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INKORRUPTIBLES. Misceláneas sociopolíticas

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APUNTES SOBRE SOCIOLOGÍA LABORAL - Juan Labiaguerre

Una vez evidenciada claramente la ruptura con el modelo paradigmático de relaciones productivas, hegemónico en los gloriosos treinta años subsiguientes a la postguerra, marcado por el asalariamiento “fordista” en el marco de los Estados del bienestar, la sociología del trabajo apuntó a las coyunturas fácticas del “mundo ocupacional”, tanto al interior de la unidad donde se llevan a cabo las actividades laborales como, asimismo, extramuros de la misma. Al respecto, los trabajadores no se encuentran aislados, pues integran un sistema socioeconómico dentro de cuyo marco ellos se relacionan de manera interactiva con el medio ambiente circundante y, habitualmente, con dispositivos más o menos estructurados. El personal de una institución o empresa dadas se halla conformado técnicamente por grupos relativamente homogéneos, encontrándose sujetos a condiciones semejantes de trabajo durante cierto periodo, debido a lo cual la identificación y adecuada caracterización de aquellos segmentos de la “mano de obra” debería constituir un objetivo relevante de investigación.

Los colectivos de personas y los individuos, analizados desde el punto de vista específico de sus papeles en tanto trabajadores, serán visualizados -teniendo en cuenta su ubicación en la estructura social general y su dinámica inherente- a través de una trayectoria temporal determinada, en su evolución histórica grupal constitutiva, condicionada en una dimensión considerable por el progreso y la transformación tecnológicos. Es conveniente evaluar las estrategias desplegadas de hecho por la fuerza laboral, de acuerdo a un encuadramiento socioantropológico, etológico y ergonómico, apreciando la adaptación de sus tareas concretas a las normativas prescritas formalmente; ello demanda la apelación a conceptualizaciones aggiornadas, así como también al recurso de instrumentos renovados de recolección y procesamiento de indicadores empíricos.

No pueden soslayarse las modalidades de alternativas de readecuación, o eventual respuesta reactiva, de los operarios industriales o empleados administrativos ante la adopción de nuevas medidas de corte disciplinario, encaminadas al control de los trabajadores, lo cual requiere el entendimiento del proceder corriente de los actores estatales y empresariales, dentro del escenario de la actual división -técnica y social- del trabajo, en los planos internacional, regional, local y microeconómico. En dicho contexto, es preciso contemplar tanto el interior como el contorno del reducto donde se desarrollan las actividades laborales, con el propósito de reelaborar conceptualmente, y desde el punto de vista de la metodología investigativa, una sociología integral del trabajo. Inciden en ambas facetas, asimismo mutuamente imbricadas, la estimación de las transiciones de raigambre cultural referidas a la valoración del factor trabajo globalmente, y no sólo en términos de mera mercancía.

A la luz de la permanente reconstrucción científica de la disciplina, que determina sustancialmente el contenido de los proyectos de investigación correspondientes a la misma, el ente estimado convencionalmente como objeto de análisis, esto es los trabajadores considerados grupalmente en sus distintos estratos, junto a los caracteres y procedimientos característicos de los sectores capitalistas y/o empleadores, deberían resultar partícipes activos de los emprendimientos investigativos.

Con respecto al condicionamiento social de las técnicas productivas, el mismo obedece a que el desarrollo de los medios de producción refleja una materialización de las relaciones sociales. En tal sentido, verbigracia, “el movimiento de separación de la concepción y de la ejecución comienza [históricamente], por lo menos, con la separación del capital y del trabajo”. “El taylorismo no es la expropiación del saber obrero; es, en cambio, una de las modalidades de elusión y deformación de este saber para dominarlo”. “La especificidad del taylorismo [consiste en] haber afirmado simultáneamente que, gracias a sus métodos y sus técnicas, era posible que una categoría particular de asalariados determinara científicamente, y por ende imparcialmente, cual era el mejor trabajador, la mejor herramienta y la mejor manera para hacer determinada cosa, y que las empresas que se organizaran sobre sus bases podían reconciliar y satisfacer los intereses aparentemente antagónicos de sus dirigentes y empleados” [Freyssenet].

“Desprovisto progresivamente de sus pretensiones científicas y políticas, el taylorismo práctico fue reduciéndose a técnicas de preparación, de medida y de control del trabajo, que los ingenieros y técnicos han aplicado y siguen aplicando mientras su rechazo no se imponga socialmente […] Lejos de encontrarse en vías de desaparición, [la metodología taylorista] puede ser utilizada -inclusive en talleres automatizados- particularmente en tareas de intervención, reparación y mantenimiento que se realicen de acuerdo con procedimientos preestablecidos, en un tiempo determinado”. Además, con técnicas idénticas la organización del trabajo puede ser diferente, [dado que] las máquinas sólo producen efectos en relación con el uso social que se haga de ellas, una vez que han sido producidas. Por lo tanto, es preciso estimar el modo social de concepción de las máquinas, así como el tipo de ellas resultante de aquél, ya que Las técnicas productivas son productos sociales como tantos otros y […] sólo son determinantes en la medida en que los fines que les son asignados continúen imponiéndose socialmente. En consecuencia, las mismas no son socialmente neutras, pues “lo que está en cuestión no es la exteriorización de la inteligencia productiva, sino la forma social de esta exteriorización…” [Freyssenet].

Las formas de organización del trabajo que aparecen actualmente en las líneas de fabricación automatizadas toman otro sentido al ser analizadas en función del problema que constituye el control del trabajo, redefinido por la automatización -forma social particular e históricamente determinada de materialización de la inteligencia productiva-, tal como se la concibe e instrumenta. La configuración sociotécnica contemporánea tiende a reemplazar a aquella formada por “obreros profesionales que conducen y mantienen una máquina-herramienta universal, ayudados por una mano de obra numerosa”. El pasaje hacia la conducción de máquinas-herramientas especializadas implicó para los trabajadores que las operan “una promoción y una recalificación reales, pero significó también el medio para hacer desaparecer a los obreros profesionales de fabricación…” [Freyssenet].

Debe aclararse que existe una autonomía de la división del trabajo con relación a la técnica, y a ésta es posible orientarla en uno u otro sentido actuando sobre los factores que la condicionan. Por lo tanto, “la reconstrucción o el seguimiento de la concepción y explotación de diversas plantas automatizadas [permite] identificar y cuestionar los objetivos, principios, presupuestos y representaciones sociales que orientaron las decisiones técnicas [y] buscar cuáles podrían ser sus orígenes organizacionales y sociales y, en consecuencia, su permanencia y evolución” [Freyssenet].

Algunas premisas económico-sociales del proceso actual de automatización, y sus posibles causales, son las siguientes: “el funcionamiento real de una planta podría y debería guardar correspondencia con su funcionamiento teórico […]; la rentabilidad de la inversión sería tanto más elevada cuanto más significativa y rápida fuera la reducción de mano de obra […]; la reparación rápida sería el fundamento de la disponibilidad de las líneas automatizadas […]; la búsqueda del mejor compromiso como estrategia de optimización […]; la superioridad de la solución técnica por sobre cualquier otro tipo de solución […]; la mayor incertidumbre en cuanto a la producción provendría de la incertidumbre humana y social” [Freyssenet].

El proceso y la forma social de la automatización actual son compatibles con algunas de las nuevas formas de organización del trabajo y contradictorias con otras porque, pese a las apariencias y de los discursos que se sostienen, no todas ellas son organizaciones calificantes. En la actualidad resulta factible “pensar y describir un proceso y una forma social de automatización [en aras de] emprender una reversión real y duradera de la división de la inteligencia del trabajo, aún si el tipo de empresa que hallamos […] pueda hacernos dudar de la posibilidad de que esto se generalice sin mediar una profunda transformación de la relación salarial misma, puesto que el abandono del taylorismo práctico no es suficiente para que ello ocurra” [Freyssenet].

Además, las técnicas productivas no solo están condicionadas sociológica, económica y culturalmente en cuanto a su desarrollo y difusión, sino que ellas están construidas y constituidas socialmente por los objetivos, principios, representaciones, presupuestos económicos y sociales que se encuentran en su origen y que hunden sus raíces en la relación salarial y en la división de la inteligencia del trabajo, que le está unida desde hace dos siglos. En consecuencia, “la técnica tiene, en realidad, la dureza o la maleabilidad del contexto social del cual es la materialización. Las tesis opuestas del determinismo tecnológico y de la neutralidad social de la técnica tienen en común el hecho de que ambas le confieren [a la misma] un estatus de extraterritorialidad con respecto a lo social, como si tuvieran otra esencia”.

A partir de la expansión del automatismo productivo, la contradicción entre las organizaciones respectivamente de tipos prescriptivo y calificante también se extiende ampliamente, factor que coadyuva a la reapertura del debate acerca del contenido y de la evolución del trabajo. La diversidad de formas de automatización entre las empresas depende, en primer lugar, de sus diferencias en cuanto a las estrategias de ganancia y a los modelos industriales. En segundo lugar, depende de las inevitables crisis que estos modelos atraviesan, generando formas técnicas múltiples y contradictorias, en el seno mismo de las empresas. Depende, por último y sobre todo, de la dificultad que tienen las firmas para incorporar un modelo industrial de manera completa, en la medida en que para ello deben construir y hacer perdurar un compromiso de gestión de la empresa entre los principales actores, a propósito de los medios a emplear (política de producto, organización productiva, relación salarial) para la concreción de la estrategia de ganancia elegida, cuya pertinencia económica y social puede, de otro modo, ser brutalmente cuestionada en el caso de un cambios en los modos de crecimiento y redistribución de los ingresos nacionales.

Freyssenet, Michel (2002): "Trabajo, automatización y modelos productivos"; CABA, Editorial Lumen.

 

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