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INKORRUPTIBLES. Misceláneas sociopolíticas

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METAMORFOSIS DEL TRABAJO... [AndréGORZ]

"...Búsqueda del sentido (Crítica de la razón económica)" 1991 -  Madrid, Sistema  

Gorz sostenía a comienzos de los noventas que “…el proceso de modernización ha producido sus propios mitos, ha cultivado un nuevo `credo´ no sometido al examen argumentado y a la crítica racional. Los límites que así ha asignado a la racionalización se han hecho indefendibles. Lo que los posmodernos toman como el fin de la modernidad y la crisis de la Razón es en realidad la crisis de los contenidos irracionales, cuasi religiosos, sobre los cuales se ha edificado esa racionalización selectiva y parcial que es el industrialismo, portador de una concepción del universo y de una visión del futuro a partir de ahora insostenibles” [Gorz, 1991: 11-12].

Gorz parte de la “crisis de esa racionalidad particular que es la racionalidad económica, inconsciente de la estrechez de sus límites” […] las nuevas actividades surgidas del avance tecnológico representan quehaceres monetariamente retribuidos, “unos empleos, aun cuando hablando propiamente no son `trabajo´ tal como hasta aquí se entendía este término”: La sustitución del trabajo humano por la robótica y la telemática … permite extraer un valor superior al salario pagado anteriormente … Este valor está disponible `para remunerar a quien a perdido su empleo´. El paro es más un desplazamiento de actividad que una supresión de empleo (Stoleru)… la presente mutación técnica exonomiza tiempo de trabajo a escala de la sociedad y no solamente de la empresa […] una racionalidad que tiene como fin `economizar´ los factores exige que la utilización de [los mismos] sea medible, calculable, previsible, […] la unidad de medida es el `coste´ por unidad de producto [el cual], a su vez, es función del tiempo de trabajo (número de horas laboradas) que entrañan el producto, y los medios (principalmente el capital, que es trabajo acumulado) que sirven para producirlo” [Gorz, 1991: 12-13].

“Desde el punto de vista de la racionalidad económica el tiempo de trabajo economizado, a escala de la sociedad, gracias a la eficiencia creciente de los medios empleados, es tiempo de trabajo disponible para una producción adicional de riquezas […] El modelo considerado implícitamente es el de una economía que no deja de englobar nuevos campos de actividad a medida que se libera tiempo de trabajo en los campos que hasta entonces ocupaba […] las orientaciones más comúnmente propuestas para asegurar un `nuevo crecimiento´ apuntan a la informatización y automatización de las tareas domésticas (teleshopping, cocina automática programable por ordenador, casa electrónica, etc.), y a la industrialización e informatización, al menos parcial, de los servicios de restauración, limpieza, cuidados corporales, enseñanza, puericultura, etc.” [Gorz, 1991: 13-14].

“La racionalización económica está así destinada a entrar en la esfera de la `reproducción´, en la que aún prevalece el trabajo doméstico no remunerado y no contabilizado y, ni siquiera, a menudo, tenido en cuenta. La ganancia de tiempo, en particular la liberación de las mujeres o de las familias con respecto a las tareas domésticas, es el fin explícito de las innovaciones propuestas […] La extensión del campo de la racionalidad económica, hecha posible por las economías de tiempo de trabajo, conduce a economías de tiempo incluso en unas actividades que, hasta entonces, no eran consideradas como trabajo. Los progresos tecnológicos plantean así … la cuestión de contenido y del sentido del tiempo disponible, […] de la naturaleza de una civilización y de una sociedad en las que la extensión del tiempo disponible prevalece con mucho sobre la del tiempo de trabajo, y en las que … la racionalidad económica deja de regir el tiempo de todos” [Gorz, 1991: 14-15].

“La escisión de la sociedad en dos clases hiperactivas en la esfera económica, por una parte, y de una masa excluida o marginada con relación a esa esfera, por otra, permite el desarrollo de un subsistema en cuyo seno la elite económica compra tiempo libre haciendo trabajar en su lugar a terceros, a bajo precio, para su beneficio privado. El trabajo de los servicios personales y de las empresas suministradoras de los [dichos] servicios libera tiempo para esa elite y hace agradable su vida; los ocios de las elites económicas procuran empleos, con la mayor frecuencia precarios y a la baja, a una parte de las masas expulsadas de la esfera de la economía” [Gorz, 1991: 16-17].

Gorz aclara que “la automatización permite bajar los precios `porque reduce los costes salariales´ o, lo que viene a ser igual, los asalariados efectivos. [Quienes] gracias a la disminución de los precios, dispondrán de un poder adquisitivo adicional no serán evidentemente los trabajadores expulsados o excluidos de la producción sino los que conserven un empleo permanente y bien pagado. Sólo ellos podrián pagarse los servicios comerciales de proximidad del desarrollo de los que se esperan `millones de empleos´ (Maire). Los asalariados, en esos empleos, estarán … al servicio de las capas privilegiadas que se benefician de la automatización” [Gorz, 1991: 17].

“La distribución desigual del trabajo de la esfera económica y el desigual reparto del tiempo que libera la innovación técnica conducen así a que unos puedan comprar un suplemento de tiempo libre a otros y que estos últimos no tengan más remedio ponerse al servicio de los primeros. Esta estratificación de la sociedad es distinta de la estratificación en clases. A diferencia de esta última, no refleja las leyes inmanentes al funcionamiento de un sistema económico cuyas exigencias impersonales se imponen a los gerentes del capital, a los administradores de las empresas tatnto como a los asalariados; para una parte al menos de los prestatarios de servicios se trata esta vez de una sumisiòn y de una dependencia personal frente a quienes se hacen servir. Renace una clase servil que la industrialización, después de la IIa. Guerra Mundial había abolido […] la mayoría de los servidores están empleados por empresas de servicios que alquilan a los particulares la mano de obra (precaria, empleada a tiempo parcial, pagada a destajo) que ellas explotan” [Gorz, 1991: 17-18].  

“Postular … que la totalidad del tiempo liberado por la racionalización y la tecnificación en curso pueda ser empleado de nuevo `en otro lugar de la economía´, gracias a la extensión indefinida de la esfera económica, es postular que no existe límite para las actividades que pueden ser transformadas en servicios remunerados, generadores de empleos […] La crisis es, de hecho, mucho más fundamental que una crisis económica y de sociedad. Lo que se viene abajo es la utopía en la que, desde hace dos siglos, vivían las sociedades industriales … Si una utopía se hunde, lo que entra en crisis es toda la circulación de los valores que regulan la dinámica social y el sentido de las prácticas. La utopía industrialista nos prometía que el desarrollo de las fuerzas productivas y la expansión de la esfera económica iban a liberar a la humanidad de la escasez, de la injusticia y del malestar; que iban a darle, junto con el poder soberano de dominar la naturaleza, … de determinarse; y que iba a hacer del trabajo la actividad a la vez demiúrgica y autopoyética en la que la realización incomparablemente singular de cada uno -[simultáneamente] derecho y deber- es reconocida como útil para la emancipación de todos…” [Gorz, 1991: 19-20].

“De esta utopía no queda nada, [lo cual] no quiere decir que todo sea ahora vano y que sólo nos quede someternos al curso de las cosas […]: es preciso cambiar de utopía; porque mientras permanezcamos prisioneros de la que se [derrumba] seguiremos siendo incapaces de percibir el potencial de liberación que la actual mutación contiene y de sacar partido de dicho potencial imprimiendo su sentido a esta mutación” [Gorz, 1991: 20].

“Lo que nosotros llamamos trabajo es una invención de la modernidad. La forma en que lo conocemos, lo practicamos y lo situamos en el centro de la vida individual y social fue inventada y luego generalizada con el industrialismo […] Si hablamos de … `trabajo doméstico, artístico, de autoproducción´, lo hacemos en un sentido fundamentalmente distinto del que tiene el trabajo situado por la sociedad en los cimientos de su existencia, a la vez medio cardinal y fin supremo […] Debido a que el trabajo socialmente remunerado … es el factor, con mucho, más importante de socialización, la sociedad industrial se entiende como una sociedad de trabajadores […] El hombre libre se niega a someterse a la necesidad; domina su cuerpo con el fin de no ser esclavo de sus necesidades y, si trabaja, lo hace solamente para no depender de lo que él no domina, es decir, para asegurar o acrecentar su independencia […] La idea contemporánea del trabajo no aparecería realmente hasta la llegada del capitalismo fabril…” Anteriormente la `producción material´ no estaba…, en su conjunto, regida por la racionalidad económica. No lo estaría ni siquiera con la extensión del capitalismo mercantil” [Gorz, 1991: 25 a 27/29].

Gorz resume su postura, sosteniendo que “el reduccionismo unidimensional de la racionalidad económica propia del capitalismo tendría una capacidad potencialmente emancipadora en cuanto hace tabla rasa con todos los valores y fines irracionales desde el punto de vista económico y no deja subsistir entre los individuos otras relaciones que no sean las dinerarias […] El trabajo abstracto contiene en germen, según Marx, al hombre universal […] A la vez dominación triunfante sobre las necesidades naturales y sumisión más apremiante a los instrumentos de esa dominación, de lo que era la sumisión a la naturaleza, el trabajo industrial presenta … una ambivalencia […] que explica [sus] contradicciones…” [Gorz, 1991: 34].

“La racionalización económica del trabajo no consistió simplemente en hacer más metódicas y mejor adaptadas a sus fines unas actividades productivas preexistentes. Fue una revolución, una subversión del modo de vida, de los valores, de las relaciones sociales y, en esencia, la invención en el pleno sentido del término de algo que nunca había existido todavía […] el trabajo concreto no pudo ser transformado en `trabajo abstracto´ más que haciendo nacer en lugar del obrero-productor el trabajador-consumidor […] La monetización del trabajo y de las necesidades hará saltar finalmente los límites en los que las mantenían las filosofías de la vida” (Marx) [Gorz, 1991: 37].

“El fracaso del panracionalismo socialista no puede explicarse solamente por razones históricas y empíricas. Su razón profunda es ontológica: es ontológicamente como la utopía marxista de la coincidencia del trabajo funcional y de la actividad personal es irrealizable a escala de los grandes sistemas […] el funcionamiento de la megamaquinaria industrial-burocrática exige una subdivisión de las tareas que … se perpetúa y debe [hacerlo] por inercia, con el fin de hacer fiable y calculable la funcionalidad de cada uno de los engranajes humanos. La definición y la distribución de las tareas parciales están, pues, determinadas por la matriz material, transcrita por el organigrama, de la megamaquinaria que se trata de hacer funcionar. Es rigurosamente imposible traducir luego de nuevo esa funcionalización de las actividades heterodeterminadas en términos de colaboración social voluntaria…” [Gorz, 1991: 63-64].

“Por el contrario, la integración `funcional´ de los individuos de los individuos va a excluir su integración social: la predeterminación funcional de sus relaciones les impedirá tejer unas relaciones recíprocas fundadas en la cooperación con miras a unos fines comunes según criterios [compartidos]. Les impedirá vivir la ejecución de su tarea como una cooperación y una pertenencia a un grupo. Su solidaridad orgánica (Durkheim) no existe `para ellos´ como una relación vivida, sino que solamente existe para el observador exterior que cree percibir una colaboración autorregulada allí donde, en realidad, hay una organización de tipo militar, por predistribución de tareas complementarias” [Gorz, 1991: 64].

“La eliminación del `factor humano´, la sustitución de un trabajo vivo y del obrero libre por un trabajo y un trabajador rigurosamente programados son exigidas a la vez por la racionalización económica y por el funcionamiento de la megamaquinaria: una y otro requieren la sumisión de lo vivo a lo inerte, del trabajo vivo al muerto (es decir a las máquinas, al capital) […] la regulación fordista hubiera sido imposible sin [la] educación del obrero-productor para convertirse en trabajador-consumidor…” [Gorz, 1991: 64-65].

Gorz denomina `división macrosocial del trabajo´ a la “fragmentación de la producción en actividades que ya no valen cada una de ellas si no está en combinación con otras […] La riqueza de las sociedades industrializadas se apoya precisamente en su capacidad sin precedente de combinar, mediante procedimientos organizativos preestablecidos, una inmensa variedad de saberes parciales que sus detentadores serían muy incapaces de coordinar por medio de un entendimiento mutuo y una cooperación consciente, voluntaria, autorregulada […] la base sobre la cual una cultura de trabajo podría desarrollarse se ha desintegrado bajo el efecto de la especialización de los saberes…” [Gorz, 1991: 80-81].

“Originalmente exigida por la racionalización económica capitalista, la reificación del trabajo o la destrucción -cada vez más completa, pero nunca definitiva ni total- de los oficios ha llegado a ser finalmente, en gran parte, irreversible en razón de la división del trabajo y del comercio a escala [mundial]. Está inscrita en las técnicas de producción y en la concepción de los productos. No es ya, como lo creía Lukács, debida al solo hecho de que el capital trata la fuerza de trabajo como una mercancía. Persistirá incluso si se suprimiera el mercado de trabajo en beneficio (como lo han propuesto algunos socialistas contemporáneos) de unos ingresos garantizados de por vida, aunque la producción mercantil industrializada y racionalizada pudiera, en esta hipótesis, dejar de ser la principal forma de producción” [Gorz, 1991: 82-83].

“Las divisiones del sindicalismo durante el período 1965-75 fueron consecuencia de esa fragmentación del mundo obrero en la clase de los obreros-productores y la `masa´ de los trabajadores-consumidores: los OS (obreros especializados) que ya no se identifican con nada y menos que nada con su trabajo, [quienes] no podían pensarse ya como `productores´ ni, por consiguiente, aceptar definirse más que en relación con su papel en la producción […] para la masa de trabajadores, la utopía directriz ya no es la del `poder de los trabajadores´, sino la de poder dejar de funcionar como trabajadores; se pone menos el acento en la liberación en el trabajo y más en la liberación del trabajo (Adiós al proletariado), con la garantía del pleno salario” [Gorz, 1991: 83-84].

“[Las] empresas subcontratantes servirán de amortizadores de las fluctuaciones coyunturales: contratan o despiden según la evolución de la demanda, y esto tanto más rápidamente cuanto que sus trabajadores están con la mayor frecuencia sin protección sindical ni social. `La seguridad en el empleo en la firma madre tiene como reverso la precariedad [laboral] y la inseguridad social en el resto de la economía´. El empleo de por vida, la integración social de los trabajadores son privilegios reservados a una elite, [lo cual remite a] “la racionalidad económica en el marco de una sociedad cortada en dos (dual). Este corte o `dualización´ social se ha convertido en el rasgo dominante de todas las sociedades industrializadas a partir de mediados de los años setenta” [Gorz, 1991: 91].

“En todas partes una capa privilegiada de trabajadores estables, apegados a su empresa, contrasta desde ahora con la masa creciente de trabajadores en precario, interinos, parados y [con ocupaciones] humildes. Y es que la integración en la empresa de un núcleo de trabajadores de elite … ha llegado a ser una necesidad técnica para el conjunto de industrias en vías de automatización. La cuestión no es ya saber si la dirección, mejor que utilizar la coacción, desea motivar a los trabajadores mediante unas relaciones de confianza y cooperación. No tiene [ahora] otra opción: solamente puede bajar sus costes reemplazando la cadena taylorizada y sus obreros especializados por unas instalaciones automatizadas que, en determinados departamentos de la fábrica al menos, exigen un trabajador de nuevo tipo, [el cual] debe ser capaz de asumir, en el seno de un equipo polivalente, la conducta de una instalación automatizada…” [Gorz, 1991: 92].

“De ahí la ideología del recurso humano cuya expresión típica […] se encuentra en el panegírico [sobre] `la empresa humana integrada, multidimensional, concebida como un lugar de pleno desarrollode las iniciativas individuales y colectivas, y por tanto como el motor del progreso económico y social […] esta descripción del trabajador de nuevo tipo no refleja una realidad sino un cambio de paradigma, cuya `tendencia´ se manifiesta en una parte de la industria […] La imagen de la empresa convertida en lugar de realización personal para sus asalariados es, pues, una creación esencialmente ideológica. Sirve de pantalla a la percepción de las transformaciones reales, a saber: que la empresa reemplaza el trabajo por máquinas, produce más y mejor con una fracción decreciente de los efectivos empleados con anterioridad y ofrece a los trabajadores de elite que selecciona unos privilegios que tienen como contrapartida el paro, la precariedad [sociolaboral] en el empleo, la descualificación y la inseguridad del mayor número de trabajadores…” [Gorz, 1991: 93].

“El cambio técnico tiene [entonces] como efecto segmentar y desintegrar a la clase obrera. En nombre de la ética del trabajo se ha ganado una elite para la colaboración con el capital; la masa se ve condenada al trabajo en precario o es marginalizada, y sirve de ejército de reserva a una industria que quiere poder ajustar rápidamente  los efectivos empleados a las variaciones de la demanda […] Las empresas practican una estrategia de flexibilización en dos planos a la vez: el núcleo estable del personal perteneciente a la firma debe tener una flexibilidad funcional; la mano de obra periférica, por su parte, debe presentar una flexibilidad numérica […]: `alrededor de un núcleo de trabajadores estables, que presentan un amplio abanico de cualificaciones , fluctúa una mano de obra periférica con cualificaciones menores y más limitadas, sometida a los azares de la coyuntura´ (Lecher)” [Gorz, 1991: 93-94].

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