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INKORRUPTIBLES. Misceláneas sociopolíticas

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DEL "RACIONALISMO CRÍTICO" A LA VISIÓN REALISTA DEL CONOCIMIENTO (VIII) - Juan Labiaguerre

Popper señaló la conveniencia de no desertar prematuramente de la construcción teórica respecto de objetivos específicos de estudio, dado que tal hecho equivaldría a tomar una posición escasamente crítica en cuanto al análisis investigativo. Dejar de lado la edificación de una teoría determinada significaría entonces un síntoma endeble de perseverancia en la comprobación experimental: la contrastación empírico- conceptual de teorías representa, por ende, una exigencia meticulosa.

Por otra parte, dicho autor recibió un cuestionamiento profundo debido a su creencia firme en el valor positivo, e inmanente, detentado por las experimentaciones cruciales, en tanto parámetro decisorio entre dos teorías divergentes sobre el análisis de igual universo de estudio. En este sentido, la visión lakatiana estimó, de manera puntual, que aquello estimado en determinada instancia temporal como “experimento crucial”, probablemente en una época ulterior dejará de serlo.

Corresponde remarcar que Popper disiente con relación a la escuela del “positivismo empirista lógico”, ya que su ubicación referida al proceder de la investigación científica conlleva una diferencia notable en contraste con el inductivismo característico de aquella corriente epistemológica. Además, la postura “falsacionista” popperiana (original o “ingenua”), habría representado un abordaje del entendimiento científico discutible, alternativo al convencionalmente clásico.

El modelo de “incremento del conocer” según el prisma de Popper en la esfera de la ciencia, obedece a su filosofía, gnoseología y epistemología aludidas, áreas que -en su conjunto- permitirían comprender más acabadamente el ideario del autor, concerniente a la evolución científica. Dentro de este encuadre, el saber crece mediante el desarrollo de conjeturas y refutaciones, mientras que un cuerpo teórico específico califica como “ciencia” cuando su contenido sustancial deviene refutable, en cuyo defecto solo se trataría de metafísica.

El espacio conjetural remite a las actitudes expectantes, junto a los marcos hipotéticos y conceptuales de los investigadores en torno al universo estudiado, los cuales intentan corroborar permanentemente por medio de eventuales refutaciones. El progreso de la ciencia acontece a partir de conjeturas sujetas a comprobaciones de probables datos empíricos que las refutasen, lo cual implica un ejercicio crítico constante.

En lo atinente a la noción con respecto a las “teorizaciones”, cabe destacar algunos ítems, debido a que el lenguaje popperiano no esgrime semánticamente, de modo unívoco, tal vocablo. En ciertas ocasiones, utilizó el término mencionado con el fin de determinar proposiciones específicas per se, por ejemplo afirmativas-indicativas, a la manera de todos los cisnes son blancos. En otros casos, apeló a esa expresión bajo el significado de “conjunto de proposiciones universales, enlazadas según sus contenidos -y lógicamente-, en sistemas”, verbigracia las enunciaciones de la ley newtoniana de gravitación universal.

Toda proposición de carácter “universal”, strictu sensu, en consecuencia, se caracteriza en tanto aquella que no persigue restricción alguna vinculada a una entidad espacio-temporal concreta. De ese modo, la perspectiva de Popper consistiría en analizar los enunciados teóricos como ente sistémico contenedor de aquellas proposiciones universales, y asimismo las disciplinas científicas humanas y político-sociales requerirían la implementación de procederes metódicos semejantes a los descriptos. Según el enfoque de este autor, existe una cualidad “monista” de la ciencia, de forma tal que el concepto de conocimiento con ese status sería único.

Teniendo en cuenta el conjunto de argumentaciones desarrolladas, toda explicación científica debería adoptar un esquema lógico básico, según el cual el fenómeno, o hecho, a explicar (“explicandum”), “deberá verse como conclusión inferida”, de modo lógico-deductivo, a partir de ciertas premisas conformadas por determinada teoría, junto a ciertas condiciones iniciales (“explicans”), lo que constituye el denominado modelo nomológico (o hipotético)-deductivo. Siguiendo estos parámetros de la «lógica de la investigación científica», es cuestionable la posibilidad de que las ciencias sociales alcancen la formulación de las mencionadas proposiciones universales, estrictamente hablando, que resulten verdad y, simultáneamente, “no permanezcan en el ámbito de las certezas triviales, con lo que ni siquiera serían <científicas>” [1].

Se han señalado las falencias que presenta la concepción logicista y deductivista de la ciencia, propia del enfoque de Popper [2], dado que el concepto de verdad no ocuparía la centralidad que este filósofo le confiere, ni tampoco el mismo debería constituir “el hilo conductor de un análisis adecuado del conocimiento científico, [puesto que] al observar la práctica nos encontramos con que los científicos hablan poco de la verdad” [3]. No obstante ello, en caso de rechazar la posición realista debería aceptarse alguna forma de antirrealismo, cuando la mayor parte de los científicos naturales contemporáneos fueron, o son, realistas”, por ejemplo, Einstein, Hawkings y Planck, entre otros [4]. Por otro lado, de acuerdo a Carnap, “Reichenbach, al igual que Russell, Einstein y muchos otros eminentes científicos consideraban que el realismo es la base indispensable de la ciencia” [5].

Al asumirse posicionamientos <antirrealistas>, deberá explicarse, en algún momento, la ilusión realista de los científicos naturales, pues ellos “creen que hablan sobre el universo, que lo investigan y que han llegado, en cierta medida, a conocer determinados aspectos del mismo” [6]. En vistas de lo hasta aquí expuesto, y a efectos de no caer en el barroquismo antirrealista, es conveniente formular una caracterización del realismo acorde con las propias ideas sustentadas por los mismos científicos realistas sobre su actividad, lo cual deriva en la siguiente versión de esta corriente:

ii- Realismo constructivo-interaccionista: la concepción elaborada por Harré habría planteado una «revolución copernicana» dentro del campo de la filosofía de la ciencia; dicho autor evalúa que existe una proclividad al predominio de cierta mitología del deductivismo en el campo mencionado [7]. En ese sentido, la vigencia de tres grandes mitos refieren a las creencias acerca de que “los acontecimientos son el objeto primario del conocimiento científico, [...] los únicos vehículos del pensamiento científico son lingüísticos [y] el mito de los sistemas deductivos, [lo cual conlleva que] la matemática es adaptada como un ideal del conocimiento científico” [8].

Enfrentando la <mitología> antedicha, y fundamentándose en su consideración de las ciencias reales, los enunciados expuestos por Harré, sobre las premisas del pensamiento científico, son las siguientes: a) el mundo de encuentra conformado por un “conjunto de estructuras semipermanentes” y los científicos han conseguido, ante esa configuración, un conocimiento relativo acerca de la naturaleza, y el comportamiento, de aquéllas; b) “los vehículos del pensamiento científico no son exclusivamente lingüísticos”; y c) toda teoría científica posee un modelo, cuanto menos, como núcleo, no demandando una formulación de tipo deductivo. El giro radical implicado por esta perspectiva consiste en la evaluación de las teorías científicas en tanto modelos y no, tal como argumentaban los deductivistas, en términos de sistemas deductivos de leyes o generalizaciones. El conocimiento científico, entonces, procede mediante la elaboración de «modelos sobre el universo», por lo cual el hecho dado por la posibilidad de reconstrucción de una teoría científica sería un elemento secundario [9].

Harré expuso una elaboración pormenorizada en referencia a la construcción de <modelos teóricos científicos>, v.g., “la teoría de la evolución y su modelo de la selección natural por medio de la lucha por la existencia”. Teniendo en cuenta su planteo, resulta inadecuado intentar una extrapolación incondicional desde una concepción determinada del área de las matemáticas hacia el ámbito disciplinario de las «ciencias reales», ya que “una cosa son las ciencias naturales que tratan del universo y otra las matemáticas”. Estas últimas son utilizadas en las disciplinas científicas reales, principalmente en la física, la cual, sin embargo, no es matemática sin más, en la medida en que la misma aborda el mundo, y su núcleo está constituido por un conjunto de modelos. La comprensión de las ciencias naturales reales resultaría imposible, por ende, mediante su tratamiento exclusivo en términos lógico-matemáticos [10]. Asimismo, el filósofo citado concibe la filosofía de la ciencia como cierto «conjunto de investigaciones lógicas, epistemológicas y metafísicas» mutuamente interrelacionadas. Cuando este autor analiza las distintas modalidades del razonamiento científico, “critica tanto el inductivismo de los positivistas como el falsacionismo” de cuño popperiano; el primero se parecería, en gran medida, a la práctica científica real, mientras que la postura falsacionista deriva en la eliminación de algunos componentes del <discurso real>, característicamente específico de la ciencia a través de su actividad concreta. En otras palabras, el quehacer científico en la práctica, es decir de hecho, no suele ser ni inductivista ni falsacionista [11].

En virtud de lo expuesto, la posición realista sostendría, en este caso, que determinados “términos teóricos se refieren a entidades hipotéticas”, algunas de las cuales son estimadas, científicamente, en cuanto candidatas a ser existentes. Al respecto, una parte de las mismas “resulta, tras una investigación ardua, que existen” [por ejemplo, los virus], mientras que otras en cambio, con el tiempo, pasan a considerarse ficciones. Los recursos y herramientas usados por la investigación científica de la naturaleza desempeñan un rol relevante dentro del proceso descrito; en este aspecto, el realismo cuadraría, de manera exacta, con los estudios anatómicos, fisiológicos y químicos, mientras que el límite fronterizo establecido por la ciencia física deviene “susceptible de ser interpretado en términos positivistas o fenomenistas”. Al mencionar la metafísica, Harré alude a la ontología de la ciencia, y el análisis de categorías más generales refiere a materiales, individuos, cualidades y relaciones, entre éstas las causales [12].

Posteriormente, este filósofo contrastó “dos grandes posiciones en la filosofía de la ciencia actual: la positivista y la realista” [13]. El positivismo procuraría el tratamiento de las teorías científicas en cuanto meras estructuras lógicas, abordaje cuya eficacia radica sólo en la realización de predicciones, por lo que el conocimiento propio de la ciencia se reduce a un conjunto de generalizaciones acerca de la experiencia. Contrapuesto a la corriente anterior, el realismo destaca la función que cumple la imaginación del ser humano, en lo que atañe a la evolución de concepciones alusivas a los vínculos reales, existentes al margen de lo experiencial; de acuerdo a este posicionamiento, “el contenido de las teorías científicas tiene el carácter de conocimiento empírico” [14].

La esfera comprendida por la filosofía de la ciencia es ampliada por Harré, al abarcar también las relaciones entabladas entre ciencia y sociedad [15], preocupado por el hecho de que “la identificación de influencias sociales en la formación, y evaluación, de las teorías científicas, por parte de los sociólogos de la ciencia, haya conducido a ciertos filósofos a proponer una forma de relativismo radical” [16]. La actividad científica devendría entonces, de algún modo, social, siendo realizada por un grupo de personas, cuyos destinatarios son también este tipo de colectivos, y sus resultados serían usados por distintas comunidades; el autor de marras sostiene la necesidad del establecimiento de una diferenciación nítida entre la ciencia en la sociedad, junto a las cuestiones filosóficas concomitantes a dicha instancia relacional, y <la ciencia como una sociedad>, lo cual deriva en el planteo de problemas de la filosofía surgidos cuando se concibe a los científicos en tanto integrantes de una comunidad determinada, inclusive bajo la figura de “una tribu, con una cultura y unas costumbres específicas” [17].

En una obra posterior, Harré retoma la problemática precitada, señalando que el trabajo científico es llevado a cabo por parte de “una comunidad socialmente estructurada de hombres y mujeres [y que] la ciencia que consumimos es el producto final de la interacción compleja entre fuerza sociales, y prácticas, cognitivas y materiales” [18]. En tal sentido, debieran distinguirse tres dominios, en lo que respecta al universo, a saber: el correspondiente a la «percepción humana común»; el de aquellos seres que podrían ser observados dadas determinadas condiciones históricas y técnicas; finalmente, la instancia que alude a ciertas entidades que, debido a motivos diversos, se encuentran “más allá de toda capacidad humana observacional” [19]. En este aspecto, “los científicos naturales, especialmente en la Física Fundamental, manejan teorías que tratan de describir los estados y relaciones de algunas entidades que nunca podrán ser objetos de la experiencia común, aunque se use el instrumental más desarrollado y sofisticado” [20].

Por otro lado, se señala la existencia de diferentes tipos de teorías en el escenario científico actual, esto es: I- “objetos cognitivos que poseen propiedades pragmáticas, [permitiendo] la constitución, clasificación y predicción de los fenómenos observables”, v.g. la cinemática newtoniana; II- objetos cognitivos portadores de atributos icónicos, los cuales posibilitan la “representación de una determinada clase de entidades inobservables, [por ejemplo] la teoría de las enfermedades producidas por las bacterias” [21]; III- teorías que procuran la “representación de sistemas de entidades, sus comportamientos e interrelaciones, no susceptibles de ser pintadas, [constituyendo] una clase específica de inobservables [...] por los seres humanos”, como quedaría ejemplificado mediante el caso de la teoría einsteniana de la relatividad.

En forma simultánea a su elaboración peculiar de la filosofía de la ciencia realista, Harré llevó a cabo un conjunto de investigaciones acerca de la práctica real de los científicos [22]; asimismo, a comienzos de los años setenta, este filósofo ya sostenía que el trabajo experimental realizado en ciencias naturales no presenta el objetivo ineludible de “confirmar o refutar las hipótesis o teorías científicas, como piensan los empiristas lógicos o los popperianos” [23]. En ese orden, destaca la relevancia demostrada por las investigaciones exploratorias en ciertas ciencias experimentales, dado que gran parte de la actividad científica presenta un carácter simplemente exploratorio; los científicos que emprenden esa clase de estudios “sólo tienen una idea muy imprecisa sobre lo que va a ocurrir y lo que pueden encontrar” [24].

En un texto publicado a comienzos de la década de los ochenta, Harré indicó una serie de experimentos que habrían transformado la concepción del mundo, “desde los estudios biológicos de Aristóteles hasta los trabajos de Gibson sobre la percepción”, estos últimos realizados poco después de mediados del siglo XX. Allí cuestiona la filosofía de la experimentación sustentada por la corriente inductivista, la correspondiente al enfoque fiabilista de Popper, y aquella otra defendida por los convencionalistas. Al respecto, ninguna de estas filosofías resistiría una confrontación con la historia de la ciencia experimental [25]. La utilización de instrumentos variados en la investigación científica tiene por objeto la medición, la ampliación de la capacidad perceptiva de los científicos [v.g., mediante el uso de microscopios y telescopios] y el aislamiento de «influencias y tendencias», a efectos de permitir que “los científicos puedan estudiar cada una de ellas” independientemente [26].

Por otra parte, cabe reseñar que, a través de su actividad empírica, los científicos ejecutan las siguientes funciones: “exploran las características de un proceso que tiene lugar de forma natural”; procuran optar entre hipótesis alternativas, a menudo enfrentadas entre sí; prosiguen el descubrimiento, por vía inductiva, de ciertas leyes; recurren a la utilización de modelos, con el fin de “simular procesos que de otra forma no podrían ser investigados”; aprovechan la emergencia de algún accidente acaecido durante el transcurso del proceso investigativo; “obtienen resultados negativos que tienen implicaciones teóricas importantes”; a veces, logran encontrar un mecanismo oculto, correspondiente a determinado efecto previamente conocido; llevan a cabo pruebas determinantes, en forma eventual, de la realidad propia de entidades “cuya existencia se considera desde un punto de vista teórico”; proceden a la descomposición de fenómenos que aparentaban ser, prima facie, de carácter simple; demuestran la vigencia concreta de cierta unidad subyacente a una heterogeneidad fenoménica manifiesta; “intentan aumentar la precisión y el cuidado en la manipulación de los fenómenos”; por último, persiguen el propósito de incrementar la potencialidad, junto a la diversificación en sus posibles aplicaciones, de los aparatos de investigación utilizados [27.

1- Rodríguez de Rivera, J., ob. cit. / 2- Carrera Tundidor, A.: La explicación científica en ciencias sociales. Del empirismo lógico al realismo científico; Madrid, tesis doctoral (UCM), 1994 / 3- Carrera Tundidor, A.: Realismo, ob. cit. / 4- Al respecto, según Hawkings, “el objetivo final de la ciencia [consiste en] proporcionar una única teoría que describa correctamente todo el universo” (Hawkings, S.W.: Historia del tiempo; Barcelona, Planeta-Agostini, 1992) / 5- Carnap, R.: Autobiografía intelectual; pág. 90 / 6-  Carrera Tundidor, A.: Realismo, ob. cit. / 7-  Harré, Rom: The principles of Scientific Thinking; The University of Chicago Press, 1970 / 8-  Carrera Tundidor, A.: Realismo, ob. cit. / 9- Carrera Tundidor, A.: Realismo, ob. cit. / 10-  Carrera Tundidor, A.: Realismo, ob. cit. / 11- Harré, R.: The Philosophies of Science; Oxford University Press, 1985 (edición original, 1972) / 12-  Carrera Tundidor, A.: Realismo, ob. cit. / 13- Harré, R.: The Philosophies…, ob. cit. [prefacio a la segunda edición] / 14- Carrera Tundidor, A.: Realismo, ob. cit. / 15- Obras tales como “Knowledge and Social Imagery” -Latour, B. y Woolgar, S., 1976-, que comprenden el espectro de una sociología de la ciencia, condujeron a Harré hacia la preocupación por dicha temática. / 16- Carrera Tundidor, A.: Realismo, ob. cit. / 17- Carrera Tundidor, A.: Realismo, ob. cit. / 18- Harré, R.: Varieties of Realism. A rationale for the natural sciences; Oxford, Blackwell, 1986 /19-  Con relación al último punto, es preciso indicar que algunas entidades no observables, en otro momento histórico, sí podrían ser observadas (Carrera Tundidor, A.: Realismo, ob. cit.) / 20- Carrera Tundidor, A.: Realismo, ob. cit. / 21- Este tipo conllevaría un esquema representativo de un “sistema físico que, en el momento de su formulación, no había sido aún observado [y, según Harré] la mayoría de las teorías científicas actuales pertenecen al mismo (Carrera Tundidor, A.: Realismo, ob. cit.) / 22- A través de su obra “The Method of Science” -Londres, Wykeham, 1970- había realizado un estudio detallado del quehacer científico de Freiberg, Gilbert y Hales, intentando demostrar de qué manera se vinculan recíprocamente, en el campo de la investigación científica concreta, «los supuestos ontológicos, las teorías y el trabajo experimental». Las investigaciones sobre el arco iris, el magnetismo y la vida de las plantas, efectuadas respectivamente por los científicos precitados, pondrían de manifiesto que tales fenómenos no pueden analizarse sólo en términos teoreticistas, exclusivamente empiristas, o bajo la premisa acerca de que dichos investigadores carecen de ideas ontológicas respecto a la existencia, y comportamiento, de esas entidades (Carrera Tundidor, A.: Realismo, ob. cit.) / 23- Harré, R.: The Methodology of Advanced Studies; en Harré, R. y Secord, P., “The Explanation of Social Behaviour”, Oxford, Blackwell, 1972, págs. 66-83 / 24- Carrera Tundidor, A.: Realismo, ob. cit. En tal sentido, se aclara que los estudios mencionados abundan en el campo de la química, mientras que en física constituirían ejemplos paradigmáticos la investigaciones sobre la óptica llevadas a cabo por Newton y aquellas realizadas por Faraday acerca de la electricidad, las cuales -en general- “cuando tienen éxito conducen a ampliar el conocimiento común y a la formulación de descripciones críticas”. 25- Harré, R.: Great Scientific Experiments; Oxford University Press, 1983 / 26- Carrera Tundidor, A.: Realismo, ob. cit. / 27- Carrera Tundidor, A.: Realismo, ob. cit.

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