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INKORRUPTIBLES. Misceláneas sociopolíticas

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CONSECUENCIAS SOCIOECONÓMICAS DE LA INFORMALIDAD LABORAL - Juan Labiaguerre

                A los efectos de demarcar el terreno complejo de la segmentación sociolaboral, es necesario diferenciar al microempresariado, o pequeña burguesía informal, de los fragmentos asalariados con inserciones ocupacionales informales. De acuerdo a la concepción elaborada por el PREALC, el fenómeno de la informalidad se encuentra representado por un sector perteneciente a “una única estructura productiva urbana de naturaleza heterogénea”, con facilidad de acceso en términos del desarrollo tecnológico alcanzado, así como también respecto de las características del mercado, concentrándose esta visión en la estructura productiva en cuanto eje analítico.

                  Portes y Walton abordan la problemática referida a la contribución de las actividades informales al proceso de reproducción de la clase trabajadora, en primer lugar mediante la presencia de redes de subsistencia, que atañen al ámbito signado por la producción y comercialización ajenas a las vías formales, tales como por ejemplo la autoconstrucción de viviendas. Asimismo, dicho aporte se manifiesta a través de “la producción mercantil simple y el pequeño comercio”, representados por la venta de producción casera y/o llevada a cabo por parte de negocios barriales, teniendo éstos ciertas ventajas de índole competitiva, debido al fraccionamiento del volumen de transacciones comerciales y a su localización próxima, entre otros factores concomitantes. Además, la configuración informal se expresa en la invasión espontánea de tierras urbanas, consolidada mediante la creación de asentamientos y la posterior subdivisión clandestina de dichos espacios. En definitiva, desde esta perspectiva el sector informal abarca cualquier tipo de actividad generadora de ingresos, aunque diferenciada del “sector formal basado en el pago de salarios y en la prestación de servicios sociales”.

                 Cabe destacar que, desde un punto de vista funcional, el sector servicios representa al "conjunto de actividades que sirven a la protección y al aseguramiento de las estructuras formales institucionales y culturales del proceso de reproducción social". Al respecto, el proceso de diferenciación interna -dentro del conjunto de funciones inherentes a la prestación de servicios- refleja la contracara en referencia al mecanismo racionalizador contemporáneo, típico  del capitalismo “neoindustrial”, cuya progresión en términos de los propios roles laboral-productivos estimados en sentido estricto, redunda en la proliferación de áreas competitivas imprescindibles a afectos del ajuste de las instituciones sociales formales de la sociedad y de la absorción de riesgos contingentes. 

                A partir de cierto enfoque neomarxista, la problemática de la informalidad es centrada en su nudo articulador con la dinámica inherente al régimen social de acumulación vigente, refiriendo la funcionalidad del sector formal -en diferentes planos analíticos- con relación al capital. De esta manera se vería refutada enfáticamente la concepción dependentista sobre la supuesta afuncionalidad intrínseca de aquel sector. El nuevo planteo alude a determinada visión, contextualizada históricamente en el marco de los “procesos de modernización periférica”, aunque el eje conceptual residía en la determinación de los mecanismos informales de explotación de las capacidades laborales  por parte del capital, es decir que, más allá del ámbito productivo, la perspectiva es proyectada en dirección al ámbito sociorreproductivo de la fuerza de trabajo. 

                En orden a la elaboración teórica, llevada a cabo sobre la base de la realización de ciertos estudios empíricos, Roberts abordó un análisis concentrado en las implicancias de determinadas políticas económicas urbanizadoras propias de sociedades periféricas, fundamentalmente latinoamericanas. Dentro de esta concepción, la informalidad abarca el denominado sector de pequeña escala, comprensivo del conjunto de actividades no efectuadas en establecimientos fabriles o a través de servicios relacionados con el ámbito productivo a gran escala -tanto financieros como profesionales-, grandes empresas comercializadoras y firmas dedicadas al transporte o a la construcción, todos ellos emprendimientos caracterizados por elevadas inversiones de capital. Es decir que, bajo el rubro informal y por descarte, se incluyen “talleres artesanales, negocios de reparación, pequeño comercio y toda una gama de productores por cuenta propia o trabajadores ocasionales”. Por otro lado, la propuesta de este autor asignaba una dimensión crucial a la cuestión referida al entramado de redes sociales a efectos de entender la propia dinámica de la informalidad urbana, tendiendo a conectar dicho proceso con la falta de regulación estatal. 

                El incremento proporcional del trabajo correspondiente a prestaciones de servicios responde, teniendo en cuenta una explicación de raigambre funcionalista, al crecimiento de necesidades "sistémicas" concernientes a dicha actividad. También puede explicarse –subsidiariamente- por un exceso estructural de oferta de trabajo en el mercado laboral, el cual genera un déficit ocupacional que es compensado mediante la absorción de mano de obra por parte del sector terciario. Desde un punto de vista analítico, este último enfoque explicativo -orientado hacia la oferta de trabajo- se encuentra en clara oposición respecto del primero, en la medida en que se circunscribe a aquel mecanismo útil en términos de inserción de ciertos segmentos de la fuerza de trabajo social global, considerados prescindibles para el desenvolvimiento del modelo de acumulación. El sector de servicios desempeñaría, entonces, el rol de factor de estabilización del circuito económico en los mercados de bienes: ya no se trata, en consecuencia, de derivar -como en el primer caso- el crecimiento del volumen de trabajo social de servicios de su rol imprescindible en términos de la evolución correspondiente al régimen productivo capitalista. 

                Asimismo, una hipótesis de carácter evolucionista, aceptada en gran medida durante la década de los años ochenta, ubica el eje de la dinámica del crecimiento del sector servicios en las transformaciones ocurridas en la estructura interna de consumo de las economías domésticas. Sin embargo, se trataría -principalmente- de cambios operados en las condiciones externas a ellas, por ejemplo de carácter político, organizacional, técnico o referidas al ámbito de la salubridad pública, factores que determinan la necesidad creciente de acudir a los servicios para la satisfacción de necesidades, aunque éstas se mantengan esencialmente inalteradas. Desde otro ángulo analítico, un enfoque alternativo explica la dinámica del sector mediante las transformaciones empíricas del comportamiento de la oferta de fuerza de trabajo, reflejadas en los cambios operados en las preferencias atinentes a la elección ocupacional, sin mutar de oficio o profesión, así como también a través de los factores potenciales de poder organizativo-estructurales que determinan la vigencia de dichas opciones preferenciales. 

                El fenómeno creciente de "descualificación" de fragmentos considerables de la mano de obra disponible conlleva la necesidad de reunir alrededor de diversas funciones serviciales a ciertos trabajos sociales de mantenimiento, históricamente comprendidos bajo roles laborales específicos y regulares, tal como se expresaba en el pasado a través de la producción agraria y artesanal. En ese sentido, la "particularización de las funciones administrativas, políticas y culturales de ordenación" permite la standarización-rutinización y el control general del trabajo propiamente productivo, incrementando su rendimiento, aunque a su vez determina el apareamiento de los costos correspondientes a los trabajos de producción y "puesta a punto", debido al retraso relativo del nivel de productividad característico del rubro servicios, situación que demanda un nuevo tipo de estrategias racionales a efectos de compensarlo. 

                En cuanto a los mecanismos de formación de rentas o salarios, en el segmento de capacidades laborales utilizadas en el área de servicios, solamente en reductos proporcionalmente pequeños dentro del conjunto de prestaciones pueden desarrollarse procesos que ubiquen los ingresos monetarios en relación equivalente a las concreciones efectivas de las mismas, por lo que "el criterio de los resultados se revela como una base inadecuada para la medición del salario"; además, muchos rubros manifiestan inestabilidad en el ritmo de volumen del trabajo y otras irregularidades referidas al reclamo específico de las realizaciones prestacionales, no coincidiendo habitualmente la remuneración percibida con el nivel de aquella prestación laboral desarrollada concretamente. 

                En el contexto de las economías latinoamericanas, Mezzera señala la escasez o carencia de mercados de capitales, por lo que “las firmas deben reinvertir sus excedentes a partir de sus propios flujos de caja, autofinanciamiento [que] conlleva políticas de precios que tienden a establecer barreras oligopólicas concentradas”. Esta situación induce a la búsqueda de tecnología moderna a efectos de disminuir costos productivos y, además, con el objeto de ajustarse a los patrones imperantes referidos a pautas de consumo. Por otro lado, estas empresas “mantienen una alta capacidad ociosa para defenderse de posibles competidores e inundar el mercado con sus artículos si fuera necesario”. De manera que, ante la permanencia de excedente de fuerza de trabajo urbana, despliegan una estrategia consistente en “erigir y defender barreras a la entrada de mercados de bienes, que involucra un sesgo inmanente contra las técnicas intensivas de trabajo”. Bajo dicha concepción, las crisis se expresan a través de la presencia de un “excedente coyuntural de oferta de trabajo urbano que remite a la problemática de las interrelaciones entre los sectores formal e informal”, posición que contrasta con las concepciones dualistas y apunta a un abordaje del problema en términos de mercados segmentados de trabajo urbano. 

          Dentro de un marco generalizado signado por fragmentaciones sociolaborales, condicionadas asimismo por la dicotomía entre modalidades ocupacionales estrictamente productivas o relacionadas con la prestación de algún tipo de servicios, ciertas inclinaciones teóricas conducen a interpretar el conjunto de transformaciones señaladas como si se tratara del ingreso a una especie de era social postindustrial. Al respecto, corresponde indicar que al interior del segmento mayoritario del sector terciario de la fuerza laboral pierden su relativa univocidad aquellos criterios referidos, en última instancia, al régimen general de productividad técnico-organizacional y -consecuentemente- al principio de  "rentabilidad económica particularista determinante", implícito en dicho régimen; ambos criterios de valorización, que representan a su vez premisas constitutivas del proceso de trabajo en cuanto tal, caracterizarían típicamente al sector industrial o secundario.  

                En ese sentido, dentro del ámbito de los servicios se presentan mecanismos específicos en lo que atañe a la asignación de las rentas del trabajo, los cuales resultan sustitutos del principio convencional basado en el rendimiento o en el intercambio, orientados estos últimos prioritariamente según el coste de oportunidad, en términos del resultado proporcional obtenible de un eventual uso de mano de obra en la esfera de la "producción" propiamente dicha. En la medida en que los salarios pagados en el sector terciario se encuentren por debajo del citado parámetro, se traslada la capacidad laboral activa en el sector hacia la correspondiente a la esfera productiva, considerada en sentido estricto. 

                La presencia de cierto excedente de fuerza de trabajo cíclico, no estructural, se ve potenciado en situaciones críticas, motivo por el cual emerge la necesidad de obtención de ingresos alternativos, sobre todo ante la ausencia de “mecanismos generalizados de reproducción estatal de la fuerza de trabajo”, como por ejemplo el seguro de desempleo, y de opciones ocupacionales al interior de un sector moderno deprimido. Tal excedente, entonces, “procurará efectuar alguna autogeneración de empleo, conformando [un] sector informal cíclico”. De esta manera se configura un tipo de movilidad laboral dependiente de la posición de los trabajadores en la esfera doméstica, debido a que los jefes de hogar se ven obligados a encontrar fuentes de ingresos a través de ocupaciones informales, mientras que esa coacción no resulta en principio tan acuciante en referencia a la fuerza de trabajo “secundaria”, planteándose en virtud de ello el dilema entre desempleo abierto e ingreso al sector informal. 

                Por otro lado, el empleo “informal” -equiparado conceptualmente sólo a las ocupaciones en negro o al trabajo en microempresas- contribuye al ensanche de la brecha de inequidad distributiva de ingresos, teniendo en cuenta que la fuerza laboral clandestina, o aquella empleada en pequeños establecimientos (en los cuales no existe una separación nítida entre capital y trabajo), perciben una remuneración promedio sensiblemente inferior -alrededor de la mitad, de acuerdo a la CEPAL- con relación al salario de los trabajadores contratados por las grandes firmas “modernas y formales”.  

                Además, la existencia de personal contratado bajo la figuración formal de locación de servicios disfraza frecuentemente ocupaciones regulares, en las cuales el trabajador debe hacerse cargo de su propia seguridad social en términos equivalentes a los de un agente autónomo. Cabe señalar, en cuanto indicador paralelo a la problemática de la tercerización de las actividades económicas, que -según Offe- "tanto en los servicios públicos como privados se encuentran sobrerrepresentadas las categorías de personal cuyas posibilidades ocupacionales alternativas en el mercado de trabajo son reducidas o están retribuidas de una manera extremadamente baja, especialmente las mujeres y los trabajadores a tiempo parcial". 

                La existencia de actividades informales articuladas de algún modo con el sector moderno, considerado éste en cuanto a su condición de proveedor de insumos y capital, puede presentar cierta similitud con el trabajo a domicilio y la producción mercantil simple, característicos de los inicios de la revolución industrial en Gran Bretaña. Sin embargo, el contexto histórico latinoamericano del proceso de industrialización manifestó claramente la existencia de un aparato estatal centralizado, promotor del desarrollo y, además, tal desarrollo periférico estuvo marcado desde el comienzo por una evolución industrial a gran escala. En tal situación, la peculiaridad del sector moderno no justifica la evaluación del sector correspondiente a la producción en pequeña escala en cuanto “tradicional, ni en las técnicas que utiliza ni en el tipo de actividades que desarrolla”. 

                El incremento permanente de las porciones de volumen social de trabajo utilizadas con destino a la generación de servicios, propiamente dichos, implica que las cuestiones de eficiencia, características de un tipo de racionalidad inherente a la producción industrial de mercancías, resultan ajenas -y contrastantes en gran medida- en referencia a la problemática implícita en los procesos de ordenamiento y normalización, y por lo tanto elusivas del eje paradigmático signado por el “dominio técnico o económico de la escasez”, reflejando una lógica inmanente al propio trabajo de prestación de servicios. Es decir que las actividades serviciales, aunque formen parte del empleo dependiente y asalariado en empresas -tanto públicas como privadas-, remiten a un universo de escasa (o nula) normatividad de la función técnica específica, en razón del carácter diversificado, discontinuo e incierto -temporal, social y económicamente- de las respectivas tareas. Asimismo, dicho tipo de actividades no se encuentra regido taxativamente por un principio de economicidad inequívoco e indiscutible, en la medida en que muchos servicios “reportan a lo sumo una utilidad concreta", aunque no indefectiblemente rendimientos o ingresos monetarios, siguiendo a Offe. 

                Por otro lado, las implicancias de la disyuntiva entre la desocupación abierta o la inserción en el sector informal derivan en la consideración de “supuestos y consecuencias del modelo de mercados laborales segmentados”, de acuerdo a los planteos del PREALC: en este sentido, la segmentación de los mercados de capital y trabajo incentiva las vinculaciones entre los sectores formal e informal. 

                Con respecto al ámbito del gasto correspondiente al sector formal público, teniendo en cuenta determinadas experiencias tendientes a la descentralización del mismo, su repercusión  sobre el sector informal resultaría mínima. En cambio, la masa salarial del sector moderno se correlaciona positivamente con el ingreso medio informal, dado que el incremento de tal ingreso varía, en términos proporcionales, al ritmo de la masa salarial del sector formal, condicionamiento que propende a una instauración coyuntural y cortoplacista de cierta complementariedad intersectorial. 

                Al margen del empleo subterráneo y de las modalidades "flexibles" de contratación laboral, el proceso citado de tercerización de las actividades económicas condiciona el entorno crecientemente informalizado del mercado de trabajo. La denominación de informal suele comprender actividades económicas diversas, desde ciertas estrategias nítidas de sobrevivencia hasta la operatoria llevada a cabo por pequeñas unidades productivas, orientadas de alguna manera al mercado, como así también determinadas funciones ligadas a los sectores de comercio y servicios las que, no obstante, a veces generan ingresos superiores a los obtenidos por gran parte de los asalariados formales. 

                No obstante la situación anteriormente expuesta,  abarcando globalmente al conjunto de fuerza de trabajo empleada en pequeños establecimientos y/o no registrada y de cuentapropistas sin capital bajo la categoría genérica de trabajadores informales, la CEPAL indica que los mismos se desempeñan laboralmente durante "mayor número de horas y la desigualdad crece al corregirse por horas trabajadas la distribución de los ingresos del trabajo." 

                Con el objeto de definir operacionalmente la noción abstracta y vaga de informalidad, y a efectos asimismo de acceder a un acotamiento preciso de sus fronteras o límites conceptuales -y a una correcta identificación de las actividades y de los segmentos ocupacionales comprendidos dentro de dicho ámbito-, se circunscribe convencionalmente el criterio delimitativo del sector informal al interior de tres tipos de ocupaciones. Las mismas incluyen el cuentapropismo descapitalizado y el trabajo familiar no remunerado, la esfera de la microempresa, entendida como unidad de producción donde se desempeñan hasta cinco trabajadores, y el empleo en el servicio doméstico.

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