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INKORRUPTIBLES. Misceláneas sociopolíticas

Cognición y Epistemología. Política y Sociedad, Estado, Democracia, Legitimidad, Representatividad, Equidad Social, Colonización Cultural, Informalidad y Precariedad Laborales, Cleptocracia, Neoconservadurismo, Gobiernos Neoliberales, Vulnerabilidad, Marginaciones, y Exclusión Colectivas y Masivas, Kirchnerismo Peronista, Humanidades, Sociología, Ciudadanía Plena, Descolectivización e Individualismo, Derechos Sociopolíticos, Flexibilidad ocupacional. Migraciones Laborales. Discriminaciones por Género, y Étnico-raciales, Políticas Socioeconómicas, Liberalismo neoconservador, Regímenes neoliberales de acumulación, Explotación laboral, Mercado de trabajo, Flexibilización y precariedad ocupacional, Desempleo, subocupación, subempleo, Trabajo informal...

INMIGRACIÓN BOLIVIANA, LÓGICAS DE SOBREVIVENCIA Y REPRODUCCIÓN SOCIAL - Juan Labiaguerre

El proceso migratorio desde Bolivia hacia nuestro país presenta una larga data, resultando al comienzo de índole predominantemente transfronteriza, básicamente de habitantes de Tarija radicados en provincias del noroeste argentino (Jujuy y Salta, sobre todo). No obstante ello, en los años noventa la mayor parte de los ciudadanos bolivianos se asentaron en el Gran Buenos Aires y en la Ciudad Autónoma de la Capital Federal (C.A.B.A.), al tiempo que más de cien mil bolivianos/as consiguieron legalizar su situación de residentes merced a una amnistía del gobierno nacional.

Sin embargo, el estallido de la coyuntura crítica en nuestro país, hacia finales del año 2001, impactó seriamente en el contingente del país fronterizo radicado en la Argentina, “empujando” a una gran porción del mismo a migrar otra vez, en esa ocasión a España, dinámica poblacional que se mantuvo al menos hasta 2007 inclusive, es decir en forma simultánea al inicio de la crisis internacional del año subsiguiente.

Algunos relatos de empleados/as, procedentes de Bolivia, en talleres clandestinos de la indumentaria en la C.A.B.A., describen con crudeza las vivencias de sometimiento y depreciación humana, como lo ponen de manifiesto los siguientes casos puntuales, el primero concerniente al encierro que deben padecer:

-   En el taller estaban encerrados porque la puerta tiene una reja y la llave la tiene la sobrina del patrón. Los trabajadores tenían que pedir autorización para salir y que aquél les abriera la puerta…[i]

Con respecto a una pareja de la misma nacionalidad, que se desempeñó a lo largo de medio año en uno de esos locales, sus integrantes indicaron -respecto del factor remunerativo- que:

-   No percibieron ningún salario y la única retribución eran adelantos “a cuenta” de veinte pesos por semana…[ii]

Otro ex-tallerista narró la cotidianeidad, en cuanto a la alimentación, de su paso por uno de los tantos lugares de trabajo ilegal:

-   El desayuno era a las 9 horas de la mañana y consistía en café o té con un pan por persona que trabaja. El almuerzo de servía a la una de la tarde y consistía en arroz, fideos, papa, o carne (hamburguesas), el pan duro se mezclaba con la carne, no se servían verduras ni frutas. La merienda se servía a las seis de la tarde y consistía en un café o té con pan que sobraba de la mañana. La cena se servía a las nueve de la noche y consistía en un plato de sopa. Los niños no recibían comida aparte sino que compartían la ración de los padres…[iii]

Con relación al hábitat de los talleres textiles clandestinos, otro matrimonio boliviano señaló:

-   El propietario nos alojó en una pieza con tres máquinas … La habitación era de alrededor de tres metros por cuatro , el único mobiliario era una cama cucheta en la que dormían los niños. Tanto la persona declarante como su cónyuge dormían en el piso. Los efectos personales debían mantenerse en las maletas porque carecían de armarios. El lugar era inseguro por cuanto las conexiones eléctricas eran volantes y además la falta de espacio para los chicos los exponía a accidentes con la maquinaria. A esto había que sumarle que el polvillo del ambiente provocaba afecciones pulmonares…[iv]

El flujo demográfico indicado remite sustancialmente a la problemática ocupacional, en vista de las oportunidades cíclicas de empleo en nuestro país, contrastadas con las de Bolivia, donde las crisis socioeconómicas regionales recurrentes perjudicaron a sus habitantes aun con mayor gravedad que a los habitantes de la Argentina, dada su estructura productiva comparativamente más frágil[v]. Pese a ello, al margen de que el factor laboral (junto a la atención sanitaria pública, por ejemplo) condicionaron en primer lugar esa movilidad geográfica, también incidieron motivaciones histórico-culturales, de trascendencia notable en esa corriente migratoria y en su continuidad temporal.

El giro de dinero destinado a la nación de procedencia es asimilado a uno de los nexos simbólicos de mayor representatividad referido a las relaciones familiares y afectivas mutuas. Con respecto a la emigración específicamente cochabambina existen indicadores que sostienen, en alusión a la tenencia de menores cuyos progenitores se hallan en el extranjero, que “un 35,4% está bajo el cuidado de sus padres, un 18,7% de sus madres, un 25% bajo la tutela de los abuelos/as (paternos o maternos), un 10,5% de sus tíos/as, y el restante 10% bajo el cuidado” de otros parientes o allegados[vi]. Tales datos corroboran el papel determinante de los grupos domésticos extendidos en lo concerniente a la atención de los vínculos con hermanos/as, junto a su aporte al mantenimiento de la unión, afirmada en el afecto recíproco, con otros parientes.

El hecho de que un integrante de la familia viaja al exterior para radicarse allí no implica la disolución de aquélla sino, en cambio, la reconfiguración de la misma. En el caso de la emigración materna, la reformulación de los roles deviene mayor, aunque la definición de familia continúa posibilitando los lazos entre sus miembros, al margen de que ahora no conviven más bajo un “techo compartido”. Ello coadyuva a comprender las sumas cuantiosas de divisas enviadas desde los lugares de asentamiento hacia las sociedades de partida, dado que el giro monetario regular representa una manifestación explícita de que las ligaduras familiares perduran.

[…] si estoy con trabajo, cada mes mando unos 500 a 300 dólares, si no hay [mucho trabajo], trato siempre de mandar lo justo; ahora mismo mando 100, 150. Allá en Bolivia el dinero se lo usa sobre todo para comer, para cualquier cosa que falta en la casa, más que todo para eso… (Vicky, Barcelona, 08/07/06)”[vii].

En lo que hace al fenómeno antepuesto, en una considerable cantidad de naciones, la población migrante deviene fuente financiera externa primordial de ellas, a través de la remisión de aquélla a sus países de originarios. Proyectando hacia 2005, el Banco Interamericano de Desarrollo estimaba que los movimientos de divisas con destino a los países latinoamericanos irían a alcanzar u$s 55 mil millones, 10 mil millones por encima del año anterior, monto cercano al doble de los importes girados en total en el transcurso de 2002. En el caso boliviano específico, esa cuantía se incrementó en el lapso 2001/2006 de u$s 103 a 880 millones; dicho proceso económico-financiero conlleva que los enfoques de nuestros días enfaticen dicho perfil de las migraciones mundiales, lo cual es proclive a soslayar variables nodales de las mismas, verbigracia las mutaciones socioculturales o familiares, que abarcan realidades complejas con connotaciones transculturales.

Más allá de sus aportes económicos, las mujeres bolivianas emigradas apuntalan el resguardo del acervo cultural originario, ya que los quehaceres domésticos, la enseñanza del idioma ancestral, la reproducción de las tradiciones étnicas, la indumentaria, etcétera, les endilgan una función crucial en ese sentido[viii]. Los contingentes de desplazados tienden a preservar valores autóctonos, manteniendo sus patrimonios identitarios, sobre todo en escenarios sociales discriminatorios, y muchas veces hostiles. Al preservar tales patrones, reinventan su misma pertenencia colectiva primigenia por lo cual, mientras las personas procedentes del país vecino son objeto de un trato potenciador de las inequidades, es preciso estimar los roles decisivos femeninos, al interior de sus respectivas comunidades en la diáspora emigrada, y dentro del espectro contextual de nuestra sociedad.

Un hecho relativamente nuevo consiste en la importancia gradual del discurso acerca de cuestiones relativas a las migraciones en diferentes campos de los ámbitos públicos: hoy en día tienden a formarse consensos estatales sobre el factor relevante alusivo a aquella dinámica poblacional a escala internacional. De modo que los gobiernos nacionales, a partir de la progresiva heterogeneidad sociocultural de los habitantes de los países que administran, asumen de diversas -y a veces contrapuestas- maneras que los procesos migratorios conducen a transformaciones, de distintos grados, en las entidades político-institucionales centralizadas, por ejemplo el problema concerniente al ejercicio de la “ciudadanía” por parte de los inmigrantes, a través de sus variadas interpretaciones, tema que incide decisivamente en las estructuras de los sistemas público-administrativos.

Las naciones expulsoras de habitantes se inclinan por extender el “derecho ciudadano” de sus poblaciones desterritorializadas, al integrarlas en la reconstrucción de imaginarios colectivos “patrióticos”, a los efectos de desempeñar cierto papel en la economía-mundo. En el otro polo, determinados Estados, en lo esencial aquellos caracterizados como receptores de migrantes, tienden a gestionar el asunto de las personas extranjeras, radicadas, localmente en términos del resguardo de la “seguridad nacional”[ix].

La elaboración de contextos teórico-metodológicos propios es un requerimiento factible a fin de comprender las características peculiares de la movilidad geográfica de poblaciones andinas. La perspectiva transnacional aporta una mirada nueva que permitiría analizar esas corrientes migratorias y, además, posibilita la apertura de un campo conceptual definido, empíricamente verificable. Al respecto, sería preciso contemplar el enfoque de un transnacionalismo desde abajo, el cual contribuya a entender la especificidad socio-regional, reflejada en las migraciones internas y los desplazamientos humanos intrarregionales, además de las traslaciones poblacionales “sur/norte”, transfronterizas y transatlánticas.

Los papeles asignados convencionalmente al género, entre las inmigrantes bolivianas, son transpolados al territorio de llegada pues, a pesar de los cambios propios de la dinámica del traslado en sí mismo, perduran hábitos y conductas tendientes a la conservación de pautas culturales adscriptas, en cuanto a la ubicación y la funcionalidad de las mujeres. Sin embargo, aunque persistan esos estereotipos tradicionales, no existe una inmutabilidad absoluta de esas imposiciones, dada la interrelación con estructuras sociales muy extrañas al comienzo de la radicación, que suele propiciar mutaciones en algunos valores y modos de vida originarios.

El proceder corriente en la esfera ocupacional perjudica acentuadamente a las trabajadoras bolivianas en nuestro país, sobre la base del solapamiento de su discriminación por identidad de género, adicionada a cierta xenofobia enancada en su procedencia étnico-nacional, y también al desprecio clasista hacia los segmentos con mayores carencias económicas. La articulación de las causales antedichas determina que los empleos de tales mujeres se caractericen por una segregación polifacética, la cual acentúa su marginalidad y estado de indefensión. Ellas resultan víctimas de actitudes discriminatorias “culturales”, relaciones de explotación en el mercado de trabajo, subordinación de género, y subestimación por su pertenencia de clase, factores que deben analizarse conjuntamente, al encontrarse superpuestos, reforzándose de manera recíproca, lo cual profundiza la “desafiliación” de esas personas.

Las condiciones generales de vida de las inmigrantes precitadas remiten a los caracteres de los flujos poblacionales contemporáneos hacia la Argentina, en el marco de las modificaciones en los ámbitos socioeconómico y político-institucional, desde la instrumentación de estrategias neoliberales del Estado local en décadas recientes. A comienzos de los noventa, la mayoría de las bolivianas en nuestro país realizaba labores remuneradas, a fin de solventar -económica y regularmente- a sus grupos familiares, desde una edad precoz, sobre todo en el servicio doméstico y realizando tareas agrícolas[x]. Durante ese decenio, en hogares localizados en áreas rurales, gran parte del contingente -sin distinción de género- proveniente de Bolivia había llevado a cabo, en algún momento desde su radicación, trabajos agropecuarios, adquiriendo el rol femenino un valor económico significativo desde niñas o demasiado jóvenes.

En zonas urbanas de la Argentina, la absoluta mayoría de las mercancías en venta dentro de locales o ferias clandestinas, esto es cuya actividad comercial no se halla registrada legalmente, son elaboradas en talleres pequeños u hogares, de modo totalmente informal. Dichos establecimientos abundan en el Área Metropolitana de Buenos Aires, en el conurbano y la propia Capital Federal, siendo propiedad por lo general de ciudadanos con ciudadanía local y de nacionalidad coreana, y en menor medida de personas bolivianas, paraguayas y peruanas. Los/as operarios/as de aquellas plantas, en gran medida, provienen de países limítrofes, y habitualmente carecen de documentación legal habilitante de sus inserciones ocupacionales. Las condiciones de trabajo devienen prácticamente equiparables a una reducción a la servidumbre, las jornadas diarias suelen prolongarse a un total de 14 a 18 horas, en muchas casos los obreros/as conviven en el propio “galpón”, a veces con familiares incluyendo menores de edad, la alimentación que se les brinda es sumamente precaria, mientras que los jornales equivalen aproximadamente a una tercera parte del salario mínimo, vital y móvil establecido para la mano de obra en situación dependiente.

Debieran colocarse en tela de juicio los encuadres teórico-metodológicos importados desde los países “centrales” sobre las connotaciones significativas del arribo y asentamiento de migrantes, en la economía-mundo actual, pues en forma corriente aquellos distorsionan las visiones autóctonas reales de los grupos e individuos que emigran desde naciones “periféricas”. Esos abordajes conceptuales e investigativos proponen el tratamiento de asuntos sesgados, con notoria proclividad al redireccionamiento de las interpretaciones auténticas, propias de las sociedades de origen de los desplazamientos poblacionales[xi].

Corresponde aclarar que las mujeres bolivianas, en su sociedad nativa, perciben tradicionalmente una determinada identidad de género, mediante la que se autoadjudican funciones típicas hogareñas, al estimarse que su inclusión en el mercado de trabajo presenta el único objetivo de contribuir, de manera suplementaria o adicional, al mantenimiento económico de sus respectivos grupos domésticos.

De modo superpuesto a la existencia de elementos generadores de comportamientos segregatorios y despreciativos hacia la mujer inmigrante, de ciertas regiones, opera una segmentación clasista en los propios colectivos de  extranjeros radicados en nuestro país, que establece los modos de vinculaciones internas de dicha comunidad, y con las diferentes clases sociales locales, en la medida en que los nexos internos dividen -en ocasiones de manera frontal- a distintos segmentos de residentes de la misma nacionalidad, dentro del campo estratificacional argentino.

Los flujos migratorios salidos de las naciones andinas, en épocas relativamente recientes, experimentaron modificaciones importantes respecto de su composición, envergadura y destinos. A comienzos del presente siglo se acentuaron los desplazamientos humanos de aquel origen en dirección a la Unión Europea, principalmente España, donde esas comunidades de extranjeros representaban -hacia fines del siglo pasado- uno de los colectivos migrantes de mayores dimensiones, al sobrepasar el millón de personas.

Considerando los aproximadamente dos millones y medio de ciudadanos/as bolivianos/as radicados en otros países, sobre todo en la Argentina, Estados Unidos y España, cabe señalar que cerca del 70% de ellos/as pertenecían al género femenino[xii]. Las corrientes de población oriunda de la nación del Altiplano, encaminadas a Europa, obedecieron al requerimiento progresivo de personal dedicado al empleo doméstico, u otros servicios, tales como el cuidado de niños o individuos que necesitan atención asistencial especial; esta demanda focalizada en las mujeres, vigente al menos hasta la crisis económica internacional desatada en 2008, emergía mayoritariamente desde España e Italia[xiii].

Los indicadores que mensuran las dimensiones del contingente emigratorio boliviano en nuestros días, así como también la información cualitativa del mismo, por ejemplo, la función de los vínculos familiares y las redes sociales, permiten verificar la configuración de colectivos transnacionalizados en el escenario de “ciudades globales”. Dentro de dichos flujos poblacionales, respecto de los existentes recién iniciado el presente siglo, se ha constatado que las mujeres abandonan Bolivia en mayor medida que los varones[xiv]. Al margen de los indicios empíricos de orden cuantitativo, es crucial la significación sustantiva del fenómeno per se, que incluye el sentido de la impronta marcada por el mismo con relación al núcleo de la migración, esto es la esfera reproductiva doméstica y el conjunto de sus implicaciones socioeconómicas, específicamente ocupacionales, y culturales.

Además, se produce cierto reacomodamiento en los papeles de progenitores e hijos/as; verbigracia, eventualmente las últimas adoptan responsabilidades de madres jefas de hogar. Por otro lado, destacan los roles conectivos de gran peso que tendieron a asumir los/as hermanos/as en las migraciones de la década próxima pasada a España; el siguiente relato ejemplifica tal proceso:

[…] dentro mi familia yo soy la mayor, tengo hermanos pequeños en el colegio, mi padre trabaja de ayudante de albañil, porque antes vivíamos en el campo, por ese motivo me animé a venir a trabajar para a ayudar a mi familia. Con la experiencia que tengo dentro de mi hogar, digo que las mujeres somos valientes, más animadas a seguir adelante, podemos hacer trabajos aunque nos parezca difícil o inútil, en cambio los hombres, como mi padre, son pesimistas y piensan solucionar con la bebida… (María, Barcelona, 15/07/06)”[xv].

Como fuera señalado anteriormente, desde fines de la centuria pasada progresó el fenómeno calificado en términos de feminización de las migraciones mundiales y, en ese contexto, se observa con nitidez la participación -en aumento gradual- del género en traslados internacionales destinados a inserciones ocupacionales vulnerables, es decir trabajos que comparten el denominador común de beneficiar económicamente, en forma desmedida e incontrolada, a los empleadores en perjuicio de las condiciones sociolaborales, y en definitiva integrales de vida, de esas mujeres.

Por ejemplo, alrededor de la tercera parte de las migraciones externas salidas del Departamento boliviano de Cochabamba, entre los años 2001 y 2007, se hallaba compuesta por el género femenino, mientras que tal guarismo alcanzó aproximadamente el 70% en el caso particular del desplazamiento dirigido a Italia. Datos elaborados por el Ayuntamiento de Barcelona en el segundo año citado indican que, al interior del conjunto de bolivianos/as empadronados/as en la ciudad capital catalana, el 60% correspondía a mujeres de esa nacionalidad. Las proporciones elevadas del género en la evolución emigratoria a la “madre patria”, aunque respondan al tipo específico de demanda ocupacional, con eje en la prestación de servicios -en gran medida personales- también reflejan la propia feminización de las jefaturas de hogar en los países originales. En este aspecto, ciertas investigaciones realizadas en torno de los grupos domésticos en Bolivia evaluaron que, a comienzos del presente siglo, cerca del 30% de los mismos eran monoparentales, contando con mujeres como cabeza de familia. La crónica expuesta a continuación simboliza dicha tendencia:

[…] luego de haber tenido a mi niño, no encontraba trabajo … y mis hermanos que estaban aquí [en España] más antes, me han dicho vente aquí a trabajar […] y hablé con mis padres, ellos estuvieron de acuerdo […] y claro, con el niño, pues, mi madre dijo “yo me hago cargo”, total, allí siempre hay posibilidad de trabajar y de ganar un poco más, entonces decidí venirme… (Melina, Madrid, 21/6/06)”[xvi].

Las mencionadas trabajadoras migrantes se radican “sin papeles” en su mayoría, hecho que las califica en tanto ilegales: ante la amenaza latente de su deportación, comúnmente carecen de otra alternativa que cumplir jornadas laborales excesivas y muy escasamente retribuidas. Un gran segmento de ellas son jefas de hogar que delegaron la atención de sus familiares en tierra natal, por parte de otros parientes o allegados próximos, quienes cargan con ese compromiso e insumen tiempo y esfuerzo para cumplir dicha responsabilidad doméstica, sobre todo el cuidado y la crianza de los/as hijos/as menores de edad.

Dado que, como fue consignado en forma previa, la jefatura femenina de hogar en Bolivia ronda el 30%, cabe precisar que este guarismo se encuentra por encima del correspondiente a la media general latinoamericana análoga, cercano al 23%. Asimismo, del total de mujeres inmigrantes que componen la población económicamente activa ocupada en Chile, el 34% lo hace en el servicio doméstico, el 12% en el comercio minorista, el 9% en la enseñanza y un 8% en servicios sociales y de salud.

Cabe subrayar el carácter relevante de los roles ejercidos por el género femenino, tradicionalmente, en el país del Altiplano con respecto al parentesco directo conviviente; ello determina que la cuestión sobre las ausencias asumidas como pérdidas, tanto en los espacios de procedencia como así también en los de radicación, constituye un asunto con gran peso específico, casi siempre latente, aunque por lo general no explicitados, en los traslados migratorios. Ese factor se vincula de alguna manera con las cargas afectivas, la feminización de las corrientes poblacionales a escala mundial, y la formación de familias transnacionales, en el marco de la violación cuasi-sistemática de los derechos sociolaborales de los/as inmigrantes.

En cuanto a la conexión entre redificaciones sociales y variables domésticas o parentales, los modos actuales de interrelaciones inciden en determinados caracteres adoptados, en las diferentes instancias económicas y socioculturales, por aquellas familias “transnacionalizadas”. Las perspectivas divergentes acerca de los rasgos de los núcleos domésticos, comúnmente, resultan sesgadas y abordadas unilateralmente desde una sola disciplina, tratamiento de la problemática que acota la factibilidad de percibir sus alcances y númenes esenciales. Por ende, cunde la necesidad de analizar a los conjuntos parentales mediante estudios polidisciplinares regulares, lo cual posibilitaría una comprensión extensiva y profunda de las funciones familiares en las migraciones. Complementariamente, la heterogeneidad compleja de los grupos primarios unidos por “lazos de sangre” obedece a la articulación de vectores económicos, culturales y psicosociales solapados. Debido a ello, es prácticamente imposible establecer un patrón prevaleciente de las familias nucleares o extendidas, sobre todo las desplazadas internacionalmente, puesto que coexisten pautas y formas de convivencia divergentes, según los caracteres específicos de los diversos espacios territoriales, zonas urbanas o rurales, diferenciaciones socioculturales, etcétera.

Bolivia presenta una gran diversidad étnico-regional, yuxtapuesta a la conflictividad entre clases sociales, con una marca histórica indeleble remota, prehispánica y colonial, elementos que generaron con el transcurso del tiempo fuertes contradicciones político-institucionales, derivadas en gran medida del mestizaje; este panorama dio pábulo a colisiones de identidades colectivas polifacéticas y complejas, como sería el caso de “la indígena, mestiza o chola y blanca”. No puede fijarse un modelo familiar típico en el país vecino: a lo sumo existiría uno implantado por el Estado y la Iglesia, sustentado por varias ideologías que consideran a esta institución como nuclear, monogámica estable, urbana y armónica[xvii].

Una nación caracterizada por la diversificación “demográfica” múltiple señalada está configurada, en consecuencia, por un magma de sistemas familiares polisémicos con rasgos peculiares propios. En la sociedad boliviana, como en otras a pesar de sus sellos particulares, conviven mixturadamente “familias nucleares, extendidas, compuestas, reconstruidas, y en transición”. En áreas campesinas la noción convencional sobre la familia nuclear, compuesta por padres/madres e hijos/as, resulta demasiado acotada de cara a la comprensión de los vínculos entre varones y mujeres, en términos de la distribución de funciones y actividades concretas. En las comunidades quechuas, predominantes al interior del país en los valles cochabambinos, los entrelazamientos característicos de familias extensas, o ampliadas, posibilitan el desarrollo de las esferas productiva y reproductiva del grupo doméstico y del ámbito comunitario, por lo cual el entendimiento de esa circunstancia provee un enfoque más preciso de la temática familiar en las migraciones de ciudadanos bolivianos.

A los fines de mensurar -por medio de una tipología general abstracta- la composición de los núcleos domésticos, junto a los roles internos de sus miembros, es necesaria la ponderación de los tipos asumidos por aquéllos, y también sus funciones implícitas en el desenvolvimiento del sistema familiar, las cuales son llevadas a cabo por ambos/as progenitores (cuando los hay) indistintamente; ellos/as detentan de modo convencional poderes y niveles jerárquicos superiores a los de sus hijos/as. Las funciones desplegadas dentro del sistema precitado pueden subsumirse a los siguientes ítems: “satisfacción de necesidades biológicas, subsistencia, seguridad emocional, relaciones interpersonales afectivas y vínculos emocionales” [xviii].

Por otro lado, la unidad doméstica coadyuva, de modo trascendente, a la evolución de las identidades personales, conectadas a la correspondiente -en forma grupal- a las familias: ello determina que los sujetos, individualmente, internalicen especies culturales en torno a la problemática de género, a su vez vinculadas a las estructuras institucionales concernientes a las respectivas sociedades.

Los cambios de los estados conyugales representan un elemento suplementario que es preciso estimar en el estudio de los procesos migratorios, como también las vinculaciones parentales, al tender éstas a sobrepasar la dimensión de la familia originaria. Las relaciones mutuas sobre la base de los nexos familiares, de compadrazgo, de ahijados, etcétera, fungen de hecho cual si fueran una redificación implícita, sostén de lógicas de sobrevivencia donde los contactos solidarios persisten, incluso si se encuentran entremezclados con actividades laborales salarizadas internas.

Una proporción notable de las uniones matrimoniales corresponden a individuos que integran un mismo colectivo nacional y/o comunitario; además, los eventos de “camaradería”, las festividades y los contactos por vía de contiendas deportivas hacen posible que numerosos extranjeros, en las tierras adoptadas, asuman su pertenencia a una “comunidad”, en la visión clásica durkheimiana del vocablo.

En alusión a las poblaciones campesinas del Altiplano y yungas en la ciudad capital boliviana La Paz, y sus franjas conurbanas, puede acordarse que, dados los rasgos socioculturales antepuestos, el desplazamiento geográfico de un componente familiar, o el de una unidad doméstica en su integridad, no obedece sistemáticamente a la variación articulada de una serie de factores. Esto se debe a que esas emigraciones son resultantes de una decisión proveniente, en forma simultánea, de las estrategias y procesos realizados por sus parientes y otros miembros de su comunidad, e incluso de la región[xix]. Esas lógicas y prácticas devienen extensibles a espacios internacionales, tal como lo describe el siguiente relato de una mujer cochabambina radicada en España desde 2003:

[…] yo les he hecho venir, ahora toditos mis hermanos están aquí, menos uno, el mayor. A partir de mí han venido cuatro, después sus mujeres están aquí de toditos […] los hijos del [hermano] mayor están con él y la mujer llegó hace cuatro o cinco meses a Coruña; de mi hermano, el segundo, esta él, la mujer y sus dos hijos, su hija que recién llegó hace cuatro meses y tiene un hijo de un año que nació aquí, él dice ‘yo ya no voy más allá porque allá no hay futuro´, y bueno, quiere quedarse aquí; después del tercero vino la mujer primero, yo también le ayudé a venir, luego le trajo al marido ella por cuenta propia y luego ya se trajeron, para Navidad creo, a los dos hijos y ya están los cuatro allá en Coruña, ambos ya tienen papeles y están muy bien ya tienen a los hijos allá e igual no piensan en irse allá [Cochabamba], […] después el que le sigue, que sería mi hermano César, igual, despuesito de mí vino, estuvo aquí dos años y también hizo traer a su mujer y sus dos hijos. Y mi hermana está aquí, también vino después de mí… (Amparo, Madrid, 20/06/06)”[xx]

Más allá de lo expuesto, los integrantes de las familias migrantes suelen desenvolverse en situaciones diversas y con distintos grados de capacidad negociadora, dada la preexistencia de asimetrías de poder, reflejadas en principios valorativos que establecen los respectivos papeles, identificaciones y las bases reproductivas de los diferentes miembros. Los procesos sociomigratorios remiten a personas y sus unidades domésticas, manifestándose en este punto sus consecuencias iniciales: las cargas emotivas y económicas inherentes a la permanencia de los lazos parentales resultan comparativamente más elevados para determinados individuos.

Con respecto a esos núcleos familiares primarios internacionalizados, en el caso puntual del desplazamiento poblacional desde el “valle alto cochabambino” dirigido a los EE. UU., se ha calificado como grupo familiar transnacional al que se encuentra involucrado en la migración mediante “uno o más de los miembros de su unidad nuclear, compuesta por padre, madre, hermanos o por hijos, esposo o esposa”. Aunque tal noción refiere a los contactos regulares, expresados en el giro de divisas y otras prácticas transnacionales, soslaya las interacciones y los vínculos esenciales que conforman en su conjunto una auténtica redificación[xxi].

Un estudio realizado en Cochabamba trata el estado psicológico-social  y educacional de los menores de edad cuyos progenitores emigraron a distintos países, percibiendo sentimentalmente a sus familias “transnacionalizadas” merced al mantenimiento de lazos continuos que sus padres conservan con los parientes de la sociedad desde la cual se fueron, lo cual es factible debido a que los miembros de dichas unidades domésticas evaluaron tales contactos en tanto estrategia apropiada en aras de mantenerse como familia[xxii]. Más allá de esta generalización, la “dimensión relacional” constituye el factor que permite la emergencia y consolidación de los entes familiares transnacionales; sin embargo, convendría indagar acerca de la persistencia temporal del citado modelo familiar, y/o si esos vínculos son proclives a su desgaste, sobre todo en lo que hace a los giros de dinero hacia las sociedades originarias de “salida”, a partir de las segundas generaciones de emigrantes.

De cualquier manera, los entornos familiares incididos por las migraciones -totales o parciales de sus componentes- deben acomodar sus situaciones en tierra extraña, reconstruyendo de algún modo los nexos con los parientes que permanecieron en los espacios nativos; ello resulta hoy en día más factible dado el uso de las nuevas tecnologías informáticas en comunicaciones, primordialmente el correo electrónico y el teléfono móvil.

La velocidad y medios alternativos crecientes de los intercambios a través de enormes distancias demandan cierta redificación que los posibiliten, situación que influye en la toma de la decisión de viajar, en el país seleccionado, en cual/es persona/s lo hará/n, con quiénes en caso de tratarse de más de un sujeto, y el lugar donde se quedarán los/as hijos/as, en caso de que ellos/as continúen viviendo en la sociedad “ancestral”. En este sentido, el fenómeno relativamente novedoso de la “información global”, al abarcar un espectro progresivamente extensivo, coadyuva al desarrollo de comunidades transnacionalizadas.

El abordaje integrado de la totalidad de implicaciones que presentan las migraciones mundiales, comprensivo de los marcos expulsores de habitantes, las instancias de “recorrido”, y los contextos de recepción, remite a las interrelaciones efectuadas en estos “nuevos campos sociales”, pues, siguiendo la conceptualización bourdieuniana de la teoría de los campos:

[…] los conceptos de comunidad y familia transnacional aparecen en los estudios sobre migración internacional en los noventa, junto con una crítica a los modelos explicativos basados en el paradigma ‘push-pull´ (expulsión-atracción) y abogan por una comprensión más integral y procesal de los fenómenos migratorios. Las comunidades transnacionales vienen a ser campos sociales que se conforman en espacios transnacionales en los cuales se producen flujos de personas, de información, de dinero y de bienes materiales. Dentro de estos campos circulan redes sociales y capital simbólico, además de económico[xxiii].

Cuando se articulan las investigaciones sobre la sociedad “de partida” con relación a la de asentamiento de los migrantes, focalizando la cuestión de las redificaciones construidas en ambos nodos, son visibilizados los factores cruciales característicos de la cotidianeidad de las vivencias de aquéllos, como así también los circuitos comunicacionales, las transformaciones en las actitudes consuetudinarias, a partir de la reconversión de las mismas, de acuerdo a las posiciones y roles reconfigurados en las condiciones de residencia en los nuevos hábitats, junto a las corrientes fluctuantes de capitales económico-sociales.

La serie de problemas antedichos es retroalimentada en virtud de las mutaciones profundas y expeditivas correspondientes a las tecnologías informáticas de la comunicación y del transporte, que propician la sensación de cercanía, pese a la separación por distancias transoceánicas y/o de miles de kilómetros. Ello conecta con el hecho de que -por lo general- las sociedades de salida continúan representando la referencia nodal, en cuanto a la afirmación de la identidad colectiva étnico-nacional, por parte de las personas radicadas en el extranjero. Como consecuencia de la degradación habitual en las posiciones sociales grupales e individuales, intrínseca a la condición de inmigrantes de ciertos países, deviene crucial ser reconocido en el espacio “propio”, por lo cual se procura demostrar allí resultados exitosos del desplazamiento geográfico. 


[i] Lieutier, Ariel (2010): “Esclavos. Los trabajadores costureros de la Ciudad de Buenos Aires”; Buenos Aires, Retórica Ediciones, págs. 154-155 (fragmentos de una investigación conjunta llevada a cabo por parte de la Subsecretaría de Trabajo, Empleo y Formación Profesional del GCBA, y de la Fundación “Alameda”, llevada a cabo en 2007.

[ii] Ibidem

[iii] Ibidem

[iv] Ibidem

[v] Hinojosa Gordonava, Alfonso R. (2009): “Buscando la vida. Familias bolivianas transnacionales en España”; La Paz, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales -CLACSO-.  Con respecto al giro de divisas -en general- hacia la nación de origen, “[…] para 2005, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) previó que las cifras de remesas a América Latina ascenderían a 55 mil millones de dólares. En todo caso estos envíos de dinero y sus implicaciones tienen una amplia serie de consecuencias en las sociedades de los países receptores. Hay que señalar sobre este punto que para algunos autores junto a las remesas económicas hay que distinguir también las llamadas remesas colectivas o sociales y los intercambios de conocimiento e información que generan alteraciones en las relaciones sociales, así como en los imaginarios colectivos…” 

[vi] Ferrufino, Celia, et al. (2007): “Los costos humanos de la emigración”. Cochabamba (Bolivia), CESU-MSS/DICYT/ PIEB.

[vii] Entrevista realizada en el marco de la investigación citada de Hinojosa Gordonava, A., ob. cit.

[viii] Karasik, Gabriela (2000): “Tras la genealogía del diablo. Discusiones sobre la nación y el Estado en la frontera argentino-boliviana”; en Grimson, Alejandro -comp.-, Fronteras, naciones e identidades. La periferia como centro; Buenos Aires, Ciccus/La Crujía]

[ix] Novick, Susana -comp.- (2008): "Las migraciones en América Latina. Políticas, culturas y estrategias". Buenos Aires: Catálogos CLACSO.

[x] Dandler, Jorge, y Medeiros, Carmen (1991): “Migración temporaria de Cochabamba, Bolivia, a la Argentina: Patrones e impacto en las áreas de envío”; en Pessar, Patricia, Fronteras permeables, Bs. As., Planeta.

[xi] Hinojosa Gordonava, A., ob. cit. [Prólogo]. De acuerdo con ello, “no es casual que un eje de investigación reciente sea la política migratoria debido a las dificultades que los gobiernos del Norte han tenido para impedir y/o regular los flujos del Sur. Como tampoco es casual que desde nuestras propias naciones se esté pensando en planes de retorno en un momento en que el Parlamento Europeo ha probado la denominada Directiva de retorno también nombrada por estos lares como directiva de la vergüenza”.

[xii] Magliano, María José (2007): “Migración de mujeres bolivianas hacia Argentina: cambios y continuidades en las relaciones de género”; Amérique Latine Histoire et Mémoire. Les Cahiers ALHIM, 14. Centro de Estudios Avanzados, Universidad de Córdoba (Argentina). Los traslados de ciudadanos/as bolivianos/as hacia nuestro país responden, habitualmente, a una planificación grupal de índole familiar; si bien en épocas recientes el número de mujeres que viajaron solas creció, aun una porción mayoritaria de esas migraciones remite a lazos que mantienen aquéllas con sus parientes. Adquieren relevancia entonces las funciones femeninas en dichas mudanzas, dentro de un escenario de relaciones inequitativas intergéneros en campos tanto societales como hogareños.

[xii] En España, nuevo país relevante de destino de la migración de mano de obra latinoamericana desde comienzos del presente siglo hasta periodos recientes, la segregación ocupacional opera mediante la reglamentación jurídica que otorga un cupo anual de legalización de inmigrantes, consignando ramas de actividad determinadas para las cuales se permite el ingreso de trabajadores/as extranjeros/as, tales como empleo doméstico, tareas agrícolas, construcción, subsectores de la economía donde se manifiesta una mayor precariedad laboral. Por otro lado, se llevan a cabo abusos discrecionales por parte de los entes patronales, a través de la inexistencia de vínculos contractuales, jornadas extendidas sin retribución de los horarios adicionales como tales y sub-remuneraciones generales, entre otras arbitrariedades, bajos salarios, sobre los inmigrantes, situación potenciada como consecuencia de la crisis económica europea a partir de 2008. Asimismo, en nuestros días numerosos gobiernos prohíben que los residentes en el exterior cumplan el derecho electoral en su propia nación, mientras que muchos países receptores no permiten a una masa enorme de inmigrantes el goce de derechos civiles elementales (Girón, A., ob. cit.)

[xiv] Hinojosa Gordonava, A., ob. cit., cap. 4. El autor refiere sobre todo al caso de las/los cochabambinas/os asentados en España antes de la crisis actual que atraviesa Europa.

[xv] Entrevista realizada en el marco de la investigación citada de Hinojosa Gordonava, A., ob. cit.

[xvi] Ídem.

[xvii] Ardaya, Gloria (1979): “Inserción socio-ocupacional de los inmigrantes bolivianos en Argentina”; Buenos Aires, FLACSO (tesis de maestría).

[xviii] Aráoz De la Zerda, Susana (2001): “La migración: un fenómeno que contribuye a la transformación de la familia. Un análisis multidisciplinario de la percepción del fenómeno migratorio desde el enfoque de género”; CESU/UMSS, tesis de maestría. La autora añade que La distribución del primero además se encuentra condicionado por el ciclo vital por el que está transitando la familia, ya que los/as progenitores/as concentran mayor poder cuando los descendientes son pequeños, aunque con el paso del tiempo éstos lo van adquiriendo gradualmente.

[xix] Spedding, Alison (1999): “Breve curso de parentesco”; La Paz, Carrera de Sociología, Instituto de Investigaciones Sociológicas, UMSA.

[xx] Entrevista realizada en el marco de la investigación citada de Hinojosa Gordonava, A.

[xxi] De la Torre, Leonardo (2004): “No llores prenda, pronto volveré. Migración, movilidad social, herida familiar y desarrollo; La Paz, PIEB/IFEA /Universidad Católica.

[xxii] Ferrufino, Celia, et al., ob. cit.

[xxiii] Herrera, Gioconda (2004): "Género y familias transnacionales: emigración ecuatoriana en Estados Unidos y España"; España [Girona], IXº Congreso sobre la Inmigración en España. 

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