidad permanente, trayectorias azarosas, movilidad de vértigo, disponibilidad insultante, arbitrariedad empresarial renovada, incertidumbre laboral normativizada, futuro inexistente. O, como señala el propio Castel, “la precariedad como destino”.

Pero, además de esta desestabilización e instalación en la precariedad, la situación actual de precarización del empleo y el desempleo estructural están generando un déficit de lugares ocupables en la estructura social, están disminuyendo las posiciones susceptibles de ofrecer utilidad social y reconocimiento público. Asistimos a una especie de redescubrimiento de una serie de colectivos poblacionales que, se creía, habían dejado de existir: “los ´inútiles para el mundo´, que viven en él pero no le pertenecen realmente”.

Se trataría de los colectivos que ocupan una posición de supernumerarios: “flotan en una especie de tierra de nadie social, no integrados y sin duda inintegrables”. Este autor, ante la evidencia de los hechos, se pregunta si no hay derecho a hablar de la existencia de un neopauperismo. Entre otras cosas, porque este estatus de inutilidad social “los descalifica para el plano cívico y político”. Efectivamente el carácter negativo y de negación que los envuelve y los determina dificulta el que se les considere y se les tenga en cuenta. “Los inútiles para el mundo pueden optar entre la resignación y la violencia esporádica, la rabia que casi siempre se autodestruye”.

De todas formas, dada la complejidad que está revistiendo la precarización del trabajo, la diversidad de formas, estrategias y escenarios en los que suele llevarse a cabo, la concomitancia con otros fenómenos laborales afines y la complementariedad con el trabajo asalariado desarrollado en un contexto de adecuadas condiciones laborales (trabajo formal y regulado), podemos afirmar que lo que mejor identifica a este fenómeno, al trabajo precario en sí, es la desagradable y problemática combinación/imbricación de sus características y componentes.

En cualquier caso y atendiendo a lo que venimos desarrollando, el fenómeno de la precariedad laboral debe entenderse en términos históricos, es decir, como resultado de la crisis de un período en el que predominaba la estabilidad laboral dentro de un modelo de empleo política y socialmente regulado. Precisamente el desarrollo del “discurso de la flexibilidad” ha sido una de las estrategias que han propiciado el despliegue significativo de las situaciones de precariedad laboral y de otros fenómenos afines que están incrementando la incertidumbre e inestabilidad laborales. Las políticas flexibilizadoras se han intentado aplicar a modo de “salvavidas” de un sistema rígido y agonizante, como “cortafuegos” de un contexto socioeconómico atrasado y nada competitivo, incluso como fin de la sangría de unas formas de producción y trabajo que estaban “estrangulando” la marcha autónoma y autorregulada del mercado.

De todas formas, las esperanzas puestas en la flexibilidad y en el proceso de desregulación no han tenido los efectos que se esperaban. Como constata Navarro, las medidas desreguladoras del mercado laboral así como las que tienden a reducir la protección social como mecanismos reductores del desempleo, preconizadas por las tesis neoliberales, no han tenido el fruto esperado. La propia Comisión Europea reconoció, siguiendo a este autor, que la mayor flexibilidad laboral no generará mayor empleo en Europa. Las estadísticas muestran que España posee las cifras más elevadas de precariedad, así como la mayor tasa de rotación laboral de la UE, como desarrollaremos más adelante. El propio Navarro afirma: “La flexibilidad laboral necesaria para aumentar la eficiencia económica no puede alcanzarse a base de medidas punitivas y represivas que crean inestabilidad, precariedad, desempleo e incrementan desigualdades sociales”.

LA EXCLUSIÓN SOCIAL: NEGACIÓN DE LA CIUDADANÍA Y PÉRDIDA DE OPORTUNIDADES VITALES: Estamos comprobando a través del abordaje reflexivo de una serie de autores, estudios y enfoques que las nuevas demandas y/o exigencias de la metamorfosis última del sistema capitalista, están caracterizándose lamentablemente por la generación a marchas forzadas (y a veces a marchas imperceptibles, pero efectivas, como veremos) de un sinfín de situaciones de precariedad, vulnerabilidad y desestructuración social. Tras lo afirmado hasta este momento: ¿en qué sentido podemos hablar de la existencia de un nuevo modelo socioeconómico de producción, distribución, consumo y protección que genera exclusión social para una serie de individuos y colectivos cada vez más numeroso? Para responder a la pregunta deberíamos empezar aportando una conceptualización  mínima de lo que hoy en día entendemos por “exclusión social”. Los argumentos que se vienen esgrimiendo en este trabajo (y los que se sucederán a continuación) nos están dando una imagen de lo que, por lo menos, está entrañando y constituyendo el concepto de exclusión social, de lo que habita en sus raíces (sus procesos subyacentes) y de su capacidad transversal para fracturar destinos y trayectorias personales, grupos sociales enteros y, por ende, sociedades, por muy desarrolladas que hayan sido hasta la fecha.

De todas formas, sin ánimo de extenderse en cuestiones terminológicas, podemos apuntar y seguir las reflexiones y explicaciones que Tezanos realiza sobre el término en cuestión. Pese a que estamos ante un concepto de gran actualidad, se trata de un fenómeno que viene siendo abordado desde el propio origen de las ciencias sociales en general y la sociología en particular. Si uno se sumerge en las raíces del concepto de exclusión social se topará de bruces con otros conceptos/procesos afines como son los de desviación, marginación, segregación, discriminación, alienación, pobreza, entre otros. Una aproximación a los mismos sería una tarea interesante, mas desbordaría el objeto de este capítulo. Lo cierto es que el concepto de exclusión social aglutina y supera buena parte de los conceptos con los que viene relacionándose, sobre todo el concepto de pobreza.

En su abordaje actual, el concepto de exclusión social se refiere a “todas aquellas personas que, de alguna manera, se encuentran fuera de las oportunidades vitales que definen una ciudadanía social plena en las sociedades de nuestros días”. De ahí que para comprender los fenómenos de la precariedad y la exclusión social estemos dedicando una primera parte de este trabajo a profundizar en los mecanismos y las lógicas del Estado de bienestar que han permitido el despliegue de dicha ciudadanía (hoy, como estamos constatando, amenazada) y, por tanto, los avances significativos en la integración/inclusión social en el sistema.

En tal sentido, el marco y la línea analítica para entender la exclusión social (que propone este autor y que, a nuestro juicio, nos parece totalmente pertinente, dado su carácter integrador, plurifactorial y procesual) tiene en cuenta los procesos de dualización y segregación social, la dinámica de las clases sociales, y los procesos de inclusión-exclusión que se producen en nuestras sociedades modernas. Dentro de este esquema analítico, la exclusión es entendida como “un proceso de segregación social” y las nuevas infraclases (underclass, en la literatura anglosajona) son “grupos sociales o cuasi-clases formadas por las víctimas principales de dichos procesos de exclusión”. Hoy en día, dada la dinámica general que viene caracterizando a los procesos de estratificación social, se constata una convergencia (o paralelismo) entre las nociones de exclusión e infraclase.

Además de los aportes terminológicos sobre el concepto de exclusión social, el autor que venimos tratando destaca otra de las virtudes de la actual conceptualización, es la referida a su capacidad de aglutinar varias dimensiones y factores (otra característica similar al concepto de precariedad): el concepto de exclusión social “tiene una dimensión cultural (como las nociones de segregación, marginación, etc.), una dimensión o una efectos económicos (como la pobreza)”. Pero, asimismo, y es aquí donde radica el interés para nuestra reflexión, el concepto “permite situar el análisis actual de la cuestión social en la perspectiva de procesos sociales concretos relacionados con la problemática del trabajo como mecanismo fundamental de inserción social”.

Situado así el concepto, podemos afirmar con Tezanos que la exclusión “sólo puede ser definida en términos de aquello de lo que se es excluido”, o sea, se es apartado, segregado, marginado, “del nivel de vida y del modo de inserción laboral y social propio de un sistema de vida civilizado y avanzado” (ibíd.), un modus vivendi que en nuestros días se ha logrado en la mayoría de sociedades occidentales y “que ha estado protegido y garantizado en el marco del Estado de Bienestar”. De ahí la pertinencia y la necesidad de considerar la exclusión social, como efecto perverso y negativo, articulándola a la noción (positiva y necesaria) de “ciudadanía social”. Por tanto, se trata de una exclusión de los “estándares sociales mínimos de pertenencia integrada” (o sea, exclusión de derechos individuales y sociales, así como de otros logros constitucionales).

En palabras de Tezanos la exclusión social consiste en una merma de derechos como ciudadanos: “de algunos de esos derechos y oportunidades y, sobre todo, del derecho a tener un puesto de trabajo o modo de vida que permita vivir con dignidad es del que están siendo ´apartados´ y excluidos en nuestros días un buen número de ciudadanos, en virtud de determinados procesos sociales que están conduciendo en la práctica a una cierta dualidad de condiciones ciudadanas”. Este autor viene a confirmar lo que estamos apuntando en este trabajo: la dinámica económica desarrollada por el nuevo capitalismo (“que no genera empleo ni difunde el bienestar social”, matiza) está potenciando una serie de procesos y tendencias nada halagüeños y nada positivos (“una dinámica que puede conducir a un verdadero callejón sin salida”, una advertencia que bien podría ser una de nuestras conclusiones).

Tras lo afirmado, podemos delimitar el concepto de la siguiente forma: la exclusión social consiste en “un fenómeno estructural (y no causal o singular), que está aumentando, que tiene un cariz multidimensional (y, por lo tanto, puede presentar una acumulación de circunstancias desfavorables), y que se relaciona con procesos sociales que conduce a que ciertos individuos y grupos se encuentren en situaciones que no permiten que sean considerados como miembros de pleno derecho de la sociedad”.

Tezanos matiza e incluye una serie de aspectos que son totalmente pertinentes cuando se afronta una perspectiva psicosocial, sobre todo cuando afirma que la exclusión social “connota carencias no atendibles -ni resolubles- a partir de la lógica espontánea del mercado, al tiempo que da lugar a la difusión de sensaciones de vulnerabilidad social, ´apartamiento´ y ´pérdida de sentido de pertenencia social”. Todo ello nos remite, concluye el autor, a la crisis de la propia noción de “ciudadanía social”. Este es, a nuestro juicio, uno de los centros neurálgicos del problema que estamos abordando, en esta dirección pues deberíamos apuntar la trayectoria de nuestros estudios e investigaciones.

No podemos concluir este apartado definitorio sin ofrecer una alusión, aunque sea breve, de los múltiples procesos, factores y variables que intervienen en el propio proceso de exclusión social (factores de exclusión laborales, económicos, sociales, etc.) La inclusión de dichos factores ayudará a comprender la complejidad, estructuralidad, transversatilidad del fenómeno, así como su paralelismo/concomitancia con el proceso de precarización laboral/social desarrollado anteriormente. No podemos olvidar tampoco que la exclusión social, dada la naturaleza que la caracteriza, debería ser comprendida “como la etapa final de unos procesos subyacentes bastante complejos, de los que nadie puede quedar totalmente prevenido en una sociedad del riesgo”. No obstante, siguiendo la aportación de Tezanos (1999), las aproximaciones y estudios serios sobre esta cuestión no deberían centrarse únicamente “en aquellos que han llegado a las estaciones finales del itinerario”, es necesario que contemplen “toda la trayectoria social, como tal. Eso es lo verdaderamente importante”.

Una vez perfilados esquemáticamente los distintos factores de exclusión social, veamos también de la misma forma breve y gráfica los factores y/o circunstancias más notables que pueden derivar en situaciones de riesgo de exclusión social. Como hemos señalado en los apartados anteriores y como se constata en varios informes nacionales e internacionales y en el propio estudio que estamos manejando, el trabajo constituye un factor fundamental y, por tanto, su carencia y/o precariedad le convierte en el factor esencial de riesgo: “tener o no tener trabajo, y el tipo de trabajo que se tiene, constituye la principal barrera delimitadora en la exclusión social”.

Antes de cerrar este extenso apartado de fundamentación teórica y conceptual queremos apuntar otras aportaciones que acaben de perfilar nuestro trasfondo argumentativo. En ese sentido podemos destacar que desde Francia nos siguen llegando más voces que intentan actuar más bien como contrafuegos, y que pretenden servir como resistencia reflexiva contra la invasión y el azote neoliberal, a la vez que nos ofrecen formas de salida para dejar tan crítica situación.

En ese sentido, Bourdieu es también especialmente crítico con el modelo económico actual, y considera al neoliberalismo como una “utopía (en vías de realización) de una explotación ilimitada”. Se trata de un modelo basado en una “teoría” que deviene “pura ficción matemática, basada, desde su origen, en una formidable abstracción” (racionalidad como racionalidad individual, lógica mercantil, pura, autónoma y perfecta). Consiste en un movimiento, ayudado por la “política de desorden financiero”, que se dirige hacia el dominio absoluto del mercado, y que se “propone cuestionar todas las estructuras colectivas” que cierren o compliquen el paso de la lógica mercantil (nación, grupos de trabajo, colectivos de defensa de los derechos de los trabajadores, familia).

El programa neoliberal posee una tendencia global “a ensanchar la brecha entre la economía y las realidades sociales”, construyendo una realidad en la que se “instaura el reinado absoluto de la flexibilidad”. Una flexibilidad que, como afirman los autores anteriores y como criticamos desde aquí, no está entendiéndose ni, mucho menos, aplicándose con rigor y acierto, sobre todo, por los efectos perniciosos (léase extendiendo la precariedad) que está generando en una gran masa de trabajadores (y los que todavía no lo son) y sus familias.

Para Bourdieu la institución práctica de este “mundo darwiniano” no se hubiera materializado con tanto éxito sin la “complicidad de los hábitos precarizados que produce la inseguridad”. Tampoco se hubiese implantado sin la disposición “a todos los niveles de la jerarquía, sin excluir los más elevados, especialmente entre los mandos intermedios, de un ejército de reserva de mano de obra domada por la precarización y por la amenaza permanente del paro”. Para este autor, el último fundamento de todo este orden económico situado bajo la invocación de la libertad de los individuos “es, en efecto, la violencia estructural del paro, la precariedad, y el miedo que inspira la amenaza del despido: la condición del funcionamiento ´armonioso´ del  modelo microeconómico individualista y el principio de la ´motivación´ individual para el trabajo residen, en último término, en un fenómeno de masas, la existencia de un ejército de reserva de parados. Ejército que, por otra parte, no lo es, ya que el paro aísla, atomiza, individualiza, desmoviliza e insolidariza”.

Bourdieu, pero también Méda o Forrester, critican la forma cuasi invisible con la que está imponiéndose por doquier el modelo neoliberal, bajo la complacencia e indiferencia de las instituciones y la ciudadanía. En ese sentido el sociólogo francés señala: “La transición hacia el ´liberalismo´ se realizó de la manera insensible y, por lo tanto, imperceptible, como la deriva de los continentes, y ocultó así a las miradas sus efectos más terribles a largo plazo”. Efectos que, como venimos expresando en esta reflexión, se dejan ver en el grado tan significativo de precarización sociolaboral que están adquiriendo las relaciones laborales y que, sigilosa y progresivamente, se están extendiendo a las relaciones e instituciones sociales…, hasta que, finalmente, acaban por aproximarse (cuando no instalarse) en las arenas movedizas de la exclusión social.

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