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INKORRUPTIBLES. Misceláneas sociopolíticas

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ENFOQUES DIVERGENTES ACERCA DE CLASES Y ESTRATOS SOCIALES - ESTRATIFICACIÓN SOCIAL Y CLASES MEDIAS (III) - SÉMBLER, Camilo

"Revisión analítica de los sectores sociales intermedios" (Sémbler) - Comisión Económica Para América Latina / Santiago de Chile, División de Desarrollo Social, Políticas Sociales N° 125, diciembre de 2006

...Como se puede apreciar con relativa claridad, tanto los análisis de Braverman, las ideas de la “nueva clase obrera” y la noción de posición contradictoria planteada por Carchedi, se caracterizan por permanecer dentro de los márgenes de una representación dicotómica de la estructura de clases heredada del análisis marxiano, dentro de la cual se busca insertar, con las consiguientes complicaciones y limitaciones, a las capas intermedias que van históricamente surgiendo ligadas al trabajo no manual. Sin embargo, también es posible encontrar en el periodo perspectivas analíticas que van allá de dicha representación, y que desde ahí introducen nuevos y fructíferos elementos para la identificación de los sectores medios.

Entre estos se puede mencionar el análisis llevado a cabo por Barbara y Jhon Ehrenreich en relación a lo que denominaron como “clase profesional y directiva”. Para estos autores, el crecimiento de los empleos de cuello blanco producto de las transformaciones del capitalismo de debe interpretarse como la emergencia de trabajadores no productivos que representan una posición opuesta tanto a la clase capitalista como a los sectores obreros, a diferencia de lo sostenido por Mallet y Gorz. Pues por una parte, sostienen, los profesionales y directivos son opuestos a los capitalistas en términos de posesión o propiedad, pero, al mismo tiempo, se diferencian de la clase obrera en la medida en que al controlar y administrar el proceso de trabajo se vinculan funcionalmente a los sectores dominantes mediante el aseguramiento de la reproducción de las relaciones culturales y económicas. En síntesis, los trabajadores de cuello blanco encontrarían un lugar propio en la estructura de clases -no reducible a posiciones burguesas ni proletarias-, de modo tal que ésta tendería a polarizarse no en dos direcciones, como veía el análisis marxiano (dicotomía), sino que en torno a tres posiciones claramente definidas y diferenciadas.

Otro trabajo sumamente importante en el abordaje de los sectores medios, sobre todo en la medida que va más allá de su estricta identificación económica, incorporando además las dimensiones políticas e ideológicas en su definición -y que marcó profundamente la pauta para una serie de investigaciones durante los años sesenta y setenta- es el realizado por Nicos Poulantzas. En efecto, si bien Poulantzas considera que los emergentes “trabajadores de cuello blanco”, representados por profesionales, administradores y directivos, se distinguen económicamente de la clase obrera en tanto desempeñan labores no productivas, mientras que ésta ejerce siempre funciones ligadas al trabajo productivo, además destaca que se diferencian políticamente, en la medida que ocupan posiciones de supervisión y control, e ideológicamente debido al ejercicio de trabajo intelectual y no manual. A partir de esto concluye que los “trabajadores de cuello blanco” son una fracción emergente dentro de la pequeña burguesía, a la cual denomina “nueva pequeña burguesía”, destacando, además, la medida en que al no reducirse su identificación de clase a criterios económicos, segmentos de sectores obreros pueden formar parte de las clases medias por vínculos políticos-ideológicos, a pesar que se mantenga la diferencia económica sustancial entre trabajo no productivo y productivo.

También desde análisis vinculadas a preocupaciones características de la tradición weberiana es posible encontrar referencias a los emergentes sectores medios, como es caso del trabajo clásico de David Lockwood dirigido a caracterizar las nuevas formas de empleo no manual presentes en los trabajadores de cuello blanco, el cual tuvo una profunda influencia en el importante análisis, que posteriormente se desarrollará, de Jhon Goldthorpe. Para Lockwood la estructura de clases se organiza en torno a posiciones de clase producidas por los siguientes factores: (a) la situación de mercado, entendida como la ubicación en términos estrictamente económicos, donde se incluye la fuente y volumen de la renta, el grado de seguridad laboral y la movilidad ocupacional; (b) la situación de trabajo, que implica las relaciones de autoridad que se configuran a partir de la división del trabajo en las unidades productivas; y (c) la situación de status, concebida como la posición del individuo en una escala de prestigio social. En base a esto, Lockwood destaca que los sectores medios corresponden fundamentalmente a los empleos administrativos que dentro de la situación de trabajo desempeñan labores de coordinación y control, lo que produce que aún teniendo una débil capacidad de mercado que los sitúa cerca de los sectores obreros, se diferencien notoriamente de éstos por el tipo de trabajo que realizan y el lugar físico donde transcurre (típicamente oficinas), todo lo cual los hace tender a la cooperación con las posiciones sociales superiores.

Para finalizar este breve recorrido por la literatura sociológica de posguerra en torno a los sectores medios, cabe una especial referencia a las influyentes ideas desarrolladas por Ralf Dahrendorf sobre las clases, la movilidad y el conflicto social ante las transformaciones de la sociedad industrial. En su análisis Dahrendorf sostiene que se ha operado una transformación fundamental en el capitalismo, que remite a la disociación o diferenciación de roles en el ejercicio de la autoridad, situándose, por una parte, los agentes que poseen la propiedad legal de los medios de producción (accionistas) y, por otra, los que ejercen el control efectivo del proceso de trabajo (gerentes), insertándose en este fenómeno el crecimiento de las posiciones intermedias de la estructura social. De esta manera, para Dahrendorf los grupos medios corresponderían a sectores que forman parte de la cadena administrativa de autoridad (burócratas públicos y privados) y también algunos grupos que se sitúan fuera de la administración pero realizan trabajos no manuales, como por ejemplo los dependientes del comercio. Precisamente, en base a esto concluye que los sectores medios no representan cabalmente una clase, debido a que han surgido históricamente marcados por una profunda heterogeneidad interna, como lo revela el hecho de que los burócratas se ubican o relacionan más directamente con los grupos dominantes, mientras que los otros trabajadores no manuales estarían más cerca de posiciones obreras.

B. Las clases medias en el desarrollismo latinoamericano. Modernización, empleo público y movilidad social: como ya se mencionó, los estudios e investigaciones sobre las clases medias en la primera mitad del siglo XX en América Latina se ligan estrechamente a la comprensión de las principales dimensiones asociadas al proyecto desarrollista o de industrialización sustitutiva de importaciones en curso en la región entre la década de los cincuenta y los ochenta, aproximadamente. Así, las clases medias aparecen concebidas como una de las principales bases sociales impulsoras de las políticas desarrollistas y, al mismo tiempo, como una categoría social profundamente transformada en su composición y orientación por las transformaciones estructurales implicadas en dichas políticas. Por eso, en suma, puede precisarse que las clases medias aparecen analizadas principalmente desde las líneas temáticas de la modernización, el aumento del empleo público y el fenómeno de la movilidad social durante el desarrollismo latinoamericano.

En este contexto, uno de los trabajos que sin duda alguna ejerció una vasta influencia en los análisis sobre el desarrollo y la estratificación social en la región es el llevado a cabo por Gino Germani. En términos concretos, Germani recoge los criterios centrales del enfoque funcionalista sobre la modernización y la estructura social, intentando a partir de ellos dar cuenta de las particularidades que asume el proceso de desarrollo y la configuración de los estratos sociales en América Latina. A grandes rasgos, Germani sostenía que el desarrollo podía ser leído a partir de la serie de transformaciones que supone el paso desde una sociedad típicamente tradicional (en donde los estratos sociales se presentan como estamentos nítidamente diferenciados, la movilidad social es escasa o nula y prima la adscripción como factor determinante del status social) a una propiamente moderna (en la cual las fronteras entre estratos se tornan difusas, existe una tendencia a la alta movilidad social y se valora el desempeño o logro individual como factor de status).

Dentro de este marco general, entonces, se pretende diagnosticar la estructura y estratificación social de América Latina, entendiendo que aquella es expresión de las modalidades y transformaciones particulares que implica el proceso de modernización en la región. Para ello Germani se basa en criterios de análisis que dan cuenta de la estructura ocupacional, como núcleo básico de la estratificación social, en donde ésta se concibe jerárquicamente a partir de las pautas socioculturales (valoraciones) de los roles y grupos ocupacionales, los diversos tipos de existencia que éstos implican -en términos de nivel económico y grados de instrucción, los valores, normas y actitudes que les corresponden característicamente y, por último, la “autoidentificación” de los individuos con los diferentes grupos y estratos sociales.

A partir de esto considera que la estructura ocupacional de América Latina, producto de la modernización ligada a la industrialización sustitutiva de importaciones, ha tendido a incrementar las posiciones laborales en el sector secundario y terciario, lo cual se traduce en un crecimiento importante de los grupos ligados a funciones de dirección y a organismos burocráticos (públicos y privados), vale decir, aquellos que típicamente pueden identificarse como sectores o “clases medias”. En suma, desde Germani, se plantea el nexo existente entre la modernización de las estructuras socioeconómicas de América Latina y el peso que adquieren los sectores medios, tanto en términos cuantitativos -en la estructura ocupacional y el acceso a mecanismos de movilidad social- como en relación a su comportamiento sociopolítico, en tanto encabezarían, debido a la débil organización del proletariado, las alianzas multiclasistas modernizadoras.

También bastante ligado a preocupaciones funcionalistas sobre la estratificación y la movilidad social, es posible mencionar, en el marco de la sociología brasileña, los trabajos de Bertram Hutchinson y Carlo Castaldi dirigidos a analizar la estructura ocupacional en relación a la dimensión del prestigio o valoración social. En ellos se encuentra un intento de establecer seis categorías sociales, a partir de una lista de treinta ocupaciones, que responden a una jerarquía de prestigio o valoración de los roles laborales que desarrollan los individuos, vale decir, una escala de status. Recogiendo dicho intento se encuentran, posteriormente, una serie análisis y aproximaciones empíricas, entre los que cabe destacar el de Joly Goueveia y Robert Havighurst, que basándose en la escala ocupacional de Hutchinson y Castaldi desarrollaron una versión ampliada incorporando, fundamentalmente, las categorías correspondientes a la “supervisión del trabajo manual”, o sea, las posiciones no manuales que ejercen trabajos administrativos o directivos.

En los clásicos trabajos de José Medina Echavarría también es posible encontrar la preocupación analítica en torno a la relación entre el proceso de desarrollo y los cambios en la estratificación social, insertando en ello un lugar importante para la caracterización de la posición y el comportamiento de las clases medias. Los cambios en la estructura económica, derivados del proceso de modernización en curso, impactarían en la estratificación social, de acuerdo a su consideración, mediante la emergencia de nuevos estratos y grupos sociales que comienzan a desempeñar roles sociopolíticos relevantes, y por contrapartida, se asistiría a la pérdida de relevancia de los viejos estratos sociales. En suma, la modernización económica acarrearía una complejización del sistema de estratificación social, en donde la preocupación central de Medina Echavarría radica en dar cuenta, por una parte, de los cambios en el sistema de dominación tradicional que aquello acarrearía, y por otra, los comportamientos sociales (actitudes y motivaciones) que presentarían los distintos grupos sociales frente al proceso de desarrollo económico.

En este marco, Medina Echavarría concibe que la modernización económica de la región, con la consiguiente industrialización y urbanización creciente, va asociada a la sostenida expansión de las clases medias, lo que daba cuenta -en conjunto con la transformación de la clase alta por la emergencia de la moderna burguesía, el surgimiento de los sectores obreros y la disminución de los artesanos y campesinos- de un importante grado de movilidad y ascenso social en las estructuras de estratificación de América Latina. A partir de ello, entonces, se preguntaba por las posibilidades de las emergentes clases medias de presentar comportamientos sociales favorables al desarrollo, señalando la medida en que esto se veía notoriamente dificultado por la persistencia de aspectos ligados al sistema de dominación tradicional (adaptabilidad de la oligarquía) y también por la importancia que alcanzarían en las capas medias las actitudes ligadas a la distribución y al consumo, más que las propensas a la innovación y el crecimiento económico.

Por otra parte, desde enfoques más bien ligados a dimensiones propias del análisis marxista, también es preciso reseñar algunas consideraciones en torno a la estratificación y la particularidad de los sectores medios realizadas durante el periodo de industrialización sustitutiva.

En primer término, es posible mencionar los análisis de Florestán Fernándes quien, en relación el proceso de modernización en América Latina, señalaba que no se ha configurado un modo de producción estrictamente capitalista en la región, sino que conviven estructuras y formas sociales de diversos estadios de evolución económica, razón por la cual no sería acertado referirse al conjunto de la estructura ocupacional en términos de clases sociales. Es decir, se trataría de que una parte relevante de los grupos sociales de la región no se estructura a partir de las condiciones que plantea un mercado de trabajo propiamente capitalista, sino que la diferenciación y estratificación transcurre en torno a otros mecanismos societales -siendo el caso más evidente lo que ocurre en el sector agrario-, todo lo cual se traduce en que junto a las clases sociales se presenten una serie de grupos que corresponden más bien a “categorías sociales”.

A partir de esto, en relación a la caracterización de los sectores medios, concibe que éstos se vinculan principalmente a ocupaciones no manuales y burocráticas, por lo cual tienden a identificarse con el proceso de modernización en curso, encontrando por ello amplias posibilidades de valorización en el mercado. Por último, Fernándes distingue al interior de los sectores medios urbanos una clase media tradicional y una clase media moderna, señalando que ésta última tiende a asociar sus intereses y comportamientos colectivos a los grupos privilegiados (poseedores).

Un trabajo que también transita cercano a la perspectiva marxista es el desarrollado por Emilio de Ipola y Susana Torrado. A partir de la noción fundamental de división del trabajo social, que daría origen a relaciones de explotación que se conciben como relaciones de producción determinantes, De Ipola y Torrado identifican a las “clases sociales”, ubicando, por otra parte, en el plano de las relaciones de producción determinadas (propiedad, posesión, control técnico y detentación) a las “capas sociales”, entendidas como agentes que ocupan posiciones jerárquicas diferentes al interior de una clase. Por último, agregan los conceptos de “fracciones de clase” para referirse a la distribución de los agentes según sectores de actividad (industrial, comercial, financiera, etc.) y “categorías sociales”, aludiendo a las diferenciaciones que se producen en ámbitos no económicos, es decir, en el seno de los procesos (aparatos) jurídico-político e ideológicos. Sobre la base de esto, desarrollan un complejo y extenso esquema de la estratificación social, en donde los grupos clásicamente caracterizados como sectores medios tienden a distribuirse en torno a las clases fundamentales, ya sea en los márgenes de la burguesía (donde la categoría de pequeña burguesía propietaria agrupa a vendedores-propietarios, trabajadores independientes, trabajadores en industrias familiares, etc.), en la clase obrera (en tanto clase obrera semiproletariado que incluye, entre otros, a los agentes comerciales y empleados de oficina), o también como agentes ideológicos (por ejemplo, profesores) o agentes políticos (funcionarios del Estado).

Otros trabajos desarrollados durante el periodo intentaron analizar, particularmente, los cambios en la composición y el comportamiento de las clases medias en distintas fases o momentos del proceso de modernización económica. Así, Jorge Graciarena señalaba la existencia de un ciclo histórico en la conformación de los grupos medios, el cual sería analizable a partir de los grados de autonomía que lograban presentar frente a otros grupos o clases sociales. De esta manera, en la época colonial habrían surgidos los primeros grupos medios, que se caracterizarían por estar fuertemente vinculados, tanto en términos estructurales como de prestigio, a las clases altas (oligarquía), presentando por ende una baja autonomía. La modernización económico habría acarreado la declinación de estos grupos, mas no su desaparición, toda vez que permanecerían ligados a sectores de la burocracia pública y la educación, tratándose, según Graciarena, de “clases medias residuales”. Pero junto a estas estarían las “clases medias emergentes”, surgidas al amparo del proceso de desarrollo económico desde inicios del siglo XX, ligadas por ende a la industria, el comercio y los servicios, que se caracterizarían por presentar una mayor autonomía y que, en tanto ligados al desarrollo, se enfrentarían a las “clases medias residuales” y a la oligarquía.

Del mismo modo, en un trabajo conjunto con Rolando Franco, Graciarena explora la relación entre el desarrollo, la composición de las clases medias y sus posibles comportamientos sociopolíticos. En primer término, destacan la medida en que la expansión de la educación -comúnmente ligada al incremento de posiciones intermedias, como los profesionales- no ha ido acompañada de una correlativa expansión del mercado de trabajo para ocupaciones calificadas, es decir, se ha producido un desajuste estructural entre las aspiraciones ocupacionales inducidas por la educación y las posibilidades reales de empleo. Se trata, en suma, de una “sobreeducación relativa” que puede producir tensiones sociales debido al no cumplimiento de las aspiraciones creadas por el desarrollo educativo. En segundo lugar, Graciarena y Franco advierten que en tanto las clases medias (o al menos sus capas superiores formadas por ejecutivos, profesionales y tecnócratas) han sido los principales beneficiados por el desarrollismo -sobre todo por la urbanización, la expansión educativa y la burocratización- es fuertemente probable que desarrollen actitudes sociales defensivas del status quo que les resulta ventajoso. Por último, analizan la difundida tesis que correlaciona el volumen que presentan las clases medias en la estructura social con la formación de una sociedad democrática, señalando ciertos aspectos -como el hecho de que los países donde más se han desarrollado los sectores medios muestran, al mismo tiempo, un mayor estancamiento económico- que, sin negar la tesis mencionada, plantean algunas interrogantes en torno al comportamiento real que desarrollan las clases medias.

Como se puede apreciar, el fenómeno de la movilidad social, vinculado a la industrialización y la urbanización, constituye uno de los ejes temáticos principales de análisis de las clases medias en el marco del desarrollismo latinoamericano. En efecto, de acuerdo a Costa Pinto, la movilidad social en la región -en el contexto de la industrialización- se caracterizaría por presentar rasgos particulares que la diferencian del mismo fenómeno en las sociedades desarrolladas, en tanto en ellas la movilidad sólo se relacionaría con cambios de posiciones individuales dentro de la escala jerárquica de la estratificación, mientras que en América Latina, además de esto y al mismo tiempo, se produce una transformación del propio sistema de estratificación.

El resultado de este proceso es, a grandes rasgos, la coexistencia de dos escalas (tradicional y nueva) de valuación del prestigio de las posiciones sociales, que corresponden a diferentes patrones de organización socioeconómica. En este contexto, Costa Pinto señala que las sociedades en proceso de desarrollo se caracterizarían por la emergencia de una clase media propiamente tal -en el pasado sólo existiría una clase intermedia-, siendo sus principales factores de desarrollo, por una parte, las alteraciones en la estructura de las empresas que resultan de la multiplicación de las categorías intermedias entre la dirección y la ejecución, y por otra, la expansión del Estado y la burocratización del servicio público como fuente de sustentación. Ahora bien, la coexistencia de dos sistemas de estratificación, apunta, se expresa a través de lo que denomina como “fenómeno de halo”, es decir, la inadecuación entre el prestigio que alcanzan determinadas ocupaciones y su consiguiente posición en la escala de renumeraciones. Es el caso, precisamente, de las nuevas ocupaciones representadas por la clase media (principalmente las burocráticas), que tienden a presentar un alto status, pero salarios no significativamente mayores que los presentes en el trabajo manual más calificado.

En esta misma línea, cabe hacer una especial referencia al estudio desarrollado por Carlos Filgueira y Carlo Geneletti dirigido a diagnosticar los principales cambios operados en la estructura ocupacional y la movilidad estructural en América Latina durante el periodo 1950-1970, con especial énfasis en las alteraciones en el tamaño, composición y perfiles de la clase media. De hecho, los autores parten de la premisa analítica central de que los cambios en la proporción de la clase media sobre el total de la población económicamente activa es un buen indicador de los cambios en la estratificación social, y un factor clave en la comprensión de la movilidad social. De esta manera, Filgueira y Geneletti desarrollan una estructura de estratificación cruzando variables de ocupación y categoría ocupacional, dando lugar a cinco estratos reunidos en dos grandes grupos: trabajadores manuales y no manuales. El primero, entonces, constituye el estrato inferior, mientras que el otro representa el estrato medio y alto.

Así, en primer término, dan cuenta del crecimiento sostenido de la clase media durante el periodo, vinculado principalmente a la expansión del sector terciario y la creación de puestos desde el Estado, tratándose, en suma, de una relación entre desarrollo socioeconómico (crecimiento y modernización) y ampliación de la clase media. Ahora bien, a partir de ello se considera el patrón de crecimiento presente, advirtiendo -mediante la comparación con datos de países desarrollados- que la relación entre desarrollo e incremento de la clase media no representa una línea constante, sino que se daría un límite en su crecimiento, al cual se acercarían países de la región como Argentina, Uruguay y, en menor medida, Chile.

En tercer lugar, sostienen que la clase media no se estructura como un grupo homogéneo, sino que presenta posiciones de status alto y bajo, donde precisamente el crecimiento mencionado anteriormente se ha dado primordialmente en éste último grupo, vale decir, en las capas bajas de la clase media (vendedores, oficinistas) y no en las altas (gerentes y empresarios). En suma, se trataría de que el crecimiento de la clase media encubre un proceso de proletarización intenso en su composición interna.

Por último, realizan una interesante consideración en torno a la movilidad social -entendida como el cambio en la distribución del ingreso, la educación, el prestigio, el poder y la riqueza-, apuntando que en América Latina ésta se encuentra semibloqueada, ya que sólo se produce sin alterar la distribución básica de los recursos económicos. Ello explicaría, entonces, que la expansión sostenida de la educación y el incremento del status de determinadas posiciones no se acompañe de cambios sustanciales en la distribución del ingreso.

 

III. Los análisis contemporáneos sobre estratificación y clases sociales. Aproximaciones teóricas y empíricas a los sectores medios:

Con posterioridad a los trabajos reseñados en el capítulo anterior, o en algunos casos de forma paralela pero abordando determinados aspectos con mayor sistematicidad o profundidad, se han desarrollado una serie de análisis que pretenden identificar con mayor precisión a los grupos y clases medias, sobre todo a partir de una comprensión más concreta -que ha posibilitado que se desprendan una serie de investigaciones empíricas- de los mecanismos que participan en la articulación de la estratificación y la estructura de clases.

De acuerdo a Crompton, los análisis contemporáneos sobre estratificación y clases pueden clasificarse en tres tipos o categorías generales: (1) los índices de “sentido común”, vale decir, aquellos que sin mayores pretensiones teóricas ordenan las clases de acuerdo a un orden jerárquico aproximado siguiendo una diversidad de criterios; (2) los análisis de prestigio o status ocupacional que ordenan las clases a partir del rango o valor que presentan sus ocupaciones; y (3) los esquemas teóricos-relacionales que, construidos en referencia explícita a los enfoques clásicos -particularmente intentando articular las dimensiones del análisis marxiano y weberiano-, se caracterizan principalmente por pretender dar cuenta de la dinámica y las realidades de las relaciones de clase, más que describir estructuras gradacionales de desigualdad o prestigio. Son estos esquemas teóricos-relacionales, precisamente, los que han desarrollado las aproximaciones teóricas y empíricas más precisas hacia las clases medias en la sociología europea contemporánea, por lo cual es sumamente pertinente considerarlos en el marco de esta revisión analítica.

En el caso de América Latina, por su parte, se revisarán una serie de investigaciones contemporáneas sobre estratificación y clases, situando en ellas las principales referencias a las clases medias, particularmente en relación a los cambios en sus patrones constitutivos, perfiles y orientaciones, a raíz del proceso de globalización y el nuevo estilo de desarrollo vigente en la región a partir de los ajustes estructurales de mediados de los ochenta.

A. Los enfoques teóricos-relacionales. La articulación de relaciones de producción y mercado para la identificación de las clases sociales: como se apuntaba, los enfoques teóricos-relacionales se han construido en referencia explicita a los análisis clásicos de Marx y Weber, razón por la cual comúnmente se les ha catalogado bajo las denominaciones de teorías neomarxistas o neoweberianas. Precisamente, de acuerdo a Burris, los análisis contemporáneos sobre estratificación y clases sociales se caracterizan por intentar articular las dimensiones propias de los enfoques clásicos, de modo tal que en ellos se integran comprensivamente categorías o ejes analíticos que previamente aparecían como dicotomías, a saber: (a) la importancia de identificar tanto la estructura como la acción para el análisis de las clases; (b) la incorporación de otros bases de diferenciación y asociación colectiva, además de las clases sociales; (c) la vinculación entre la dimensión de la explotación y la referida a la dominación para la comprensión de la estructura social; y, por último, (d) la articulación de relaciones de producción y mercado para la identificación de las clases...

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