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INKORRUPTIBLES. Misceláneas sociopolíticas

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ESTRATIFICACIÓN SOCIAL Y DESIGUALDAD - Harold KERBO [I]

Harold R. KERBO: “Estratificación social y desigualdad. El conflicto de clases en perspectiva comparada” [Madrid, McGraw Hill, 1998] - Síntesis, comentarios y observaciones del texto

En el prólogo de la obra (González-Requena) se indica el carácter universal del fenómeno de la desigualdad entre los seres humanos, al hallarse vigente en todas las sociedades, que remite a la existencia de diferencias, con dimensiones variables según los casos, de riqueza material, poder y prestigio entre sus miembros. Los distintos criterios y grados de estructuración de dicho fenómeno responden a las especificidades propias de una gran diversidad sociocultural, manifestándose a través del transcurso histórico bajo las formas de esclavitud, estamentos o clases de la sociedad industrial. Al representar la defensa de la igualdad una fuerte base normativa de la civilización contemporánea, la cuestión acerca de los límites tolerables de las situaciones desigualitarias, así como sobre las pautas correspondientes a la movilidad social, presentan una relevancia destacada.

Los sistemas de estratificación social obedecen a modalidades estructuradas y sistemáticas de desigualdad, mientras que el proceso de movilidad concierne al indicador adecuado de mensuración del nivel de fluidez actuante en una sociedad determinada, representando un referente ideológico ineludible de la modernidad. La obra de Kerbo procura, en ese sentido, una aproximación a la problemática integral de la estratificación / desigualdad sociales, y recurre a la articulación del tratamiento analítico de enfoques diferenciados sobre el sistema estratificacional con la ilustración empírica de las argumentaciones mediante las cuales pretende fundamentar su perspectiva teorética. De acuerdo al encuadre esbozado, el autor aborda las formas de evolución histórica, a partir de marcos conceptuales variados, de la cristalización del eje desigualdad-movilidad, expresado en tipos heterogéneos de sociedades.

El título de marras, en su edición en lengua castellana consta de cuatro partes, resultando la primera de ellas de índole introductoria al tratar, sucesivamente, (1) perspectivas y conceptos en el estudio de la estratificación social, (2) dimensiones de la desigualdad [alcance de la misma en EE.UU., grados de distribución desigual de bienes y servicios valorados socialmente, salud, influencia política, etcétera] y (3) estratificación en las sociedades, que trata de los modos desigualitarios vigentes en las colectividades históricas y los cambios producidos en ellos, junto a los correspondientes a las sociedades estratificadas, desde las comunidades primitivas hasta el presente.

Kerbo señala la importancia del tema de la estratificación social, a los efectos de comprender los aspectos generales y personales del funcionamiento de la sociedad. Alude a la existencia de fuerzas sociales sistemáticas que estructuran el proceso de desigualdad económica, reflejado en los polos de riqueza y pobreza, a la vez que al modo en que el sistema estratificacional conforma la base de la influencia social y del poder político. El análisis comienza a través de la narración de trayectorias individuales de vida, pese a que el estudio sociológico de la estratificación remite a estructuras colectivas y propiedades grupales, dado que muchas incidencias particulares pueden determinar el comportamiento humano. Este recurso permitiría la obtención de explicaciones generales mediante un número inferior de variables. El autor considera dos casos biográficos, situados en extremos opuestos, dentro de la sociedad estratificada estadounidense: el de Michael (residente carenciado de una zona marginal de Los Ángeles) y el de David (Rockefeller, presidente de la entidad financiera de propiedad familiar Chase Manhattan Bank)...

Ambos ejemplos contrapuestos demuestran que mientras numerosos habitantes del país experimentan una gran pobreza, una cantidad mucho menor de personas ostenta un notable poderío económico, problemática que plantea las siguientes cuestiones implicadas en el estudio de la estratificación: diferencias sociales de base, antecedentes familiares de clase, naturaleza de la sociedad, conservación de la desigualdad, comparación internacional e histórica y fundamento familiar o institucional del poder. El interrogante crucial en la explicación de la formación y mantenimiento de una sociedad estratificada desigual consiste en “¿quién consigue qué y por qué?”, pregunta cuya resolución remite al plano de las estructuras e instituciones sociales.

A continuación Kerbo define tres conceptos elementales: a- la diferenciación social refiere a la coexistencia de individuos con diferentes cualidades personales y roles sociales, lo cual configura una precondición necesaria para la estratificación, pero que no debe confundirse con ella (la diversidad de posiciones o funciones no conlleva que las mismas se ordenen de acuerdo a una ordenación establecida); b – la desigualdad social es una condición por cuyo medio las personas tienen posibilidades diferentes de acceso a recursos y ubicaciones valorados discriminadamente por la sociedad, vinculadas con la estructura de ésta (la evaluación social se aplica muchas veces a las diferencias anteriormente citadas, pero ciertas posiciones sociales colocan a los individuos en condiciones de adquirir una mayor porción de bienes y servicios) [1]; c- la estratificación social constituye la institucionalización de la desigualdad, al existir un sistema de relaciones sociales que determina “quién recibe qué cosa y por qué lo hace” (establecimiento de una escala jerárquica, ordenada en capas, mediante la cual se espera que las personas o grupos ubicados en una posición dada resulten capaces de exigir un mayor grado de respeto e influencia, al mismo tiempo que de acumular una cantidad proporcionalmente superior de recursos en general, teniendo en cuenta la vigencia de “reglas” que explicarían de qué manera, y debido a qué motivos, se distribuyen las respectivas recompensas) [2].

Cabe agregar, en referencia al último concepto señalado, que la ubicación en una “clase o estrato” es adscrita cuando resulta primordialmente hereditaria, esto es, las personas se sitúan en las diferentes posiciones de un sistema de estratificación debido a ciertas cualidades que están más allá de su control (raza, sexo o clase en que nacieron) [3].

El tratamiento de los sistemas de estratificación característicos de las sociedades industrializadas conduce, en particular, a la cuestión de la movilidad social y de las divisiones de clase. Esta última noción devino sumamente controversial en el campo de la teoría, y de la correspondiente empiria, sociológica y, en términos generales, equivale a un “agrupamiento de individuos con posiciones similares y con semejantes intereses políticos y económicos” dentro del sistema estratificacional. Al margen de la anterior simplificación, la temática compleja acerca de las clases sociales se presta a interpretaciones polémicas, como por ejemplo en lo que atañe a los criterios decisivos a aplicar a la hora de identificarlas con cierta precisión y distinguirlas empíricamente, al grado relativo por el que las personas reconocen (por sí mismas) dichas compartimentaciones y sus pertenencias respectivas, en aras de que esas particiones resulten significativas y relevantes en un sentido práctico y concreto y al hecho de que aun se encuentren vigentes, o no, en los EE.UU. y en otras sociedades industriales.

Las divisiones clasistas se fundamentan en tres criterios principales, que conciernen a las situaciones particulares en las estructuras i) ocupacional, ii) de autoridad y iii) de propiedad (posesiones que generan beneficios económicos). Dichos factores tienden a entrelazarse, produciendo diferenciaciones de clase más o menos pronunciadas. Una tipología común de los sistemas estratificacionales propios del capitalismo industrial comprende las siguientes clases: alta, medio-alta, trabajadora y baja; o, más detalladamente, CAPITALISTA o alta, TRABAJADORA NO MANUAL (“cuellos blancos”) ALTA y BAJA, MANUAL (“cuellos azules”) CALIFICADA y NO CUALIFICADA.

La aplicación de criterios interseccionales, a través del entrecruzamiento de las tres variables mencionadas previamente (ocupación laboral, grado de autoridad y nivel de propiedades), deriva en un ordenamiento que incluye tanto la correspondiente categoría económico-ocupacional como, así también, la posición de autoridad respectiva, lo cual brinda la taxonomía de clases expuesta a continuación, típica de una sociedad capitalista, por un lado, e industrial-burocrática, por otro, tal como sería el caso de los EE.UU.: A. ALTA = familias con grandes posesiones y autoridad elevada debido a ello; B. CORPORATIVA = grupos de personas con mucho poder en las grandes corporaciones empresariales y, a menudo, en el Estado, aunque habitualmente no son propietarios importantes de aquéllas [habría indicios de que esta clase adquiere gradual relevancia en detrimento de la alta]; C. MEDIA = conjunto de individuos con escasas posesiones pero que se ubican en posiciones medias o altas en lo que refiere a la ocupación ejercida -trabajo no manual- y en escala de autoridad (distinción específica entre medio-alta y medio-baja); D. TRABAJADORA = agrupamientos de personas que cuentan con poca, o ninguna, propiedad, que tienen posiciones ocupacionales -trabajo manual- medias o bajas y nula, o muy escasa, autoridad (diferenciación entre trabajadores cualificados y no cualificados); E. BAJA, o “los pobres” = colectivos de individuos sin ninguna posesión, con frecuencia en situación de paro laboral, y carecientes absolutos de autoridad.

Se indica posteriormente el carácter ambiguo del término “status”, al significar a veces ubicación en una estructura social, lo cual asigna ciertos deberes y derechos específicos, asociados a dicho posicionamiento, mientras que habitualmente aquella expresión alude a la posición de clase en una jerarquía dada, donde se articularía el “honor o estima” concedidos popularmente con el respeto atribuido al nivel escalonado alcanzado en cuanto al “logro ocupacional” [4]

El sistema clasista podría distinguirse de otras formas estratificacionales, en parte, debido a la mayor posibilidad de obtener logros, o al grado superior de probabilidad de cambios, o traspasos, en la ubicación de clase [MOVILIDAD SOCIAL]. La dimensión adscriptiva siempre se mantiene de algún modo, de manera que existe una mezcla variada de logro y adscripción. El proceso de movilidad atañe al movimiento factible, individual y/o grupal, en el sistema de clases, “hacia arriba o abajo” (vertical), junto a aquel otro eventual traslado entre posiciones que ocupan el mismo rango relativo (horizontal). Los sistemas de clases se basan, en gran medida, en el logro, motivo por el que presentarían pautas amplias de movilidad social vertical, más aun teniendo en cuenta el énfasis dado a la igualdad de oportunidades, verbigracia, en los EE.UU. De allí la obsesión de los sociólogos de ese país por la medición del alcance real de aquella movilidad y por las investigaciones sobre el logro de status. La movilidad en la sociedad estadounidense se ha visto limitado históricamente por la permanencia de elementos adscriptivos (antecedentes familiares de raza y clase), y en términos generales ha disminuido desde los años ochenta. En suma, el logro influye en la situación de clase, por ejemplo el progreso en el nivel educativo suele promover el ascenso social, aunque los factores de adscripción cumplen un papel más importante que lo proclamado por los valores nacionales.

En lo que concierne a la estratificación social en el “sistema mundial moderno”, Kerbo percibe un cambio histórico, hacia fines del siglo XX, vinculado directamente con la desigualdad en la sociedad estratificada, concentrándose en el caso de los EE.UU. Este país habría experimentado una relativa decadencia económica dentro de aquel sistema, la cual se inició en los setenta, y luego se expresó en la política conocida como Reaganomics durante la década subsiguiente, reflejándose en el aumento en la desigualdad de la renta y la riqueza. tre las causales principales de tal proceso pueden mencionarse la escasa creación de fuentes laborales (sobre todo una gran pérdida de empleos con remuneraciones medias), los nuevos trabajos fueron crecientemente precarios o blandos (temporales, a jornada reducida, salarios bajos y con limitados beneficios o cobertura socioprevisional). Las transformaciones graduales operadas en los últimos treinta años cristalizaron en un cambio notable de la naturaleza estratificacional en la nación citada.

Las razones de ese rezago, verbigracia frente a Alemania y Japón, residen en la búsqueda de mayores grados de competitividad productiva por parte de las corporaciones o grandes empresas estadounidenses. Desde el fin de la guerra fría, se reconocen diferencias importantes entre los países capitalistas más desarrollados, que incluyen diversas formas de organización económica, las cuales redundaron en diferenciaciones internacionales del sistema de estratificación social...

Con respecto a las dimensiones relativas de la desigualdad y la pobreza en los EE.UU., contrastándolas con las de Alemania y Japón, el autor sostiene que en el primer país citado (más que en otras naciones industrializadas) se mezclan rasgos del “primer y tercer mundo”, manifestándose estos últimos en zonas aisladas y diferenciadas al interior de una sociedad económicamente avanzada. Los pobres en EE.UU., desmintiendo una opinión generalizada, en su inmensa mayoría serían hijos de personas cuyos antepasados han sido estadounidenses durante varias generaciones.

Se procede luego a describir el estado actual de la desigualdad en dicha nación, comparado con otros periodos de su historia y con otros países, a través de los siguientes indicadores: distribución de la renta y de la riqueza, niveles de vida [acceso a artículos de primera necesidad], atención sanitaria y grado de equidad en los resultados políticos (impuestos y servicios públicos). Otras desigualdades son de carácter inmaterial, o se basan en divisiones de raza y sexo, en algunos aspectos similares a la discriminación por castas...

El enfoque descriptivo sobre los factores mencionados, particularmente en los EE.UU., proporcionaría pautas que ofrecen una imagen básica de la desigualdad en una sociedad industrial occidental que ha alcanzado un gran desarrollo económico-productivo.

De manera resumida, pueden señalarse determinados indicios empíricos: la renta y la riqueza proporcionan bienes y servicios valorados socioeconómicamente (mercancías que, de acuerdo a su cantidad y modo de uso, otorgan influencia y/o poder). Los ingresos remiten a dinero, salarios y pagos percibidos, como contraprestación de una tarea o actividad realizadas, o al rendimiento de una inversión [el sueldo, más que las inversiones, mantiene a la mayor parte de la población]; la riqueza, en cambio, radica en bienes acumulados mediante distintos tipos de activos (acciones, capital, propiedades, etcétera) Si la distribución de la renta es desigual, la correspondiente a la riqueza lo es todavía más...

Por vía de corroboraciones empíricas recurrentes, expresadas en una serie de tablas y gráficos, Kerbo destaca los siguientes caracteres de la realidad social estadounidense: en cuanto a la renta, existe una evidente desigualdad según la raza y el origen étnico de que se trate, ya que en 1992 -por ejemplo- los negros e hispanos tenían un porcentual mucho más bajo con ingresos de u$s 100.000 anuales o superiores, y mucho más alto de u$s 5.000 o menos, comparados con los blancos. En términos generales, y considerando el mismo año, el 20% de los hogares con rentas más reducidas obtuvo sólo el 3,8% de los ingresos totales, mientras que la quinta parte con renta más elevada percibió el 46,9% de aquéllos (asimismo, el 5% de estos últimos hogares recibió el 18,6% de la renta agregada).

La estructura ocupacional representa un factor esencial en la generación de una distribución inequitativa de los ingresos: entre los hombres, considerando la categoría laboral más alta (directivos y “administradores” de empresas) obtenía en 1992 una renta mediana anual de u$s 40.081 y la inferior (jornaleros) de u$s 7.858; cabe destacar que entre las mujeres todas las cifras se encuentran, en semejantes proporciones, por debajo de las precedentes, incluyendo la clasificación de dicha renta de acuerdo a diferentes niveles educativos.

Siguiendo con la distribución de la renta en los EE.UU., la tendencia histórica demuestra una reducción de la desigualdad entre los años 1929 y 1945, y otro proceso en el mismo sentido entre 1947 y 1975 [reformas debidas a la depresión económica, junto al pleno empleo en la 2ª. Guerra Mundial, a lo que podría añadirse el auge del Welfare State, sucesivamente]. A partir de 1980 la desigualdad ha aumentado veloz y significativamente: teniendo en cuenta el “índice de Gini”, desde la posguerra aquélla alcanzó su nivel más bajo en el lapso 1965-1970.

Mientras se incrementa el número de ricos y pobres, evaluando el porcentaje de hogares, ha disminuido notablemente los sectores de renta media (u$s 15.000 a u$s 50.000 anuales). El aumento de la desigualdad de los ingresos de la población de los EE.UU. a partir de fines de los setenta se debe a la adopción de ciertas medidas de política económica y a los cambios operados en su estructura económico-productiva. En los sesenta ese país se situaba en una posición intermedia en el marco de las naciones industrializadas en lo que refiere a la desigualdad en la renta; sin embargo, en la década de los años ochenta el nivel más elevado de la misma correspondía a dicha nación, mientras que el inferior a Japón: la razón entre la renta media de los grupos porcentuales con ingresos superiores e inferiores era 12/1 en el primer caso y 4/1 en el segundo...


[1] Las características del individuo y los diversos lugares que ocupa, y papeles que desempeña, pueden ser valorados en forma desigual u ordenados de superior a inferior, en términos de honor o prestigio. Sería únicamente en dicho sentido limitado que la desigualdad social ha estado presente en todas las sociedades humanas.

[2] A veces se prefiere el término desigualdad estructurada, que implica una “conjunción de elementos: la desigualdad no es fortuita sino que sigue un patrón, manifestando una constancia y estabilidad relativas, y se encuentra respaldada por ideas que la legitiman y justifican” [Heller, Celia (ed.): Structured Social Inequality; New York, MacMillan, 1969]. Otros sociólogos añaden la condición de desigualdades hereditarias: en el transcurso de “varias generaciones, aquellos individuos que ocupan posiciones en un nivel concreto de la jerarquía estratificacional tienden a ser reclutados entre el correspondiente nivel jerárquico de individuos o subgrupos” [Mayer, K. Y Buckley, W.: Class and society; New York, Random House, 1955. Es decir que los aventajados encontrarían la manera de asegurarse que su descendencia sea también favorecida].

[3] Por otro lado, el “logro” implica la ubicación en una clase o estrato sobre la base de la portación de determinadas cualidades que los individuos sí pueden controlar: las personas obtienen su lugar en el sistema de estratificación porque lo merecen, al vivir de acuerdo con determinados ideales, o siguiendo ciertas reglas de logro. Dado que en muchas sociedades el lugar en los estratos se basa en una mezcla diversa de adscripción y logro, Kerbo no limita su definición de estratificación social a los casos adscriptivos.

[4] Kerbo utilizará el término citado en este último sentido, aunque lo hará en forma escasa y específica, debido a que rechaza que las divisiones de status o prestigio resulten cruciales de cara al análisis del sistema de estratificación.

 

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