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INKORRUPTIBLES. Misceláneas sociopolíticas

Cognición y Epistemología. Política y Sociedad, Estado, Democracia, Legitimidad, Representatividad, Equidad Social, Colonización Cultural, Informalidad y Precariedad Laborales, Cleptocracia, Neoconservadurismo, Gobiernos Neoliberales, Vulnerabilidad, Marginaciones, y Exclusión Colectivas y Masivas, Kirchnerismo Peronista, Humanidades, Sociología, Ciudadanía Plena, Descolectivización e Individualismo, Derechos Sociopolíticos, Flexibilidad ocupacional. Migraciones Laborales. Discriminaciones por Género, y Étnico-raciales, Políticas Socioeconómicas, Liberalismo neoconservador, Regímenes neoliberales de acumulación, Explotación laboral, Mercado de trabajo, Flexibilización y precariedad ocupacional, Desempleo, subocupación, subempleo, Trabajo informal...

DE LA “IMAGINACIÓN SOCIOLÓGICA” A LA “INVENCIÓN DE LO POLÍTICO” [II] - Juan Labiaguerre

            ...Según Wright Mills, una diferenciación sustantiva, considerada por el ejercicio de la imaginación sociológica reside en la separación establecida “entre las inquietudes personales del medio y los problemas públicos de la estructura social”. Tal bifurcación constituye un elemento central de aquella práctica teórico-analítica y, a la vez, un componente esencial de toda construcción conceptual, estimada como clásica, en el campo de las ciencias sociales. Las inquietudes afloran en el carácter de una persona y dentro de la esfera conformada por sus relaciones cercanas con otros individuos, de manera que se encuentran referidas a su propio “yo”, remitiendo a los ámbitos restringidos de interacción social conocidos directamente, es decir en situaciones copresenciales. Por lo tanto, la enunciación y el respectivo tratamiento de dichas inquietudes pertenecen al campo propio de la individualidad en cuanto ente biográfico, en el contexto de su hábitat próximo, es decir en el espacio demarcado por sus contactos personales que responde -en cierta medida- a su accionar conscientemente intencionado. Tener cierta inquietud representa una cuestión de índole privada, tal como se expresa cuando una persona percibe que se cierne una amenaza contra la vigencia de determinados valores, estimados especialmente por ella.

           Respecto del otro factor atendido discriminadamente por la imaginación sociológica, complementario de las inquietudes personales derivadas del medio circundante, el mismo remite a la presencia de problemas relacionados con asuntos que escapan al ser psíquico del individuo, así como también superan su radio de acción localizado e inmediato. Ellos se refieren a los aspectos organizativos característicos de numerosos espacios ubicados dentro del marco institucional de cierta sociedad, históricamente determinada y considerada en su globalidad, expresados en las variadas formas a través de las cuales distintos medios se implican e involucran recíprocamente, configurando “la estructura más amplia de la vida social e histórica”. La existencia de un problema, en tal sentido, atañe a una cuestión de carácter eminentemente público, en la medida en que se evidencia un entorno amenazante alrededor de valores, o principios, generalizados y defendidos por la gente en su conjunto.

            Esta problemática extendida adolece frecuentemente de carencia de enfoques adecuados, teniendo en cuenta que aquella se incuba en la propia naturaleza de los asuntos públicos conectados a la estructura social, en contraste con el desenvolvimiento de las inquietudes personales, incluyendo las más esparcidas y comunes entre ellas. Es decir que los “problemas” no pueden ser definidos correctamente a partir del contexto delineado por “los ambientes inmediatos y cotidianos de los hombres corrientes”. Un problema conlleva concretamente implicancias anidadas en procesos críticos, atravesados por las instituciones y los mecanismos inherentes a su funcionamiento, remitiendo además -habitualmente- al desarrollo de contradicciones y antagonismos, tal como se encargó de destacar de manera puntual el marxismo.

            Pero los hombres, habitualmente, no definen las inquietudes que sufren en relación con los cambios históricos y las contradicciones institucionales. Por lo común, no imputan el bienestar de que gozan a los grandes vaivenes de la sociedad en que viven. Rara vez conscientes de la intrincada conexión entre el tipo de sus propias vidas y el curso de la historia del mundo, los hombres corrientes suelen ignorar lo que esa conexión significa para el tipo de hombres en que se van convirtiendo y para la clase de actividad histórica en que pueden tener parte. No poseen la cualidad mental esencial para percibir la interrelación del hombre y la sociedad, de la biografía y de la historia, del yo y del mundo. No pueden hacer frente a sus problemas personales en formas que le permitan controlar las transformaciones estructurales que suele estar detrás de ellos... [[1]]

            Con relación a la temática referida a la desocupación laboral, por ejemplo, el autor sostiene que: cuando en una ciudad de 100.000 habitantes sólo carece de trabajo un hombre, eso constituye su inquietud personal, y para aliviarla atendemos propiamente al carácter de aquel hombre, a sus capacidades y a sus oportunidades inmediatas. Pero cuando en una nación de 50 millones de trabajadores 15 millones carecen de trabajo, eso constituye un problema, y no podemos esperar encontrarle solución dentro del margen de oportunidades abiertas a un solo individuo. Se ha venido abajo la estructura misma de oportunidades. Tanto el enunciado correcto del problema como el margen de soluciones posibles nos obliga a considerar las instituciones económicas y políticas de la sociedad, y no meramente la situación y el carácter personales de individuos sueltos ... Mientras una economía esté organizada de manera que haya crisis, el problema del desempleo no admite una situación personal [[2]].

             Los valores amenazados durante la época de posguerra no eran, en numerosos casos, identificados en cuanto valores y tampoco se advertía por lo general que resultaran concretamente amenazados, mientras una “situación de malestar e indiferencia constituye el signo distintivo de nuestro tiempo”. Los temas puntuales de mayor interés para los analistas sociales consistían en el ocio masivo y las revistas de historietas, desatendiendo cuestiones cruciales del momento tales como el fenómeno de la pobreza o la explotación del trabajo infantil, existentes en la mayor parte de los países. Un gran número de problemas públicos, del mismo modo que una considerable porción de inquietudes privadas, se enfocaban habitualmente en términos de patologías mentales, “en un intento patético de evitar los grandes problemas de la sociedad moderna”.

            El “principal peligro” para el hombre reside hoy en las fuerzas ingobernables de la sociedad contemporánea misma, con sus métodos impersonales de producción, sus técnicas envolventes de dominación política, su anarquía internacional, en una palabra, con sus penetrantes transformaciones de la “naturaleza” misma del hombre y las condiciones y finalidades de su vida... la primera tarea política e intelectual –porque aquí coinciden ambas cosas- del científico social consiste hoy en poner en claro los elementos del malestar y la indiferencia contemporáneos... las ciencias sociales se están convirtiendo en el común denominador de nuestro periodo cultural, y la imaginación sociológica en la cualidad mental más necesaria [[3]].

            A los efectos de percibir aquel contenido conceptual que pretende transmitir cualquier autor, debería comenzarse por averiguar el “lugar” de procedencia del mismo, es decir quién es, cuál es su ideario en los campos político y económico, así como también su definida o subyacente ideología referida a la apreciación de los diversos sistemas sociales. De algún modo, Wright Mills también forma parte de un círculo académico, salvando las distancias, compuesto por Marx, Durkheim y Weber, entre los autores más renombrados.  

            En varios sentidos considera Mills que la práctica intelectual del sociólogo debería conllevar la articulación necesaria entre connotaciones sociohistóricas singulares y trayectorias o biografías individuales, contexto coyuntural que determina los caracteres de las relaciones interpersonales e intergrupales, llevadas a cabo en el seno de  la misma sociedad compartida. A este cometido apunta el ejercicio sistemático de la “imaginación sociológica”, constituyendo su mettier específico devenido en “promesa”, cuyo reconocimiento explícito resulta la impronta del conjunto de sociólogos estimados como clásicos. Al respecto, aquellos análisis de la compleja problemática social desvinculados de la visión histórica, de los desarrollos biográficos y -fundamentalmente- de la convergencia de ambos aspectos (operada al interior de una sociedad determinada), no han podido culminar una obra intelectual integrada.

            La plasmación misma de la historia rebasa actualmente la habilidad de los hombres para orientarse de acuerdo con valores preferidos. ¿Y qué valores? Aun cuando no se sientan consternados, los hombres advierten con frecuencia que los viejos modos de sentir y de pensar se han ido abajo y que los comienzos más recientes son ambiguos hasta el punto de producir parálisis moral...

             No es sólo información lo que ellos necesitan. En esta “edad del dato” la información domina con frecuencia su atención y rebasa su capacidad para asimilarla. No son sólo destrezas intelectuales lo que necesitan, aunque muchas veces la lucha para conseguirlas agota su limitada energía moral. Lo que necesitan, y lo que ellos sienten que necesitan, es una cualidad mental que les ayude a usar la información y a desarrollar la razón para conseguir recapitulaciones lúcidas de lo que ocurre en el mundo y de lo que quizás está ocurriendo dentro de ellos. Y lo que yo me dispongo a sostener es que lo que los periodistas y los sabios, los artistas y el público, los científicos y los editores esperan de lo que puede llamarse imaginación sociológica, es precisamente esa cualidad.

            En cualquier momento dado, naturalmente, la “ciencia social” consiste en lo que están haciendo los científicos sociales debidamente reconocidos; pero no todos ellos están, de ningún modo, haciendo lo mismo: en realidad ni siquiera hacen cosas del mismo género. La ciencia social es también lo que han hecho los científicos sociales del pasado; pero cada estudioso de estas materias elige una determinada tradición de su disciplina...

             El concepto de la ciencia social que yo sustento no ha predominado últimamente. Mi concepto se opone a la ciencia social como conjunto de técnicas burocráticas que impiden la investigación social con sus pretensiones metodológicas, que congestionan el trabajo con conceptos oscurantistas o que lo trivializan interesándose en pequeños problemas sin relación con los problemas públicamente importantes...

             Lo que puede llamarse análisis social clásico es una serie de tradiciones definibles y usables ... su característica esencial es el interés por las estructuras sociales históricas; sus problemas tienen una relación directa con los urgentes problemas públicos y las insistentes inquietudes humanas ... (existen) actualmente grandes obstáculos en el camino de la continuidad de esa tradición pero, no obstante, las cualidades mentales que la constituyen se están convirtiendo en un denominador común de nuestra vida cultural general y ... están empezándose a sentir como una necesidad [[4]].

            Los análisis sociológicos legítimamente considerados clásicos remitieron a un cúmulo de interrogantes cruciales acerca de cómo se conforma la estructura de una sociedad particular visualizada globalmente, cuáles son sus elementos esenciales y de qué manera ellos se interrelacionan mutuamente, en contraste con otras configuraciones alternativas del ordenamiento social. Además, debería escudriñarse alrededor de los componentes significativos que explican la permanencia de dicho orden o la factibilidad de su transformación. Asimismo, la sociología clásica propiamente dicha abordó la temática de la ubicación de una sociedad dada en el universo de la historia humana; es decir en qué medida su evolución repercute en el devenir del mundo contemporáneo, teniendo en cuenta los rasgos definitorios de la respectiva etapa cronológica atravesada y las diferenciaciones con relación a otros periodos.

            La imaginación sociológica permite a su poseedor comprender el escenario histórico más amplio en cuanto a su significado para la vida interior y para la trayectoria exterior de diversidad de individuos. Ella le permite tener en cuenta cómo los individuos, en el tumulto de su experiencia cotidiana, son con frecuencia falsamente conscientes de sus posiciones sociales. En aquel tumulto se busca la trama de la sociedad moderna, y dentro de esa trama se formulan las psicologías de una diversidad de hombres y mujeres. Por tales medios, el malestar personal de los individuos se enfoca sobre inquietudes explícitas y la indiferencia de los públicos se convierte en interés por las cuestiones públicas.

             El primer fruto de esa imaginación -y la primera lección de la ciencia social que la encarna- es la idea de que el individuo sólo puede comprender su propia experiencia y evaluar su propio destino localizándose a sí mismo en su época; de que puede conocer sus propias posibilidades en la vida si conoce las de todos los individuos que se hallan en sus circunstancias ... en nuestro tiempo hemos llegado a saber que los límites de la “naturaleza humana” son espantosamente dilatados. Hemos llegado a saber que todo individuo vive, de una generación a otra, en una sociedad, que vive una biografía, y que la vive dentro de una sucesión histórica. Por el hecho de vivir contribuye, aunque sea en pequeñísima medida, a dar forma a esa sociedad y al curso de su historia, aun cuando él está formado por la sociedad y por su impulso histórico.

             La imaginación sociológica nos permite captar la historia y la biografía y la relación entre ambas dentro de la sociedad. Esa es su tarea y su promesa. Reconocer esa tarea y esa promesa es la señal del analista social clásico ... Y es la señal de todo lo mejor de los estudios contemporáneos sobre el hombre y la sociedad [[5]].

            Wright Mills sostiene que los pensadores que aducen representar la verdadera ciencia frecuentemente la convierten en “cientificismo”, cuando ellos incurren en la apreciación acerca de que la experimentación, mediante un tipo traspolado de las disciplinas naturales, se corresponde con el análisis de las prácticas sociales y que sólo a través de la aplicación, rigurosa, de aquélla es posible resolver los problemas humanos en su conjunto. No obstante tal apreciación, “muchos trabajadores culturales han llegado a pensar que la ciencia es un Mesías falso y pretensioso, o por lo menos un elemento marcadamente ambiguo de la civilización moderna”.

            Asimismo, discrepa profundamente con los ideólogos tanto liberales como conservadores, evaluándose en consecuencia que su concepción ocupa un espectro crítico o “radical”, dentro del pensamiento social vigente en la intelectualidad norteamericana de su época, aunque sin embargo su posicionamiento teórico no conlleva de ningún modo una prédica revolucionaria [[6]]. 

EL DESARROLLO DE LA “IMAGINACIÓN SOCIOLÓGICA” FRENTE A LAS TEORÍAS HISTÓRICAS DE LA HUMANIDAD, LA GRANDILOCUENCIA FUNCIONALISTA Y EL EMPIRISMO ABSTRACTO

            Aquello que, en tiempos de este autor, se consideraba investigación social tendía a orientarse, de acuerdo a su perspectiva, en torno a tres direcciones generales, cada una de las cuales resultaba proclive a la desviación respecto del objeto de estudio específicamente sociológico, a partir de enfoques distorsionados con relación al mismo. Las tendencias mencionadas corresponden, respectivamente, (1) a la inclinación hacia una teoría omnicomprensiva de la historia, (2) a cierta sistematización conceptual, generalizadora, acerca de la “naturaleza del hombre y de la sociedad” y (3) al tratamiento empírico, vaciado de contenido sustantivo, de ciertas cuestiones sociales contemporáneas. Es posible describirlas, señalando sus enfoques específicos y mencionando sus  principales exponentes, de acuerdo al siguiente desarrollo:

Las cosmovisiones de índole histórica sobre el devenir integral de la evolución humana 

            La primera corriente sociológica citada denota una fuerte ambición abarcadora, pretendiendo comprender, mediante una macroteoría histórica, “la totalidad de la vida social del hombre”, lo que conlleva un emprendimiento de carácter enciclopédico. Se encuentra representada por autores, situados en diversos posicionamientos ideológicos pero que, sin embargo, comparten la intención de abordar una visión científica integral, simultáneamente sistematizada e histórica. Es decir que trata y utiliza temáticas del pasado, a la vez que realiza ello con el objeto de diferenciar a grandes rasgos etapas, eras o estadios de la evolución “de la historia y de las regularidades de la vida social”.

            En el contexto de la sociología entendida como clásica se destacan, en tanto expresiones pretéritas de este proceder epistemológico, formalmente estereotípico, desde Auguste Comte a Max Weber, pasando por Karl Marx y Herbert Spencer, entre otros. En épocas más recientes, tales teorías históricas de la humanidad incurrieron en deformaciones específicas, convirtiéndose en ciertas ocasiones “en un estrecho molde transhistórico en el cual se meten a la fuerza los materiales de la historia humana y del cual salen visiones proféticas” (por lo general sombrías), como lo ejemplifican -por caso- las construcciones teóricas elaboradas por Oswald Spengler y Arnold Toynbee...     

 

[1] )- WRIGHT MILLS, Ch., ídem

[2] )- WRIGHT MILLS, Ch., ídem

[3] )- WRIGHT MILLS, Ch., ídem

[4] )- WRIGHT MILLS, Ch., ídem

[5] )- WRIGHT MILLS, Ch., ídem

[6] )- DAHRENDORF, R., ob. cit.

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