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INKORRUPTIBLES. Misceláneas sociopolíticas

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Visiones clásicas y contemporáneas con relación a los estratos sociales medios - ESTRATIFICACIÓN SOCIAL Y CLASES MEDIAS (II) - SÉMBLER, Camilo

"Revisión analítica de los sectores sociales intermedios" (Sémbler) - Comisión Económica Para América Latina / Santiago de Chile, División de Desarrollo Social, Políticas Sociales N° 125, diciembre de 2006

Según Weber, las relaciones sociales en una comunidad aparecen estructuradas a partir de una distribución desigual del poder, vale decir, de las probabilidades de un individuo o un grupo social de imponer su voluntad particular sobre otros, lo cual se liga a la existencia de tres variados tipos de recursos que confieren, a su vez, diversas expresiones de poder, a saber: (a) los bienes y servicios presentes en el ámbito del mercado (poder de disposición); (b) el honor social o prestigio (poder social); y (c) el poder político. Es por esto que se ha enfatizado, comúnmente, que mientras el análisis de Marx sobre las clases se vincula a la existencia de relaciones de explotación, en Weber se trata más bien de relaciones de dominación, de distribuciones desiguales del poder, todo lo cual daría origen a un esquema multidimensional de la estratificación, en el sentido que existen diversos mecanismos que diferencian y ordenan a los grupos sociales.

De esta manera, en primer término, se puede identificar una forma de diferenciación social que transcurre en torno a la distribución y utilización de bienes y servicios en la esfera mercantil, que remite al poder de disposición que se tiene sobre éstos, tanto en términos de posesión como en sus posibilidades de valorización. Es aquí, precisamente, donde Weber identifica la existencia de las clases, señalando, por tanto, que la situación de clase corresponde a la posición ocupada en el mercado. A partir de la posición en el mercado se establecen, entonces, determinadas oportunidades de vida compartidas por los individuos que son miembros de una determinada situación de clase, lo que implica que poseen un componente causal común en su posibilidad de obtener ingresos o beneficios a partir de los bienes y/o servicios que se pueden ofrecer en el mercado.

Sin embargo, Weber va a razonar que una situación de clase no debe considerarse como una entidad absolutamente homogénea en su composición, sino que se presenta siempre una diversidad interna que remite a los distintos tipos de bienes ofertables (cantidad y cualidad) y al sentido con que éstos se utilizan (por ejemplo: la distinción entre clases propietarias, principalmente rentistas, y clases lucrativas como los empresarios). De esta manera, las posiciones de clase posibles de reconocer son múltiples y diversas, pues remiten al modo en que se utilizan los diferentes bienes que se poseen y valorizan en la esfera mercantil, lo que plantea una dificultad importante al momento de intentar identificar empíricamente grupos sociales definidos y limitados en una determinada sociedad.

El análisis weberiano pareciese considerar plenamente esta dificultad, y por ello introduce el concepto específico de clase social para señalar a la totalidad de aquellas situaciones de clase entre las cuales un intercambio personal y en la sucesión de generaciones es fácil y suele ocurrir de modo típico. Con ello, entonces, se introduce una preocupación analítica que, como se verá, es central para el análisis de la estratificación y la particular identificación de las capas medias, como es el fenómeno de la movilidad social, entendida a grandes rasgos como el grado de apertura o cierre presente en la estructuración de los grupos y clases en una sociedad.

Dentro de este marco general, Weber va a proceder a identificar a los sectores medios, valga la redundancia, como posiciones intermedias tanto en relación a las clases propietarias como a las lucrativas. En el primer caso, se trataría de todas aquellas capas que situándose entre las clases propietarias se vinculan principalmente a propiedades o cualidades de educación como medio de obtención de ingresos. Mientras que, como posición intermedia entre las clases lucrativas, se encuentran también sectores identificables como “clases medias”, donde destacan los artesanos y campesinos que trabajan de forma independiente, los funcionarios de carácter público y privado, los profesionales liberales y otros trabajadores con cualidades monopólicas (cualificaciones).

Cabe destacar que en ambos casos se consideran aspectos que ocuparán un lugar importante en la posterior discusión sobre los sectores medios, como es la existencia de cualificaciones educativas, el trabajo independiente, el empleo en labores de funcionariado, etc. Esto, no obstante, no salva que la conceptualización weberiana de las capas medias no es del todo precisa en términos de su identificación y comprensión.

Sin embargo, como ya se mencionaba, Weber también considera otro mecanismo de diferenciación social que se relaciona con la distribución del prestigio u honor en una comunidad, lo que daría origen a los grupos estamentales, entendidos como agrupaciones que se configuran en torno a un determinado estilo o modo de vida reconocido como particular o propio, y que por ende les permite cierta identificación y reconocimiento simbólico. Los grupos estamentales, entonces, se caracterizan por el monopolio sobre determinados bienes (materiales y simbólicos) que les permiten adquirir un modo de vida específico, al cual sólo se puede acceder cumpliendo con ciertas “convenciones” o “acreditaciones”. Además, cabe destacar el hecho de que en el análisis weberiano los grupos estamentales se conciben como opuestos a la libre evolución del mercado, dado que ello pondría en riesgo sus monopolios, por lo cual tenderían a predominar en situaciones socioeconómicas de estabilidad, a diferencia de las clases -que al basarse en la mera posición ocupada en el mercado- se acrecentarían con el desarrollo del mercado y las transformaciones técnicas-económicas.

Finalmente, es preciso considerar algunas ideas vinculadas a la perspectiva funcionalista que, como es sabido, ha sido comúnmente considerada como el tercer enfoque clásico sobre la estratificación social, y que ha ejercido una importante influencia en la investigación empírica ligada al tema, particularmente en el marco de la sociología americana.

Para el enfoque funcionalista la estratificación social debe considerarse como “la ordenación (ranking) diferencial de los individuos humanos que componen un sistema social dado y el orden de superioridad o inferioridad que guardan sobre ciertos respectos socialmente importantes”. En este contexto, de acuerdo a Parsons, debe considerarse a la evaluación moral como el criterio central que rige a la estratificación, de modo tal que ésta corresponde a un sistema de ubicaciones (escala) ordenado de acuerdo a la valoración (prestigio o desaprobación, como casos extremos) que se realiza en torno a la posición y el actuar de los individuos respecto a aspectos considerados socialmente significativos.

En este sentido, los individuos son ubicados en una escala de estratificación de acuerdo a determinadas pautas valorativas compartidas socialmente y que, por lo mismo, poseen la capacidad de orientar normativamente la motivación individual y las finalidades del actor. Es por esto, precisamente, que desde el enfoque funcionalista la estratificación social se destaca como un mecanismo esencial para la estabilidad e integración de las sociedades, en la medida en que posibilita que las relaciones sociales se ordenen en referencia a valoraciones compartidas que se anclan en las motivaciones y que a su vez se expresan normativamente en las instituciones.

Los aspectos en torno a los cuales transcurre la valoración que da origen a las posiciones de la estratificación son variados y múltiples, pero en el contexto de la sociedad occidental moderna ocuparía un lugar central el trabajo y la estructura de roles ocupacionales que éste contempla. La división del trabajo -crecientemente compleja en la sociedad moderna- acarrea la existencia de una diversidad de ocupaciones que son valoradas, en mayor o menor grado, de acuerdo a su importancia funcional para la supervivencia de la sociedad.

De este modo, entonces, las posiciones (roles ocupacionales) que revisten mayor importancia para la sociedad, y también aquellas que representan un talento escaso o requieren de mayor adiestramiento para su desempeño, son revestidas con superiores recompensas y niveles de prestigio, dando forma al ordenamiento estratificador de los individuos de acuerdo a la valoración social de su ocupación. De esta manera, mediante la estratificación social la sociedad se asegura de motivar a los individuos a ocupar ciertas posiciones relevantes funcionalmente, y una vez en ellas, a cumplir de buena manera las tareas respectivas, de modo tal que la desigualdad de prestigio se concibe como un elemento fundamental en la estabilidad y el funcionamiento integral de la sociedad.

Además, ligado estrechamente a la estructura ocupacional, Parsons va a considerar otros dos elementos que son objeto de valoración social, y por ende, factores de estratificación: el sistema de intercambio y el sistema de propiedad. Son estos tres elementos estructurales -ocupación, intercambio y propiedad- los que representan el “complejo instrumental” que debe considerarse como núcleo de la diferenciación y estratificación social. Por último, también se deben considerar otros factores que contribuyen a la ubicación diferencial de los individuos en términos de valor, a saber: (a) la participación como miembro en una unidad de parentesco; (b) cualidades personales; (c) logros; (d) posesiones; (e) autoridad; y (f) poder.

La posición de un individuo en el sistema de estratificación social es resultado, en suma, de las valoraciones que se realizan en torno a estos elementos o categorías estructurantes, y por ello ésta debe concebirse en términos de status, es decir, como ubicaciones en una escala de prestigio social. Mientras que, por otra parte, la categoría de clase social aparece vinculada a la existencia de un conjunto de personas que comparten unidades de parentesco (kinship unit) que son valoradas de modo aproximadamente similar.

Precisamente, el factor estratificador representado por las unidades de parentesco posee una relevancia especial dentro del análisis funcionalista para la identificación de las clases medias. En términos generales, los grupos o unidades de parentesco son concebidos como las entidades básicas de solidaridad del sistema social, toda vez que en su seno no se da una competencia por status ocupacionales, sino que se comparte entre sus miembros una determinada posición de prestigio -vale decir, un status-, y por ello están en la base de la conformación de una categoría colectiva como la implicada en la idea de clase social.

Ahora bien, la relación entre las unidades de parentesco y la estructura ocupacional determina que se produzcan y diferencien “tipos de familia”, principalmente caracterizados por la presencia de rasgos culturales particulares (actitudes, ideología, definición de situaciones, etc.) Precisamente, como advierte Parsons, la distinción entre clase media y baja, además de remitir a ocupaciones diversamente valoradas, también transcurre en torno al tipo de familia presente, en donde es posible constatar que en las clases bajas predominan valores y actitudes que tienden a reproducir la posición de subordinación, lo cual no se presentaría en el caso de los sectores medios.

En suma, el enfoque funcionalista permite una aproximación analítica a los sectores medios vinculada, por un lado, al prestigio que revisten sus posiciones (roles) en la estructura ocupacional, es decir, su status, y por otro, pero vinculado a aquello, al tipo de familia y rasgos culturales que configuran sus unidades de parentesco. Ambas líneas, como veremos, serán posteriormente desarrolladas y profundizadas en las investigaciones tanto teóricas como empíricas sobre los sectores medios.

B. El legado de los enfoques clásicos. Conclusiones y debates: como se ha pretendido reseñar en este apartado, la diversidad de enfoques clásicos sobre la estratificación social comparten el rasgo esencial de introducir conceptos y nociones claves para el análisis de los procesos de diferenciación y jerarquización de los grupos sociales, como son –por mencionar algunos– los términos de clase social, status, posición de mercado, estructura ocupacional, etc. Es decir, se trata -tal como se señalaba al comienzo– de enfoques analíticos que pretenden desarrollar un marco o teoría general para la comprensión de la estratificación social, y dentro de ese contexto, es posible rastrear algunas indicaciones o referencias para la identificación y caracterización de los sectores medios. Precisamente, son éstas las que serán profundizadas y debatidas en las aproximaciones posteriores que la investigación sociológica llevará a cabo buscando conceptualizar de mejor manera las posiciones y comportamientos propios de los sectores o capas intermedias de la estructura social.

Ahora bien, para concluir este apartado es preciso destacar algunas líneas de análisis y debate que se desprenden de los enfoques clásicos revisados. En primer lugar, es posible apreciar que se trata de aproximaciones teóricas a la estructura social que intentan dar cuenta de ésta mediante la vinculación analítica de categorías clasificatorias generadas desde la estratificación social con categorías propias de la estructura de clases, lo que permite abordar el problema de la identificación y comprensión de unidad o actores sociales reales, y no sólo de categorías sociales estadísticas.

En efecto, la noción de clase social implica que los grupos se estructuran y actúan en torno a intereses que trascienden los móviles puramente subjetivos, fundándose en posiciones compartidas por sus miembros en la estructura social, pudiendo identificarse diversas matrices -desde los enfoques clásicos- para la generación de dichos intereses de clase, destacándose la propiedad, el mercado y las unidades de parentesco. A estos intereses debe agregarse el proceso de reproducción de las clases (transferencia entre generaciones de sus propiedades esenciales) y las formas de organización colectiva que asumen para expresarse como actores colectivos, todo lo cual configura los componentes básicos que supone la identificación de las clases desde el análisis sociológico.

Esta vinculación entre categorías clasificatorias y componentes de clase, es uno de los principales legados de los enfoques clásicos a los análisis contemporáneos de la estratificación social. Ligado a lo anterior, si bien es claro que los enfoques clásicos se vinculan con diversas perspectivas de análisis en el esclarecimiento de los factores o elementos centrales que participan en la generación de la estratificación, todos pareciesen compartir la idea de la centralidad del trabajo en los procesos de constitución y diferenciación social. Ello implica, por una parte, que se destaque la relevancia del empleo como mecanismo configurador de identidades sociales, y por otra, que la estructura social y la estratificación se analicen sobre la base de la estructura ocupacional.

De esta manera, como se apreció, para el análisis marxiano las clases sociales se identifican en torno al proceso productivo; en el caso de Weber la situación de clase se vincula a la posición en el mercado, particularmente el mercado de trabajo; y finalmente para el funcionalismo los roles ocupacionales son el elemento central -y el menos variable- del “complejo instrumental” que actúa como núcleo de la estratificación. Se trata, en suma, de perspectivas que se insertan, de una u otra manera, dentro de un paradigma productivista sobre la estratificación y la diferenciación social.

Por lo mismo, y como última línea de análisis a destacar, se trata de enfoques que al centrarse en la posición o ubicación de los agentes en la producción o sus roles ocupacionales, tienden a representar una imagen de la estratificación social con ciertos rasgos estáticos, o al menos, una visión donde las acciones y relaciones entre grupos sociales encuentran un lugar poco preciso. Ello explica, además, que no se encuentre una acabada exploración de un tema que se revelará como central en el debate posterior para dar cuenta de la estratificación y las relaciones entre grupos sociales, como es el del fenómeno de la movilidad social.

Los análisis contemporáneos sobre estratificación y clases recogerán buena parte del legado de los enfoques clásicos, intentando además -como se verá más adelante- superar sus dificultades o limitaciones analíticas, sobre todo mediante la identificación de otros mecanismos diferenciadores y constitutivos de las identidades sociales (además del trabajo), y atribuyendo un rol más importante a las acciones y relaciones en la estructuración de los grupos sociales.

II. El capitalismo de posguerra y el debate sobre los sectores medios, un recorrido por la investigación sociológica: antes de revisar los análisis contemporáneos sobre estratificación y clases que han tenido un mayor impacto en la investigación, teórica y empírica, dirigida a conceptualizar a los sectores o capas medias, es preciso destacar algunos trabajos o reflexiones previas que en el marco de la sociología de posguerra intentaron acercarse a la identificación y comprensión de éstos. Particularmente, se trata de trabajos que recogen las principales líneas de análisis planteadas por los enfoques clásicos, pero que intentan reformularlas a la luz de los procesos de cambio histórico y reordenamiento social experimentados durante las primeras décadas del siglo XX, y que implicaron, entre otros aspectos, un incremento importante de la relevancia de los sectores medios en la estructura social.

En el caso de la sociología angloamericana, que se revisará en primer lugar, el debate sociológico apuntaba a caracterizar a los grupos sociales que comenzaban a emerger -instalándose en posiciones intermedias- producto de las transformaciones en el mundo del trabajo, los cuales aparecían vinculados a la realización de labores no manuales (empleos administrativos, comerciales y profesionales) que se diferenciaban notoriamente de las formas clásicas del trabajo productivo llevado a cabo por la clase obrera. Se trata, en pocas palabras, de la discusión sobre la caracterización de los denominados “trabajadores de cuello blanco” (white collar), abordando la particularidad de su posición en la estructura social y los principales rasgos de su comportamiento grupal.

Por su parte, la caracterización desde América Latina sobre los sectores medios se enmarca en el contexto del proyecto desarrollista desplegado en la región entre, aproximadamente, la década de los cincuenta y los años ochenta, de modo tal que aquellos se ligan principalmente a los factores de aumento del empleo público y la movilidad social como dimensiones constitutivas del proceso de modernización en curso.

A. El crecimiento del sector servicios y el empleo no manual. La discusión sobre la caracterización de los “trabajadores de cuello blanco”: uno de los primeros trabajos que intentó aproximarse a los cambios en el mundo del trabajo y la consiguiente redefinición de las pautas de estratificación social, considerado además como clásico por el amplio debate posterior que suscitó, es el llevado a cabo por Lipset y Zetterberg dirigido especialmente a dar cuenta de los cambios en la movilidad social en el marco de las sociedades industriales. Para estos autores, en los diversos países del mundo industrializado se estaría produciendo una tendencia a la equiparación en los patrones de movilidad absoluta, de modo tal que los sistemas de estratificación social propenderían a la convergencia progresivamente, sobre todo bajo el peso creciente de las posiciones o capas intermedias de la estructura social vinculadas a labores no manuales.

La importancia de esta tesis es que, particularmente en el seno de la sociología norteamericana, sirvió de fundamento a posiciones teóricas que señalaban que el crecimiento sostenido de los “trabajadores de cuello blanco” iba aparejado a la disminución de la clase obrera clásica y la conflictividad social, contribuyendo a la configuración de una “sociedad de clase media”. Desde ahí algunos análisis planteados en la época también van a sostener que el análisis marxiano sobre la industrialización ya no sería pertinente, toda vez que la tesis de la tendencia a la descualificación y degradación del trabajo, con la consiguiente pauperización de los sectores obreros y medios, no se estaría produciendo, sino que, por el contrario, el crecimiento de los empleos no manuales implicaba un incremento de las destrezas y habilidades necesarias, y con ello, mayores oportunidades de movilidad y equidad social.

En suma, en todos estos trabajos se trataba de la identificación de una articulación entre modernización económica, movilidad ascendente y equidad social, lo que se vinculaba al crecimiento de las posiciones intermedias de la estructura social. Especialmente desde perspectivas vinculadas al funcionalismo, esta tesis encontró una importante acogida, sobre todo al enfatizar la medida en que la modernización acarreaba la materialización institucional (en la escuela, los partidos, el Estado, la empresa, etc.) de una serie de valores secularizados que promovían la existencia de una cultura meritocrática, es decir, abierta a la movilidad social y la igualdad de oportunidades.

Estas posiciones generaron un amplio debate al interior de la investigación sociológica, sobre todo en relación a la posición y las posibilidades efectivas de movilidad de los trabajadores vinculados al empleo no manual. Una de las críticas más punzantes y conocidas al respecto es la que se puede encontrar en las ideas planteadas por Harry Braverman sobre los cambios en la organización técnica del trabajo y las relaciones laborales en la Europa de posguerra, y sus consiguientes implicancias en la articulación de grupos sociales diferenciados.

Particularmente, Braverman va a sostener, concordando con las posiciones reseñadas, que el incremento en la racionalización del proceso laboral ha acarreado una creciente automatización de las labores y, con ello, una tendencia al aumento del empleo no manual que tiende a situarse en las posiciones intermedias de la estructura social. Sin embargo, Braverman cuestiona la medida en que aquello se ha plasmado efectivamente en un incremento en las habilidades laborales y las posibilidades de mejorar los respectivos niveles de vida, sosteniendo, por el contrario, que la producción automatizada que promueve la organización taylorista del trabajo ha acarreado una progresiva simplificación de la función laboral mediante su especialización, lo que ha se ha plasmado en la rutinización y la degradación del trabajo. Por ello, concluye, si bien es cierto que se han ido configurando posiciones intermedias en la estructura social debido a los cambios en el mundo del trabajo, sobre todo a partir del despliegue de las funciones de organización y administración del proceso productivo, aquellas también se presentan rutinizadas y pauperizadas, por lo cual el aumento cuantitativo de los empleados de cuello blanco no puede leerse como un incremento sustantivo en los niveles y oportunidades de vida. Una línea de análisis bastante similar se puede encontrar en los análisis proveniente del marxismo francés, como los de Serge Mallet, André Gorz y Pierre Belleville, que comúnmente se engloban bajo la tesis de la “nueva clase obrera”.

En estos análisis se identifica una diversidad de capas y grupos sociales que realizarían trabajos no manuales en el capitalismo de posguerra, vinculados, sobre todo, a ocupaciones de carácter científico y técnicas. A partir de esto se destaca la pérdida de relevancia de los sectores obreros clásicos, tanto en términos cuantitativos en la estructura social, como en relación al núcleo de las dinámicas de conflictividad social, configurándose en su reemplazo una “nueva clase obrera” liderada por los trabajadores de cuello blanco de las industrias tecnológicamente avanzadas. Serían estos sectores, entonces, los que ahora encarnarían el centro del conflicto social, toda vez que en ellos radica el control y administración de los procesos productivos. En suma, como se puede apreciar, en estos análisis predomina la preocupación -ante el decaimiento del proletariado- por el posible comportamiento político de los emergentes sectores medios, más que una cabal identificación de su ubicación particular en la estructura social.

Las ideas de Guglielmo Carchedi constituyen otra referencia central a tener en cuenta en el marco del debate de posguerra sobre los sectores medios, siendo además de especial relevancia por la influencia que tendrá en uno de los enfoques contemporáneos que mayor impacto ha tenido en la investigación sociológica sobre la estructura de clases, como es el trabajo de Erik O. Wright que posteriormente se revisará. De acuerdo a Carchedi, la estructura de clases se configura en torno a las posiciones que ocupan los agentes y grupos sociales en las relaciones de producción, los cuales se diferencian a partir del desempeño de dos tipos de funciones principales, a saber: por un lado, la función del capital, que se refiere a los agentes que participan en el control y supervisión del proceso de trabajo, y por otro, la función del obrero colectivo representada por las posiciones que participan directamente en la producción de plusvalía. A partir de esto, Carchedi identifica a los sectores medios como aquellos que desempeñan labores ligadas tanto a la función del capital como a la del obrero, toda vez que participan en la administración y el control del proceso de trabajo sin poseer los medios de producción con que éste se lleva a cabo, tratándose, en suma, de una posición contradictoria de clase...

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