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INKORRUPTIBLES. Misceláneas sociopolíticas

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SUBPROLETARIZACIÓN E INFRACLASES SOCIALES - Juan Labiaguerre

            ...El proceso progresivo de exclusión sociolaboral es potenciado en la medida en que se ensancha la brecha existente entre los perfiles ocupacionales demandados y los niveles de calificación del lado de la oferta de fuerza de trabajo, debido a que el elevado grado de desocupación de los trabajadores periféricos en la práctica no incide en términos del funcionamiento mercantil del mencionado núcleo hegemónico capitalista. En este sentido, la mayor parte de la franja periférico-informal de desocupados dispone de alternativas extremadamente restringidas en el orden de la competencia desde la perspectiva de la sectorización por rama de actividad como así también considerando el nivel respectivo de calificación.

            Aproximadamente un siglo después de la elaboración del planteo marxiano sobre la ley general de acumulación capitalista esbozado en "El Capital", Giddens sostuvo que las transformaciones operadas en los países desarrollados que promovieron la división convencional entre trabajo manual y no manual fueron gradualmente relativizadas, sobre todo a partir de fines de la década de los sesenta, frente a la aparición de una infraclase manual y los efectos de una planificación estatal neocapitalista a largo plazo [Giddens]. En Estados Unidos, tomado como modelo de desarrollo capitalista en la posguerra, así como Inglaterra lo fue durante el siglo pasado, dicha infraclase se encuentra constituida por diferentes grupos étnicos, conformados históricamente por la raza negra y -en forma más reciente- por inmigrantes latinoamericanos, quienes ocuparon los puestos de trabajo que requieren menor calificación y resultan inestables, desprotegidos e inferiormente remunerados. Esta creciente división básica de intereses implica la diferenciación progresiva entre un "nuevo ejército de reserva del capitalismo, empleado en ocupaciones inseguras que sólo producen un bajo índice de ganancias económicas, y aquellos que ocupan puestos de trabajo manuales estables que producen ingresos elevados".

            Aun en ciertas sociedades en las que no se configuró una infraclase diferenciada sobre la base de discriminaciones étnicas profundas, a partir de la década de los setenta fue consolidándose la presencia de una underclass nativa; en relación al "primer mundo" considerado en sentido genérico, dicho fenómeno se encuentra estrechamente vinculado a la modalidad neocapitalista adquirida por el tipo específico de planificación económica, llevado a cabo mediante políticas públicas de los países industrialmente avanzados, que condiciona una división característica del sector asalariado, la cual resulta en gran medida superadora de las formas tradicionales determinadas por los niveles de calificación.

            Asimismo, cabe acotar que dentro del núcleo de operarios calificados se manifiesta una marcada tendencia a disponer de niveles sustancialmente más elevados de seguridad en el empleo, en contraste con otros trabajadores manuales, debido a que el empresario estima que la contratación de los primeros implica una inversión de capital redituable a mediano plazo, condición inexistente en términos de los restantes. En este sentido, dentro de las naciones constituidas en vanguardia de la industrialización capitalista, el ofrecimiento de mejores condiciones laborales, salariales y referidas a estabilidad y cobertura social a un segmento relativamente privilegiado de trabajadores -representados tradicionalmente por los sindicatos de oficio- generó la formación de una aristocracia obrera. Sin embargo, como consecuencia de la gradual hegemonía lograda por las grandes corporaciones sobre el conjunto de las economías nacionales -sumada a la ejecución de una planificación estatal de tipo neocapitalista- Giddens estimaba, hace ya un cuarto de siglo, que un sector de la fuerza de trabajo no calificada alcanzaría superiores niveles de estabilidad en sus inserciones ocupacionales dentro de las respectivas empresas.

            Dentro del régimen capitalista desarrollado, característico de los países centrales, el Estado y las grandes corporaciones presentan un interés objetivamente compartido respecto de la potenciación de un proceso macroeconómico estabilizado logrado en base al control y regulación de los procesos inflacionarios; al respecto, el medio más potable por parte del empresariado para obtener el apoyo sindical consiste en la participación regular de los asalariados, asentada mediante la negociación colectiva de contratos laborales a largo plazo. Dicho esquema institucional resulta coherente con los requerimientos operativos de las grandes empresas que proceden a invertir en un "núcleo de la fuerza de trabajo comprometido con la organización", promoviendo de esta forma una diferenciación elemental entre empleos de tipo primario y secundario; el citado mecanismo opera en dirección a la consolidación creciente de una infraclase escindida del conjunto de trabajadores manuales, provocando nuevas fuentes de conflictos internos al interior del sector asalariado en su conjunto, reflejados a su vez en las modalidades de estratificación social neocapitalista característica de los países altamente industrializados. Asimismo, la fragmentación de la fuerza laboral en dichas economías, siguiendo la citada categorización en ocupaciones primarias y secundarias, se intensifica cuando existe una infraclase netamente discriminada, situación que constituye una "fuente significativa de escisión en los niveles inferiores de la estructura de clases, que trasciende en parte las líneas tradicionales del conflicto" [Giddens].

            Dentro del contexto específico de las sociedades subdesarrolladas o periféricas, claramente diferenciado respecto del anterior, el fenómeno de la marginalidad remite a un proceso signado por un escaso nivel relativo de integración de ciertos grupos sociales al núcleo central del sistema económico-productivo hegemónico, condición que contrasta nítidamente con la versión referida a través de la visión clásica del ejército industrial de reserva [Nun]. Corresponde destacar que esta última planteaba la problemática de la integración en términos de las relaciones sistemáticas existentes entre diferentes actores o clases sociales, mientras que la cuestión de la población excedente o masa marginal, en el marco de la evolución capitalista desigual y combinada. es tratada partiendo de la mixtura de diversos modos de acumulación. Dicha "mezcla" determina la configuración de formaciones sociales singulares, cuya estructura condiciona diferentes grados de funcionalidad de la superpoblación relativa, la que no necesariamente constituye un ejército, el cual implica en última instancia una relación funcional del excedente poblacional respecto del sistema económico considerado globalmente.

            En la visión de Nun, el régimen de producción capitalista genera una superpoblación relativa aun en situaciones en las cuales permanece invariable la composición orgánica del capital, por lo que dicho excedente "demográfico" representa la palanca de la acumulación, en tanto el ejército de reserva equivale a un contingente disponible conformado por mano de obra remanente. En la etapa competitiva del capitalismo, el proceso de expansión y contracción de aquella superpoblación obedecía a las alternancias periódicas correspondientes a los ciclos industriales, resultando la misma funcional al mencionado régimen de producción al operar como "ejército" en la citada fase; sin embargo, durante la fase monopolista el análisis en términos de funcionalidad resulta insuficiente en orden a la caracterización de las interacciones entre la superpoblación relativa y el sector predominante del aparato económico-productivo de una sociedad determinada.

            Por otro lado, la conceptualización acerca de la problemática referida a la funcionalidad de la mencionada superpoblación remite a la categoría de masa marginal, la cual designa manifestaciones no funcionales inherentes a la existencia de un excedente poblacional, reflejadas en la esfera de las relaciones entre el eje central del sistema económico y el respectivo nivel cuantitativo de los segmentos sociolaborales supernumerarios. Siguiendo esta línea de análisis, un fragmento de la masa fundamental de desocupados -en términos de Trotsky- eventualmente puede volver a encontrar empleo, por lo que cierto sector de la superpoblación continúa desempeñando el rol de ejército de reserva, motivo por el cual resulta conveniente diferenciar nítidamente en el terreno conceptual a dicha masa respecto de la "marginal" en sentido estricto.

            Compartiendo la visión de distintos autores Nun estima que, si bien el tipo dominante de organización productiva en el estadio monopólico del capitalismo se constituye a partir del sector formado por las grandes corporaciones, éste representa el centro vital pero no exclusivo del sistema económico; en efecto, coexisten con dicho núcleo un sector de pequeñas y medianas empresas que operan de acuerdo a modalidades cercanas a las formas características del capitalismo libreempresista, hecho que condiciona la superposición y combinación de dos procesos -cualitativamente diferenciados- de acumulación. Este fenómeno conlleva la fragmentación del mercado de trabajo teniendo en cuenta que, considerando la relación entre las variables representadas por el modelo particular de acumulación y el grado de funcionalidad del excedente poblacional, los trabajadores desocupados pueden ejercer -simultáneamente- el rol de "ejército" para el sector competitivo y representar una masa marginal en referencia al núcleo hegemónico monopólico.

            Asimismo, en la medida en que la fuerza laboral sobrante en referencia a la esfera monopolista no se encuentra siempre y necesariamente desocupada, al desempeñarse de manera alternativa en otro sector de la economía, una tasa de desempleo reducida puede ser compatible con la presencia de una superpoblación relativa ofertante de trabajo en la esfera industrial considerada "moderna". Por otro lado, incide sobre la funcionalidad de dicho contingente disponible el grado de satelización presentado por el sector competitivo, en la medida en  que un fragmento considerable del mismo puede encontrarse ligado al ámbito productivo propio de las grandes empresas; en este caso, el campo de acción específico delimitado por las pequeñas y medianas empresas (PYMES) contribuye a reducir los costos laborales correspondientes al núcleo monopólico a través de la provisión de insumos o servicios logrados sobre la base del reclutamiento de mano de obra "barata y desprotegida", mediante el procedimiento habitual representado por el denominado putting out system.

            Fue ampliamente señalado por diversos autores el hecho consistente en que la expansión imperialista de las naciones industrializadas impulsó la exportación de capitales hacia regiones con mano de obra menos costosa, proceso que responde a la ley de acumulación en escala mundial [Amin]. En el caso específico de América Latina, se consolidó estructuralmente una masa marginal, no absorbible por el sector económico hegemónico debido a limitaciones externas e internas que acotaron prematuramente la fuerza expansiva manifestada originariamente por el capitalismo en los países centrales; en este contexto, el desarrollo desigual y combinado determinó que en ciertas formaciones económico-sociales la configuración particular adquirida por el capitalismo industrial trabó en forma temprana un crecimiento equilibrado de las fuerzas productivas.

            Los obstáculos que impidieron una evolución del régimen de producción capitalista en América Latina, en condiciones semejantes a las alcanzadas en los países inicialmente industrializados, radicaron en las discontinuidades del proceso de acumulación primitiva característico de la periferia y en el concomitante fenómeno posterior de "colonialismo tecnológico". Es decir que la alteración de los parámetros convencionales del desarrollo industrial, en un marco nacional dependiente, determinó la implantación directa de grandes empresas con tecnología de avanzada, controladas por el capital monopolista, en las zonas periféricas; bajo esta conformación definida, las economías de escala -y las transformaciones tecnológicas introducidas por las mismas- resultaron en gran medida incongruentes con el costo relativo de los factores locales.

            La reducción de la incidencia del sector industrial latinoamericano respecto a la generación de fuentes de empleo se produjo en un escenario condicionado por la tendencia al estancamiento económico característico de una región donde la estructuración industrial se fue conformando históricamente de acuerdo a un modelo tricotómico [Nun]. El mismo comprende las ramas monopolizadas que -sobre la base de exigencias técnicas específicas- sólo pueden operar en gran escala, actividades flexibles con relación a la escala donde también penetra el capital monopólico (coexistiendo unidades grandes, medianas y pequeñas) y un sector muy fragmentado y de baja productividad, esfera en la cual las economías de escala resultan cuasi irrelevantes y que representa el espacio por excelencia propio del capital competitivo. La convivencia de los citados tres procesos diferenciados de acumulación afectó de manera particular la configuración del mercado de trabajo, donde sólo en el ámbito del capital industrial surgió la proletarización propiamente dicha. Asimismo, en este sector se manifestó una expresión desdoblada en términos de la forma de asalariamiento: mientras en la órbita monopólica se produjo una integración estable del trabajador a la empresa, lo cual redundó en salarios relativamente elevados, observación de la legislación laboral y cumplimiento de los convenios colectivos de trabajo, en la esfera del capital industrial competitivo se produjo una tendencia a la compresión retributiva, la evasión de la normativa jurídica y la desprotección sindical.

            En América Latina, de tal manera, coexisten por lo menos dos mercados de trabajo divergentes que coadyuvan a un elevado grado de heterogeneidad de las condiciones laborales en cuanto al status legal del trabajador y a sus niveles salariales; la funcionalidad de la superpoblación relativa en el área del capital monopólico determina que una fracción considerable de ella resulte superflua, constituyendo de este modo una masa marginal referida al proceso prevaleciente de acumulación. Es decir que un fragmento creciente de dicha superpoblación no mantiene relaciones funcionales con el sistema integrado por el sector de las grandes empresas, espacio económico este último formativo del perfil asumido por el proceso global de producción, el volumen del excedente  poblacional, el consecuente marco ocupacional en particular y la modalidad bajo la cual esas firmas hegemónicas tienden a combinar los factores conformados por la inversión de capital intensivo y la utilización de fuerza de trabajo. En consecuencia, el contingente constituido por la masa marginal, en términos del mercado laboral correspondiente a las empresas monopólicas, se compone de un segmento de la mano de obra empleada por el capital industrial competitivo, gran parte de los trabajadores que se refugian en actividades terciarias de baja productividad e ingresos, la mayoría de la franja desocupada y el conjunto de la capacidad laboral de alguna forma fijada por el capital comercial; por lo tanto, cabe señalar que el desarrollo desigual, combinado y dependiente alimenta la formación de diversos tipos de fragmentos marginales.

            El shock social ocasionado en el presente por la denominada crisis del empleo según la versión optimista, o el fin del trabajo, bajo un enfoque “apocalíptico”, se expresa en su esencia a través del cambio brusco presentado por la problemática ocupacional, dentro de la cual el desempleo expresa solamente el símbolo más crudo, aunque resulta igualmente crucial el fenómeno extendido y creciente de la precarización de las inserciones laborales. En cuanto manifestación de un panorama generalizado, existe una pérdida de hegemonía del vínculo contractual por tiempo indeterminado, reemplazado gradualmente por distintas formas singulares de empleo; el nuevo escenario del mercado de trabajo adquiere una fisonomía configurada a partir de la prevalencia de contratos a término prefijado, ocupaciones transitorias, tareas de jornada parcial y distintas modalidades de empleos asistidos, generados en el sector público con el objeto de amortiguar los efectos degradantes generados por una explosión de la desocupación abierta. Aunque puedan predominar todavía -en términos absolutos- las contrataciones indefinidas temporalmente, al considerar el flujo actual de las inserciones laborales esta proporción tiende a invertirse, teniendo en cuenta que, aun en economías desarrolladas -como por ejemplo la francesa-, más de dos tercios de los puestos de trabajo generados anualmente se realizan a través de modalidades consideradas atípicas en términos de la figura adoptada convencionalmente por el empleo asalariado [Castel].

            Si bien las mujeres y los jóvenes resultan los más perjudicados por el carácter crecientemente frágil asumido por las inserciones ocupacionales, la situación involucra cada vez en mayor medida al llamado núcleo duro de la fuerza de trabajo, es decir aquellos hombres con edades comprendidas entre los treinta y cincuenta años. Dicho fenómeno afecta asimismo tanto a las grandes concentraciones industriales como a las pequeñas y medianas empresas, teniendo en cuenta que en ambos casos la mayoría de los nuevos contratos son temporales, reduciéndose en consecuencia el peso relativo representado por los empleos estables y previéndose, además, una inversión total de las proporciones de los contratos indefinidos temporalmente respecto de las otras formas alternativas de inserción laboral. De esta manera se produce una mutación profunda de la condición asalariada, por lo que la heterogeneidad e irregularidad presentadas por las nuevas ocupaciones reemplazan gradualmente el paradigma del trabajo asegurado y homogéneo; en este sentido, André Gorz traía a colación, a fines de los ochenta, una investigación llevada cabo en Alemania que preveía "para los próximos años un 25% de trabajadores permanentes, calificados y protegidos, un 25% de trabajadores (periféricos) subcontratados, subcalificados, mal pagados y mal protegidos, y un 50% de desempleados o trabajadores marginales dedicados a empleos ocasionales o a pequeñas tareas" [Gorz].

            Cabe consignar que desde hace más de una década se puso en marcha un proceso gradual de legitimación jurídica del citado tipo vulnerable de contratación, librado a la arbitrariedad del empleador y a la consecuente ausencia de derecho laboral, llegándose inclusive a esgrimir la categoría -por lo menos ambigua- de contrato por tiempo indeterminado intermitente. Una comprensión amplia de los mecanismos que potencian de diversos modos la desocialización engendrada por la transformación del mercado de trabajo, generando en su expresión más grave la desocupación crónica y el consiguiente estado de desafiliación, conduce a desechar la caracterización de las mencionadas modalidades de empleo en términos de atípicas o particulares, en la medida en que dicha postura remite a una pasada hegemonía del contrato regular por tiempo indeterminado, mientras que la precariedad, así como también el fenómeno extendido de la desocupación, constituyen elementos inherentes a la dinámica actual del proceso de modernización [Castel]. El nuevo paradigma del trabajo cuestiona en sus raíces la estructura de la relación típicamente salarial y conlleva el retorno a la concepción del empleo en cuanto "alquiler de un individuo para realizar una tarea puntual", provocando el desdibujamiento del marco laboral legal, erosionado por las imposiciones de las actuales condiciones de un mercado estructuralmente reconvertido; al respecto, la flexibilidad laboral, entendida como necesidad de adecuación de la fuerza de trabajo a los nuevos tipos de actividades requeridas, se manifiesta globalmente mediante la proliferación de subcontrataciones -muchas veces espurias- y, en el nivel intraempresarial, a través de la polivalencia funcional de la mano de obra permanente, frente a la necesidad del capital empresario de afrontar fluctuaciones cíclicas del orden productivo-comercial...

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