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INKORRUPTIBLES. Misceláneas sociopolíticas

Cognición y Epistemología. Política y Sociedad, Estado, Democracia, Legitimidad, Representatividad, Equidad Social, Colonización Cultural, Informalidad y Precariedad Laborales, Cleptocracia, Neoconservadurismo, Gobiernos Neoliberales, Vulnerabilidad, Marginaciones, y Exclusión Colectivas y Masivas, Kirchnerismo Peronista, Humanidades, Sociología, Ciudadanía Plena, Descolectivización e Individualismo, Derechos Sociopolíticos, Flexibilidad ocupacional. Migraciones Laborales. Discriminaciones por Género, y Étnico-raciales, Políticas Socioeconómicas, Liberalismo neoconservador, Regímenes neoliberales de acumulación, Explotación laboral, Mercado de trabajo, Flexibilización y precariedad ocupacional, Desempleo, subocupación, subempleo, Trabajo informal...

Análisis esquemáticos sobre clases sociales - ESTRATIFICACIÓN SOCIAL Y CLASES MEDIAS (V) - SÉMBLER, Camilo

"Revisión analítica de los sectores sociales intermedios" (Sémbler) - Comisión Económica Para América Latina / Santiago de Chile, División de Desarrollo Social, Políticas Sociales N° 125, diciembre de 2006

...Esquema 4 - Goldthorpe propone el siguiente esquema de clases y categorías sociales, comúnmente utilizado en su investigación empírica:

SEGUNDO MAPA DE CLASES (J.H. GOLDTHORPE)

  1. Profesionales, administradores y funcionarios de nivel superior, dirigentes de grandes empresas, grandes empresarios. Clase de servicio
  2. Profesionales, administradores y funcionarios de nivel inferior, técnicos con altos niveles de calificación, dirigentes de empresa pequeñas y medianas, supervisores de trabajadores no manuales, empleados.

IIIa Empleados ejecutivos.

IIIb Trabajadores de servicios.

IVa Pequeños empresarios y trabajadores autónomos con dependientes.

IVb Pequeños empresarios y trabajadores autónomos sin dependientes.

Clases intermedias

V. Técnicos de nivel inferior, supervisores de trabajadores manuales.

VI. Trabajadores manuales industriales calificados.

VIIa Trabajadores manuales Clases trabajadoras industriales calificados.

VII.b Trabajadores manuales agrícolas.

Ahora bien, antes de reseñar los vínculos que este esquema tiene con el fenómeno de la movilidad y la formación de clases, cabe hacer algunas anotaciones particulares sobre la clase de servicio, toda vez que ésta ha tendido a considerarse como expresión de las “nuevas clases medias” del capitalismo avanzado, y ha suscitado un amplio debate en la sociología europea contemporánea.

En efecto, como ya se apuntaba, para Goldthorpe la clase de servicio se distingue fundamentalmente de los asalariados clásicos a partir de la relación de empleo particular que entabla con sus empleadores, y no desde la diferencia -central en el análisis marxista- entre trabajo productivo y no productivo. Sería entonces dicha relación de empleo, basada en un código de servicio (distinto al contrato de trabajo básico) y en la existencia de honorarios e incentivos (que difieren del salario habitual), lo que daría a la clase de servicio una posición particular en la estructura de clases, que además le posibilitaría una seguridad relativa en su empleo y perspectivas de mejora material y de status que no se encuentran en las capas trabajadoras.

Por esto, la clase de servicio estaría representada por todas las ocupaciones de cuello blanco de nivel alto, vale decir, los empleados profesionales, administrativos y directores que desempeñan labores vinculadas a un conocimiento especializado y experto, o que ejercen determinados grados de autoridad sobre el proceso productivo y los trabajadores. Es ello lo que determina una relación de confianza con sus empleadores, a partir de la cual las ocupaciones mencionadas comparten una comunidad básica de situación de trabajo (posición en los sistemas de control y autoridad), y desde ahí, una situación de mercado (fuentes y niveles de ingreso), lo que permite su identificación como clase de servicio. Por cierto, ello no implica la ausencia de distinciones internas en su composición, las que se derivarían fundamentalmente del carácter público o privado del empleo, así como de la estratificación en términos de niveles de ingreso, riqueza, hábitos de consumo, etc., entre los individuos y familias que la componen.

Ahora, también es preciso destacar las diferencias de la clase de servicio con las posiciones limítrofes (superiores e inferiores) de la estructura de clases. En primer término, se distinguirían de una clase superior o elitista en la medida en que las posiciones de servicio son ocupadas a partir de una delegación de autoridad o promoción burocrática (carrera), mientras que las correspondientes a aquella serían expresión de su propio poder (económico, político, etc.). Y, por otra parte, a pesar de que puedan compartir algunos rasgos, la clase de servicio se diferenciaría de las posiciones o clases propiamente intermedias de la estructura social -oficinistas, dependientes, técnicos, encargados y otros tipos de personal-, en la medida en que éstos no se encuentran cabalmente integrados a las organizaciones o unidades productivas mediante una relación de empleo como la de la clase de servicio, por lo cual carecen de los incentivos, la seguridad en el trabajo y las rutas de promoción que caracterizan a esta última.

Considerando estos elementos analíticos, Goldthorpe ha desarrollado una serie de investigaciones comparativas sobre el fenómeno de la movilidad social y sus consecuencias en la formación de las clases. Particularmente, el interés de Goldthorpe ha radicado en analizar las posibilidades de movilidad relativa, es decir, las oportunidades que tienen de formar parte de las distintas clases sociales los individuos de distintas procedencias u orígenes, lo que sería una medida de lo que denomina como fluidez social de las estructuras de clases. A partir esto, la tesis central que ha defendido es que se ha producido, en el marco del capitalismo avanzado, un crecimiento sostenido de la clase de servicio y las posiciones intermedias, a diferencia de la disminución de la clase trabajadora, a partir de la posguerra, lo cual sin embargo no puede interpretarse directamente como un incremento de la fluidez social o la igualdad de oportunidades existente en las sociedades examinadas. Esto porque, pese a existir movimientos intergeneracionales ascendentes entre clases sociales, se percibe también una tendencia notable de éstas a reproducirse mediante la transmisión de recursos (económicos, sociales y culturales) a las generaciones siguientes, lo cual les permite disponer de medios y estrategias que influyen fuertemente en la posición de clase que se posee y enfrentar los obstáculos presentes en las rutas ocupacionales.

Sin embargo, como se mencionaba, una de las preocupaciones centrales de Goldthorpe es vincular los patrones de movilidad existentes con las posibilidades de formación de clase, esto es, con la posibilidad de identificar las clases como unidades sociales estables y coherentes, capaces de articular intereses y comportamientos colectivos, y no sólo como meras categorías estadísticas.

Para dar cuenta de la formación de clase Goldthorpe considera dos factores centrales: la identidad demográfica y la identidad cultural. La primera remitiría al grado en que sus miembros (individuos y familias) comparten posiciones a través del tiempo, mientras que la segunda se ligaría al grado de asociación que presentan en torno a sus estilos de vida, costumbres, valores, etc.

Entonces, por ejemplo, el decrecimiento sostenido de la clase trabajadora implicaría su desestructuración como unidad social y cultural, su des-formación, afectando sus posibilidades de acción grupal, a diferencia de lo que sucedería en la clase de servicio, la cual presentaría una tendencia -a pesar de su heterogeneidad interna- a constituirse en el largo plazo como un grupo definido y con oportunidades de movilización colectiva, tendencia que se incrementaría acorde disminuye o se torna más lenta la movilidad social ascendente producto del cierre de la fluidez social.

B. Las investigaciones contemporáneas sobre los sectores medios en América Latina. Globalización y nuevo estilo de desarrollo: a continuación se reseñan algunas de las principales investigaciones contemporáneas de América Latina que hacen referencia, desde distintas perspectivas, a las transformaciones operadas en las clases medias latinoamericanas en el marco del proceso de globalización y la instalación de un nuevo estilo de desarrollo a partir de la década de los ochenta. Particularmente, las investigaciones aquí reseñadas han sido seleccionadas de acuerdo a dos criterios principales, a saber: (1) intentar abarcar la mayor cantidad de sociedades de la región, considerando que no abundan los estudios globales sobre la región, sino que preferentemente trabajos referidos a determinados países; 2) dar cuenta de una diversidad de perspectivas analíticas (estratos, clases, índices, etc.) que han sido empleadas para dar cuenta de las transformaciones recientes en las clases medias.

Una de las aproximaciones a destacar, por su intención de elaborar un mapa analítico y generar datos para el conjunto de América Latina, es el desarrollado por Portes y Hoffman dirigido a dar cuenta de los reordenamientos de la estructura de clases ante la reorientación del modelo de desarrollo de la región en las décadas recientes. Partiendo de una noción de clase que alude a una categoría distintiva y perdurable de la población que se caracterizaría, en lo fundamental, por un acceso diferenciado a una serie de recursos sociales disponibles que le otorgarían poder y determinadas posibilidades de vida, Portes y Hoffman realizan dos precisiones importantes de tener en cuenta para el análisis de las clases.

En primer lugar, se trata de la consideración general de que dichos recursos en la sociedad capitalista se vinculan explícitamente con el mercado y, por ende, con la capacidad de los individuos y grupos sociales de acceder y competir por ellos. Ello, en segundo lugar, tiene connotaciones particulares para las sociedades de América Latina, toda vez que en éstas buena parte de la población no ha sido incorporada íntegramente a relaciones de trabajo legalmente reglamentadas ni al mercado de bienes, razón por la cual se trata, más bien, de grupos vinculados a la marginalidad o a la informalidad laboral.

La importancia analítica de estas precisiones, reside en que si las clases en el capitalismo avanzado se configuran de modo relativamente homogéneo debido a su inserción plena en relaciones de mercado, en América Latina se encuentran segmentadas por su incorporación parcial a una economía monetarizada y reglamentada legalmente. De esta manera, el mapa de la estructura de clases que elaboran se caracteriza por yuxtaponer criterios de definición propios de las sociedades avanzadas (relaciones de mercado) con la condiciones estructurales particulares que presenta la región (particularmente la reglamentación del empleo), todos los cuales son considerados como activos que a partir de su posesión o ausencia definen la posición de los grupos en la estructura. Los activos considerados, entonces, son los siguientes: (a) control del capital y de los medios de producción; (b) control de la fuerza de trabajo impersonal organizada burocráticamente; (c) control de calificaciones escasas y altamente valoradas; (d) control de calificaciones subsidiarias, técnicas administrativas; y (e) trabajo con cobertura y reglamentación.

Además agregan, como criterio definitorio, el modo de remuneración de las formas de empleo propias de cada categoría. Así, siguiendo una tipología tipo Gutmann -es decir, en que cada clase inferior sucesiva se define por la ausencia de uno o más activos presentes en la clase que le precede- la estructura de clases, con sus respectivas categorías o subtipos, se representa de la siguiente manera:

 

Esquema 5

LA ESTRUCTURA DE CLASES EN AMÉRICA LATINA (A. PORTES Y K. HOFFMAN)

Clase Subtipos Porcentaje de la fuerza de trabajo

I. Capitalistas Propietarios y socios gerentes de empresas grandes o medianas. 1,8

II. Ejecutivos Gerentes y administrativos de empresas grandes o medianas. 1,6

III. Trabajadores de elite Profesionales asalariados con formación universitaria en la administración pública y en las empresas privadas grandes y medianas. 2,8

IV. Pequeña burguesía Profesionales y técnicos independientes y microempresarios con

personal supervisado directamente. 8,5

Va. Proletariado formal no manual

Técnicos asalariados con formación vocacional y empleados de oficina. 12,4

Vb. Proletariado formal manual

Proletariado asalariado especializado y no especializado con contrato de trabajo 23,4

VI. Proletariado informal: obreros asalariados sin contrato, vendedoras ambulantes y familiares no remunerados. 45,9

Desde aquí, Portes y Hoffman definen el bloque dominante en América Latina a partir de las tres primeras clases presentadas en el esquema, mientras que las clases subordinadas corresponderían a las dos últimas del mapa (proletariado formal manual e informal). Por consiguiente, apuntan, la pequeña burguesía y el proletariado formal manual representarían la clase intermedia de la estructura latinoamericana. Cabe considerar que la razón de excluir de las posiciones medias a una categoría comúnmente considerada como tal, como es el caso de los profesionales asalariados con formación universitaria en la administración pública y privada, remite a que recibirían ingresos significativamente superiores a los propios de las categorías intermedias.

Podría precisarse, entonces, que el análisis de Portes y Hoffman considera dos estratos o categorías (superior e inferior) dentro de la clase media latinoamericana, los cuales presentarían rasgos distintivos y relevantes de considerar.

En primer lugar, la pequeña burguesía que comprendería a los microempresarios, profesionales y técnicos que trabajan por cuenta propia, correspondería a una de las clases -junto con el proletariado informal- que ha experimentado el mayor crecimiento durante la época de cambios desencadenada por la implantación del estilo de desarrollo neoliberal. El motivo de este crecimiento, según su consideración, radicaría en que las políticas de ajuste y reforma neoliberal implicaron una importante disminución del empleo público, los profesionales asalariados y otros trabajadores calificados, lo cual no fue absorbido por un consiguiente incremento del empleo formal en el sector privado, sino que encontró refugio en las actividades microempresariales y cuentapropistas. Así, si bien todavía no alcanza al 10% de la población económicamente activa en la mayoría de los países, la pequeña burguesía ha experimentado un importante incremento durante la última década. Además, destacan, este sector cumpliría un rol sumamente relevante en el marco del modelo de desarrollo neoliberal en América Latina, toda vez que posibilitaría la articulación entre la moderna economía capitalista (promoviendo insumos y bienes de bajo costo a las grandes empresas) y los sectores informales (incorporados, frecuentemente, como mano de obra en microempresas).

Por su parte, los trabajadores formales no manuales representarían a técnicos asalariados y empleados de oficina de menor jerarquía, que se encuentran cubiertos por contrato de trabajo y la previsión legal vigente. En el marco del modelo de desarrollo neoliberal, habrían experimentado un importante descenso, tanto por la contracción del empleo en el sector público como por el estancamiento del sector privado, lo que contrastaría con su evolución durante el proceso de industrialización sustitutiva de importaciones, en donde se beneficiaron de un crecimiento lento, pero sostenido, tanto de sus miembros como de sus ingresos absolutos y relativos.

Finalmente, Portes y Hoffman señalan que mientras la criminalidad se ha constituido, en determinados casos, como una estrategia de adaptación alternativa frente a los ajustes neoliberales por parte de los grupos más empobrecidos y excluidos, la migración ha tendido a operar en el mismo sentido para el caso de las clases medias, en donde los grupos portadores de cualificaciones educativas (profesionales, técnicos y empleados administrativos), frente a la contracción del empleo en el sector formal, han buscado crecientemente durante la década de los noventa opciones fuera de su país de origen (principalmente, hacia Estados Unidos y desde Argentina, Colombia y Ecuador).

Otra aproximación interesante de considerar, sobre todo por su capacidad de operacionalización de la estratificación social y cierto énfasis en los cambios operados recientemente en los perfiles de la clase media, si bien remitiendo al caso particular de la sociedad argentina, es el elaborado por Manuel Mora y Araujo a partir de la construcción de un índice de nivel económico social (NES). De acuerdo a Mora, la elaboración de dicho índice deja atrás el clásico debate entre la primacía de la posición en el proceso productivo y la posición en el consumo, instalando una visión de la estratificación social a partir del acceso que logran los grupos a determinados recursos sociales (participación social).

Se trata, entonces, de no asumir una centralidad de la ocupación ni del status para identificar las posiciones y grupos, sino que distribuir la población en base a una dimensión subyacente única que representa un continuo que engloba poder, prestigio y oportunidades materiales (índice sumatorio de dimensiones de estratificación). Ello implica considerar que esa dimensión subyacente, además de segmentar a la población, es un factor central en la constitución de sus principales orientaciones actitudinales hacia la política, comportamientos de consumo y oportunidades de logro.

En concreto, el índice de nivel económico social incorpora las siguientes variables: (a) Nivel educacional del principal sostén del hogar, considerando los ciclos formales que ha alcanzado (primario, secundario, terciario no universitario, universitario, posgrado); (b) Nivel ocupacional del mismo, de acuerdo a una jerarquía de ocupaciones basada en dos grandes grupos: cuentapropistas o relación de dependencia laboral. El primero abarca trabajadores autónomos y empleadores de empresas muy pequeñas, y el segundo al conjunto de posiciones, tanto del sector público y privado, que van desde el empleo doméstico hasta las labores de alta dirección empresarial; y (c) Posesiones materiales del hogar. A partir del puntaje total que obtienen los hogares en las distintas variables del índice, se establecen las cohortes que dan origen a las posiciones, segmentos y clases sociales. El esquema se representa entonces de la siguiente manera:

 

Esquema 6

ÍNDICE DE NIVEL ECONÓMICO SOCIAL- NES (M. MORA Y ARAUJO)

Posición Segmento Clases

Alto- alto A-B-C1

Alto C2 Clases Afluentes

Medio-alto C3

Medio-bajo D1 Clase Media

Bajo D2

Bajo- bajo E Clases Bajas

Conviene precisar ahora algunas conclusiones que, a partir de la sociedad argentina, se extraen de la aplicación del índice, particularmente en relación a la situación y composición de la clase media. En primer término, a nivel de la distribución general de la población, la clase media representaría el 48%, posible de descomponer en un 26% de hogares en el nivel medio-alto (C3) y un 22% en el medio-bajo (D1). El resto de la distribución sería la siguiente: un 7% se ubicaría en el segmento superior con un altísimo poder adquisitivo (A-B-C1), a lo cual seguiría un 11% en el segmento alto (C2). Mientras, las posiciones inferiores de la distribución se repartirían entre un29% en el segmento bajo (D2) y un 7% en el bajo-bajo (E).

En segundo término, la revisión de los resultados obtenidos en cada una de las variables del índice también arroja conclusiones relevantes para la caracterización de los sectores medios. Así, en relación con la distribución de la población por categoría ocupacional, se destaca un patrón general de incremento de la proporción de personas empleadas en el sector servicios y una disminución de los obreros manufactureros, al igual que el trabajo autónomo, cuya proporción crecería linealmente desde el estrato bajo al alto-alto, pero también repuntaría significativamente en el segmento bajo-bajo.

Ello implica entonces que el trabajo autónomo es una categoría heterogénea socialmente, asociada a un componente de clase alta (profesionales), un componente de clase media (comerciantes) y uno de clase muy baja (changarines). Por último, también se destaca el hecho de que la situación ocupacional correspondiente a las amas de casa tiende a ser mayor en los estratos medios de la estructura social.

En el ámbito de la distribución por nivel educacional, se aprecian dos tendencias generales importantes, que refieren al incremento -en todos los estratos- de los grados de escolaridad de los jóvenes en relación a sus padres y la importancia que asume la diferenciación en el acceso a la educación entre estratos, como lo revela el hecho que sus grados de distancia son mayores que los referidos a la distribución de bienes materiales. Además, se advierte que si, como es obvio, el mayor grado de distancia entre grados de escolaridad se presentaría entre los sectores extremos de la estratificación, también cabe destacar la diferencia significativa que se presenta en el acceso a la educación al interior de la clase media. Así, por ejemplo, mientras el 49% de los jefes de hogares del segmento medio-alto ha completado el ciclo secundario de la educación, dicha cifra disminuye al 25% para el caso de los pertenecientes a posiciones medio-bajas.

Finalmente, la distribución de la posesión de bienes materiales entrega conclusiones bastante similares. Así, si bien se destaca la creciente homogeneidad de los estratos en el acceso a instrumentos asociados a medios de comunicación, no así a recursos tecnológicos más sofisticados, se advierte también una tendencia a una mayor distancia al interior de la clase media, entre su estrato alto y bajo, y además entre ésta y los segmentos bajos de la estructura.

De esta manera, Mora concluye afirmando la existencia de una tendencia sumamente relevante de tener en cuenta al aproximarse al estudio de los cambios operados en los sectores medios, esto es, la presencia de una tendencia importante en el cuadro de las diferenciaciones sociales en Argentina a pasar de una situación de homogeneidad de sus clases medias y una segmentación de una clase baja relativamente reducida, a un contexto donde la clase baja experimenta un relevante crecimiento cuantitativo y la clase media se ve fuertemente segmentada en su interior.

Ello, como veremos más adelante, posee profundas implicancias en la configuración diferenciada de los estilos de vida y patrones culturales que presentan sus estratos constitutivos.

También basado en la experiencia reciente de la sociedad argentina, el análisis planteado por Héctor Palomino concluye en una línea similar respecto a la heterogeneidad de las clases medias. En efecto, revisando las transformaciones económicas y su impacto en la estructura social argentina a partir de 1975, Palomino destaca la modificación sustancial operada tanto en los patrones de distribución del ingreso como en las fuentes laborales, lo cual acarrearía un profundo cambio en la situación y las expectativas de la clase media.

En el ámbito de la distribución del ingreso las estimaciones generales apuntarían a dar cuenta de una transferencia negativa para el caso de los asalariados y un importante proceso de concentración en los sectores altos de la estructura, el cual se habría realizado a costa de los estratos inferiores, pero también de segmentos significativos de los estratos medios. Ello permite apuntar el paso desde una distribución del ingreso relativamente continua durante el modelo de desarrollo anterior a un periodo reciente signado por la acentuación de las discontinuidades en la escala de ingresos. Este proceso, entonces, tendría importantes implicancias, diferenciadas de acuerdo a sus estratos, en la configuración de la clase media.

Así, la clase media asalariada -entendida como la categoría de trabajadores no manuales que abarca a directivos, profesionales, docentes, técnicos, vendedores y empleados de oficina- habría experimentado una disminución significativa de sus ingresos, fenómeno relevante si se considera, advierte Palomino, que representaba el estrato con mayor crecimiento cuantitativo desde mediados de siglo. Ahora bien, si esta categoría se analiza diferenciadamente según su fuente laboral, se advierte un incremento de las posiciones vinculadas a empleos privados, en detrimento de las posiciones públicas, donde además éstas han experimentado una disminución importante de sus salarios. El resultado de esto es un aumento de la heterogeneidad en la situación de las diversas capas de empleados pertenecientes a los sectores medios, toda vez que se advierte que a una misma capacidad, calificación y experiencia laboral la inserción pública o privada determina diferencias importantes en las condiciones de ingreso y posibilidades de consumo que presentan los estratos.

A esta diferenciación -público/privado- cabe agregar la operada al interior de los mismos estratos medios privados, las cuales, en una línea similar, remitirían más bien a las diferencias en la situación salarial de acuerdo al sector o empresa en que se insertan laboralmente (por ejemplo: empresas orientadas al mercado internacional o local) que a las capacidades profesionales o habilidades educativas.

Finalmente, la diferenciación salarial de los estratos de clase media también afectaría a su segmento autónomo, los cuales, además de presentar una situación de mercado en extremo inestable (por las contracciones y crisis sucesivas de la economía), habrían concentrado su crecimiento en el decenio 1970-80 en sectores como la construcción, que en los años sucesivos ha experimentado una caída considerable en sus condiciones de ingreso y niveles de vida. Con todo, Palomino advierte que es probable que el incremento reciente del cuentapropismo se vincule más con las dificultades de encontrar empleo asalariado que con la propia opción de asumir autonomía laboral como mecanismo de mejoramiento de la condición social, razón por la cual es cuestionable que el crecimiento de parte importante de los cuentapropistas pueda ser interpretada como una expansión de las clases medias, tal como ocurría hasta los setenta, pudiendo ser asignada posiblemente a posiciones propias de clases populares.

En suma, Palomino considera que las transformaciones económicas recientes acaecidas en Argentina han impactado diversificando internamente a las clases medias, las cuales si bien es cierto en el pasado ya se caracterizaban por su heterogeneidad entre estratos, ahora agregarían un nuevo factor de fragmentación: las segmentaciones dentro de los estratos mismos. De esta manera, concluye, no se trata sólo de heterogeneidad interna sino de fracturas en las clases medias, de rupturas a través de las cuales algunos segmentos “ganan” y otros “pierden” en el ámbito de ingreso, el consumo y las posibilidades de ascenso social. Es decir, en el nuevo contexto algunos sectores de las clases medias pareciesen beneficiarse del nuevo funcionamiento económico y social, principalmente aquellos autónomos y empleados vinculados a sectores en expansión, mejorando con ello su situación de mercado, mientras que otros, relacionados con sectores contraídos o con el Estado, experimentan un proceso de retroceso social.

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