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INKORRUPTIBLES. Misceláneas sociopolíticas

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DESTRUCCIÓN CREADORA Y EMPRENDORISMO INDIVIDUALISTA EN SCHUMPETER - Juan Labiaguerre

La “destrucción creativa” consiste, en la visión de Joseph Alois Schumpeter, en las dinámicas productivas reconversoras, inherentes a los progresos innovadores del sistema económico, al incorporar desarrollos y procedimientos técnicos y laborales renovados. Dicho economista, fallecido a mediados del siglo pasado, aun continúa ejerciendo una influencia notable, de manera latente o explícitamente, en el trasfondo del ideario hegemónico impuesto por el tardoliberalismo neoconservador, vigente en la actualidad.

El autor de marras destacó la preeminencia, en cuanto eje de la evolución de las economías capitalistas, del funcionamiento de las corporaciones, firmas y compañías empresariales, teniendo en cuenta la idoneidad directivo-gerencial a fin de arriesgarse  a comprometerse con los cambios. Debido a ello, el aporte teórico schumpeteriano hizo hincapié en las nociones de innovación corporativa, por ejemplo a partir de la eliminación del encuadre de “precios prefijados”, desechando además la representación de las entidades empresarias en términos de meros ámbitos productores de bienes y servicios. 

{Joseph Schumpeter nació en Triesch (República Checa) y estudió en la Universidad de Viena. Fue pupilo de Friedrich von Wieser y profesor de economía durante varios años en las universidades de Viena, Czernowitz (Ucrania), Graz y Bonn a partir de 1909. A partir de 1932 impartió clases en Harvard y falleció en EEUU en 1950. Schumpeter se caracterizó siempre destacó durante toda su vida por la ambición personal y el afán de superación propia. Según sus propias declaraciones, se había fijado tres metas en la vida: ser el mejor amante de Austria, ser el mejor jinete de Europa y el economista más grande del mundo. Sólo dejó sin cumplir ser el mejor jinete, se jactaba. A nivel profesional, además de las cátedras económicas citadas, Al finalizar la Primera Guerra Mundial, Schumpeter fue ministro de economía de Austria y también dirigió el Banco Biederman. Su destino en EEUU y en Harvard vino provocado por las presiones nazis que comenzaban a azotar la Europa de los años 30}

Las contribuciones conceptuales de Schumpeter presentan una impronta arraigada en las doctrinas emanadas de la “escuela austriaca de economía”; en su escrito “Teoría del desenvolvimiento económico” (1912) indujo la factibilidad de que los avances en la tecnología resultaren factores suficientes en aras de la generación de fluctuaciones cíclicas. De esta forma, las innovaciones configurarían eventos indispensables de cara a la ruptura de las estructuras económico-productivas estancadas, mientras que el comportamiento adecuado del empresariado asentaría los fundamentos del incremento de la productividad y, por ende, del rendimiento del capital.

Esa idea acerca de los procesos innovadores abarcaría la introducción de insumos y medios de producción novedosos y de calidad, métodos productivos actualizados ya utilizados en alguna otra rama económica, es decir no generados por una técnica descubierta recientemente, acceso a mercados nuevos, logro de fuentes alternativas en oferta de materias primas, y estructuración de un modelo organizacional original en cierto sector de la producción.

La visión antedicha alimentó teoréticamente los lineamientos directrices del management contemporáneo, los factores causales y parámetros de la evolución económica capitalista, e incluso el rol fundamental del comportamiento innovador al margen del nucleamiento configurado por la producción. En obra de Schumpeter “Los ciclos económicos” (1939), el autor procedió a la compilación del conjunto de investigaciones precedentes acerca de las trayectorias o derroteros de los procesos económicos cíclicos, abordando los cimientos de la prognosis con respecto a la instancia de intersección los sucesivos ciclos. En este sentido, desagregó los mismos de acuerdo a distintas fases cronológicas; tal percepción taxonómica lo llevó a considerar el devenir de un ciclo económico “largo” (de Kondratieff), correspondiente a los periodos abarcados por 40/50 años, “medio” (de Juglar) cuando se trata de lapsos de 5/10 año, y “corto” (de Kitchin) para las fases de menor alcance temporal.

A través de su última aportación conceptual, “Historia del análisis económico”[1], publicada poco tiempo después de su fallecimiento, Schumpeter realizó un análisis exhaustivo del conjunto de escuelas teóricas de la economía, desarrolladas hasta la mitad del siglo XX, sobresaliendo su cuestionamiento a la perspectiva ricardiana, calificada en términos de simple recopilación de las diversas concepciones dieciochescas acerca de las políticas fiscales. La fuerte incidencia teórica ejercida por la “escuela austríaca” resulta evidente en la obra schumpeteriana, que siguió en parte la sustancia ortodoxa acrítica de aquella corriente ideológica; en el mismo texto -mencionado precedentemente- se intenta refutar integralmente al materialismo histórico marxista, sobre todo el anuncio de esta última visión acerca del final esperable del régimen productivo capitalista.

En la otra obra cumbre, junto a “Historia del análisis económico”, y quizás más renombrada, “Capitalismo, socialismo y democracia” (1942), Schumpeter no había dejado de manifestar su reconocimiento a los aportes conceptuales del marxismo; sin embargo, expuso su divergencia plena sobre los argumentos expuestos por el socialismo científico, en el sentido de la inevitabilidad, a la postre, del advenimiento de una sociedad comunista universal. La interpretación schumpeteriana sobre los fundamentos del orden, y de la dinámica, del esquema económico capitalista responde a la vigencia irrestricta de la propiedad y las iniciativas privadas, el desarrollo productivo dirigido por “el mercado” -y orientado al mismo-, mediante la subdivisión del trabajo, y el rol esencial atribuido a la función crediticia de los entes financieros.

De acuerdo a los factores antedichos, el capitalismo resultaría auto-estabilizado, manteniéndose y preservándose ad infinitum, como si se tratase de un espíritu y de un estadio “natural” de la convivencia colectiva de la humanidad. Las contribuciones teóricas del autor referido, en el campo económico-empresarial, coadyuvaron a legitimar los cimientos ideológicos statu-quo sistémico.

En énfasis puesto, a través de “Los ciclos económicos”, remite a la concepción de su autor acerca del desarrollo, la cual gira en torno de la noción sobre el papel correspondiente a las variaciones espontáneas y cíclicas de la economía, cuya existencia procede del lado de la oferta en el mercado de bienes y servicios. Así, los booms obedecen a ciertas conjugaciones emergentes entre la aplicación de innovaciones procedimentales y técnicas, por una parte, y la evolución productiva fáctica, por la otra, mientras que los procesos recesivos responderían al declive de los rendimientos empresariales, en tanto y en cuanto la competencia adoptase aquellas mismas reconversiones. El pensamiento schumpeteriano estima que el factor crucial en el devenir del sistema capitalista radica en el accionar empresarial, consistente en la implementación sistemática de procedimientos articuladores entre los diversos componentes de la actividad económico-productiva.

Asimismo, este economista aportó a la historia de las teorías económicas y también incurrió en los estudios sociales, temática ésta en la cual equiparó las características del fungir democrático, en las áreas públicas, con el rol de los instrumentos mercantiles del ámbito empresarial privado, al considerar a los dos “modelos” en términos de su hipotéticos engranajes articuladores basados en una supuesta horizontalidad. En cuanto a la institucionalidad política, la posición de los electores sufragantes equivaldría a la de clientes-consumidores en el mercado, mientras que los dirigentes y funcionarios del sector público -según esta concepción- devienen asimilados a la función económica de “proveedores”.

En el enfoque shumpeteriano, la meta primordial de los directores de empresa consiste en implementar innovaciones regulares, a partir de los descubrimientos e inventos técnico-científicos, adoptadas tanto industrial como comercialmente. Tal proceder concedería una posición privilegiada y provisional, al situar al “emprendedor exitoso” en una ubicación transitoriamente monopólica dentro del mercado, obteniendo una rentabilidad maximizada, por lo cual se deduciría que el motor del incremento productivo y, en forma paralela, de los beneficios del capital, radica en las estrategias innovadoras.

De acuerdo a la idealización sobre el empresario innovador, los procesos generales que atraviesan las economías evolucionan apuntando hacia tendencias equilibrantes regulares, en las cuales los ingresos de las unidades productivas equivaldrían a los costes debidos a la producción, en sí misma, adicionados a la retribución empresarial. De la sumatoria de ambos importes resulta el beneficio calificado en términos de “ordinario”, no devengando el mismo ganancias en cuanto rentas residuales de la economía.

En la medida en que los empresarios incorporan procedimientos innovadores, verbigracia una estrategia comercializadora referida al lanzamiento al mercado de consumo de un producto nuevo, deviene la proclividad a la afectación del comportamiento equilibrado previo mencionado, factor que conduciría a un estado económico de progreso donde prima la vigencia de un transitorio poder monopólico, alcanzándose enormes ganancias, hasta que la expansión de aquella innovación, reproducida por firmas competidoras, regeneraría la situación equilibrada.

La dinámica innovadora provocaría, entonces, la ruptura provisoria del equilibrio sistémico, en la medida en que -a través del transcurrir temporal-, otros directivos de empresas seguirán los pasos del “emprendedor”, procurando también la elevación del rendimiento del capital, mediante la imitación, y reactivando el proceder competitivo, lo cual determina el decrecimiento de los beneficios extraordinarios, hasta el advenimiento de la situación equilibrada, donde retornaría la obtención de las “ganancias” ordinarias.

Los beneficios de las firmas, en consecuencia, constituirían el valor retributivo debido a los riesgos emprendidos asumidos por el sector empresarial, al remunerarse la idoneidad del management a fin de implementar innovaciones  para ser utilizadas en la contienda establecida por la competitividad mercantil. Ello comprende tanto al titular de la empresa como a los ofertantes de préstamos financieros a la misma, pues éstos experimentan pérdidas en caso de fracasar el accionar empresario, por lo cual el “espíritu innovador” desempeñaría el rol de factor esencial del desarrollo económico-productivo, y de la evolución supuestamente.

Las etapas de esta concepción acerca de la innovación capitalista abarcarían la “invención” (instancia creativa, cuando se descubren productos o procedimientos productivos a partir de procesos preexistentes), la “innovación” (puesta en práctica de aquellas invenciones, aplicándolas a la utilización económica, en los ámbitos industrial, financiero o comercial, y la “imitación” (extensión de técnicas o procesos innovadores, al reconvertir facetas insustanciales en la fabricación de mercancías sustitutivas semejantes, lo cual es realizado por directores de empresa de carácter “conservador o seguidor”.

Una cuestión principal tratada por la teoría shumpeteriana consiste en analizar en qué medida el sistema capitalista promueve la maximización productiva, teniendo en cuenta la vigencia contemporánea de un régimen económico monopólico, transformador, dinámico y progresivo. En tal sentido, el cometido “destructivo-creativo”, por esencia, del capitalismo, remite a su presunta condición evolutiva, que se expresaría -verbigracia- en el aperturismo comercial hacia nuevos mercados, junto a una concomitante avance del factor organizativo empresarial.

Dicho planteo alude a una especie de desarrollo “revolucionario” de la estructuración productiva, motorizado a través de la eliminación de lo viejo u obsoleto de aquélla, y la incorporación de medios tecnológicos y/u organizacionales renovados. Ello concierne a un mecanismo destructivo, consistente en la implementación de procedimientos -diversos- “innovadores”, teniendo en cuenta que las firmas inadecuadas a las condiciones emergentes serían proclives a su cierre o quiebra. Además, esa destrucción se correspondería con emprendimientos creativos, dado que (hipotéticamente) los mismos tienden a expandir las ventajas obtenidas al conjunto del sistema económico, lo cual representa -según esta visión- un fenómeno crucial y determinante del “éxito capitalista”.

El economista de marras hacía hincapié en la actitud, los propósitos, y las realizaciones innovadoras, referidos  a la búsqueda, por parte de las empresas, de ubicarse en nichos del mercado cuasi-monopolistas, lo cual a su vez genera una promoción relevante desde el punto de vista de la eventual competencia comercial. Mediante el devenir progresivo del capitalismo, resultaba nítidamente incontrastable la preservación de las ubicaciones monopólicas, potenciándose al ocupar una función crecientemente decisiva en el funcionamiento sistemático de este régimen de acumulación, producción y distribución de riquezas, bienes y servicios.

Sin embargo, la vigencia de monopolios coexiste con el accionar competitivo, que devendría efectivo cuando acontece a partir de la aplicación de innovaciones dentro de los emprendimientos empresariales, los cuales promueven el lanzamiento de productos nuevos al mercado, verbigracia por vía de tecnologías, fuentes de insumos, esquemas organizacionales novedosos, etcétera. Tal modalidad de competencia presenta mayor eficacia que el mecanismo alternativo que radica en la baja de precios, porque funge no solo en la medida en que se despliega en las instancias donde se concreta, ya que además lo hace en los casos de constituir una amenaza continua. Con frecuencia, en el medio-largo plazo se convertiría en un instrumento asimilable a las configuraciones teóricas acerca de la competencia perfecta; asimismo, dicha dinámica competitiva provoca la eliminación de posiciones monopólicas ostentadas por firmas de menor eficiencia.

De acuerdo a Schumpeter, la presencia de ubicaciones monopólicas desempeña cierto rol funcional en el desenvolvimiento de la economía, ya que el rendimiento capitalista de las firmas, conseguido a través de un accionar de aquel tipo, eventualmente provocan el surgimiento de determinadas requisitorias a fin de proactivar los emprendimientos innovadores, junto a la factibilidad de incorporarlos a la elaboración de productos. Según tal enfoque, entonces, los enclaves monopolistas no constituirían ninguna traba de cara a la progresión tecnológica sino que, por el contrario, coadyuvarían a potenciarla; asimismo, en otro orden, el carácter rígido del establecimiento de precios, merced a la incidencia de los monopolios, en ocasiones tendría derivaciones positivas durante fases recesivas. El incremento y generalización de los precios flexibles resulta proclive a la acentuación de los procesos de depresión económico-productiva, factor que acrecienta las sensaciones de incertidumbre, obstruyendo una reestructuración de la actividad empresarial, partiendo de fundamentos aggiornados a los desafíos en el largo plazo, lo cual tiende a impedir una recuperación de la evolución del sistema económico económico.

La teoría schumpeteriana aceptaba la impractibilidad de un régimen de competencia perfecta, observando las características elementales de la estructura contemporánea del sector industrial contemporáneo, aunque desaprobaba la argumentación sobre que, debido a ello, las grandes corporaciones debían consentirse en términos de “anomalía perversa”, inherente al avance de la economía capitalista. Al respecto, consideraba que las firmas desarrolladas a gran escala conformaban el eje crucial, a la postre, de la evolución productiva expansiva general.

Por otra parte, la competencia perfecta es impresentable en cuanto emblema de eficiencia ideal, por lo que -en la perspectiva schumpeteriana- devendría errático “basar la teoría de la regulación estatal de las industrias sobre el principio de que se debería forzar a las grandes empresas a funcionar como funcionaría la industria respectiva en una situación de competencia perfecta”.

Dario B.: "Schumpeter" [https://www.zonaeconomica.com/schumpeter1]

Schumpeter” - https://www.zonaeconomica.com

 


[1] México, Fondo de Cultura Económica, 1971

 

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