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INKORRUPTIBLES. Misceláneas sociopolíticas

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ENTRE LA VISIÓN MATERIALISTA HISTÓRICA Y LA TEORÍA WEBERIANA - Harold KERBO [V]

Harold R. KERBO: “Estratificación social y desigualdad. El conflicto de clases en perspectiva comparada” [Madrid, McGraw Hill, 1998] - Síntesis, comentarios y observaciones del texto.

...Marx consideraba que, durante la vigencia del capitalismo, “a largo plazo se producirían otros cambios en el modo de producción que conducirán finalmente al surgimiento del comunismo”. Esa transformación sería consecuencia no tanto de un cambio radical de los medios técnicos de producción, como lo había sido en el caso de la transición de la sociedad agraria a la capitalista, sino como resultante de una reconversión profunda de las relaciones socioproductivas: al respecto, habría sido relevante “el paso de la producción individual a pequeña escala al capitalismo monopolista[1].

La cuestión de las clases, y del conflicto entre ellas, representan en el conjunto de la obra marxista clásica los conceptos básicos de cara a la compresión integral de las sociedades humanas. Sin embargo, Marx no llegó a precisar una definición específica de la noción de “clase” y, a través de sus distintos textos, utilizó el dicho término para expresar significaciones diversas e incluso, en ciertas ocasiones, parcialmente contradictorias. Al margen de tal falencia, no obstante, “su visión general y abstracta de la clase es relativamente clara”: la clave para explicar el funcionamiento de la sociedad radicaba en las condiciones materiales determinantes de su actividad productiva, esto es, el modo de producción respectivo. Los conflictos clasistas comienzan con el inicio de la propiedad privada de los medios de producción: en las sociedades feudales, asentadas en la posesión de la tierra y la economía predominantemente agrícola, las dos grandes clases eran los señores (aristocracia terrateniente) y la servidumbre (campesinado) [2]; mientras tanto en el capitalismo, basado en la producción industrial, coexisten la burguesía (propietaria de los medios de producción o capital) y el proletariado (clase obrera, cuya única “posesión” reside en su propia fuerza laboral).

La fuerza motriz de la historia, según el marxismo, remite a la lucha de clases, y la raíz del conflicto clasista se ubica en los intereses enfrentados entre aquéllas. En las sociedades de clase, es decir todas las existentes históricamente exceptuando al comunismo primitivo y la futura (e ideal) “sociedad comunista madura” [3], una clase posee o controla los medios de producción, apropiándose del excedente de bienes generados socialmente, a efectos de satisfacer sus propias necesidades, de manera que existe una explotación de una clase por otra. Dedicado sobre todo al análisis del capitalismo, Marx expuso su “teoría del valor-trabajo”, de acuerdo a la cual la magnitud del valor de un artículo [mercancía] es la cantidad o tiempo de trabajo socialmente necesarios para su producción [Anderson]. La naturaleza explotadora de este sistema radica en la situación de hecho de que los capitalistas (propietarios de los medios de producción, o fábricas) retribuyen a los trabajadores sólo un salario de subsistencia, inferior al valor producido efectivamente por aquéllos: la diferencia entre ambos montos equivale al “plusvalor”, apropiado por la burguesía en su propio y exclusivo beneficio, de modo que la plusvalía representa el sobrante que resulta entre el valor creado por la fuerza de trabajo y el coste elemental del mantenimiento de la misma.

La relación de explotación capitalista se extiende a la reproducción del capital, que comprende los establecimientos fabriles, el instrumental, las maquinarias, o cualquier otro bien utilizado para generar otros bienes. En este sentido, “el capital es trabajo acumulado” procedente de trabajadores anteriores, siendo usado para producir un valor añadido creciente en provecho de los capitalistas, quienes obtienen progresivamente ganancias superiores, empleando cada vez un número menor de trabajadores [4]. Como la necesidad de mano de obra disminuye a medida que este modo de producción evoluciona, aumenta proporcionalmente la masa laboral que no tiene otra opción que conformar un ejército industrial de reserva, sumido en la pobreza y que sólo es empleado en periodos de expansión económica [5].

Las clases explotadas considerarían que “su interés es derrocar a la clase dominante”, con el fin de establecer un orden social que favorezca su situación económica, cuando lo permita la progresión histórica de ese modo de producción, es decir en la medida en que se presenten realmente las condiciones materiales propicias para tal cambio. Así como la burguesía derrocó a la clase dominante del feudalismo, en el capitalismo será el proletariado el que destituya a la clase dominante de esta sociedad (cuando la clase objetivamente “en sí” se convirtiese en “clase para sí”, esto es plenamente consciente de su condición de explotada y de la manera de superar dicha circunstancia)...

MAX WEBER [UN PARADIGMA ALTERNATIVO DEL CONFLICTO]:

Las aportaciones específicamente weberianas a la teoría de la estratificación resultaron relativamente acotadas, en contraste con las contribuciones de Marx, aunque han ejercido una gran influencia. Dos conjuntos de ideas incidieron con particular peso en la comprensión de la esencia de las sociedades industriales avanzadas, a saber: 1- Weber amplió la dimensión económica cuasi excluyente de “la clase” (en la visión marxiana), elaborando una concepción multidimensional compuesta por los elementos “clase, estamento [status] y partido [poder político]”, apertura que ha proporcionado herramientas conceptuales de suma utilidad a la hora de entender la naturaleza compleja de la estratificación en la sociedad contemporánea; 2- asimismo, abordó la gestación y crecimiento de las grandes instituciones burocráticas, a partir de la concentración en el origen de la dominación y del poder en el transcurso del devenir histórico y, en particular, dentro del conjunto de sociedades que accedieron a un grado considerable de desarrollo del proceso de industrialización, perspectiva que permitirá conocer con un nivel superior de sistematicidad el funcionamiento de las mismas, en sus versiones tanto capitalistas como “comunistas”.

De acuerdo a lo expuesto, Kerbo destaca en la teoría weberiana los aspectos polifacéticos que configuran la estructura social, así como también el factor de poder implicado en la expansión de las burocracias en todos los campos de la vida colectiva, dentro de una serie de “supuestos paradigmáticos no críticos del conflicto”. Éste constituiría la relación humana más importante en la configuración de la naturaleza de la sociedad, aunque el enfoque weberiano al respecto deviene más global, comparándolo con el planteo marxista. Además, en aquél se manifiesta una perspectiva diferenciada en lo que concierne a los “supuestos valorativos”: en este sentido, Weber fue pesimista en lo referente al potencial de las sociedades para hacerse más justas y humanas, especialmente a través de su tratamiento del “modo de organización social legal-racional (burocrático)”, en cuya expansión avizoraba el crecimiento de una especie de jaula de hierro para el progreso de la humanidad.

El autor clásico de marras percibió las limitaciones intrínsecas de un abordaje estrictamente materialista histórico de la sociedad, al demostrar que detrás del desarrollo capitalista existía un nuevo sistema de valores [“La ética protestante y el espíritu del capitalismo”] y que, además de la dimensión económica, existen otros factores condicionantes de la estratificación social. La obra weberiana representa más que una mera alternativa a la concepción marxista, ya que en muchos casos representa una ampliación de ella. Cabe destacar, que por otro lado, las primeras interpretaciones del pensamiento de Weber en los EE.UU. fueron realizadas por teóricos funcionalistas de ese país, verbigracia Parsons, bajo el prisma de supuestos no críticos del orden, los cuales luego se demostraron incorrectas o demasiado sesgadas. En definitiva, podrían apreciarse más coincidencias entre Marx y Weber que las reconocidas habitualmente hasta ahora.

Según el punto de vista weberiano, de acuerdo a Kerbo, el conflicto entre los propietarios de los medios de producción (burguesía de las ciudades capitalistas) y los trabajadores (proletariado industrial) no era el único presente en las sociedades modernas, y a veces ni siquiera el más importante. Numerosos y diferentes grupos o intereses individuales podían configurar la base de relaciones sociales conflictivas: esa diversidad resultaba, en la práctica, mixturable con intereses económicos más específicos, aunque en determinadas oportunidades ello no fuera así. “Weber no sugirió que las personas dominantes actuasen para integrar colectividades en interés de su funcionamiento eficaz, [sino que] trató a esos individuos como si actuaren en términos de sus propios intereses ideales y materiales, tal y como ellos los percibían” [Cohen, Hazerigg y Pope]. Asimismo, reconocía las divisiones en la sociedad, no centrándose únicamente en el funcionamiento integrado del todo social: para entender la perspectiva “panorámica” de este autor es preciso hacer hincapié en su teoría de la dominación...

Además del factor exclusivamente económico, la base de las relaciones conflictivas podía localizarse también en muchos tipos diferentes de intereses, tales como los sociales y políticos. El más relevante entre los mismos, en cuanto a la comprensión de la sociedad, sería “la dominación y el conflicto político y organizativo”: Weber describe el proceso en marcha hacia la centralización del poder en todos los ámbitos de la actividad humana, guerra, educación, economía, religión y, el más importante de todos, la política [Mitzman]. Respecto de los supuestos valorativos, dicha concepción del conflicto -y o dominación- en las sociedades converge con el pesimismo ante la posibilidad de un futuro más igualitario y justo. Además, Weber reconocía que los medios de dominación debían diferenciarse de los objetivos (intereses) implícitos en ella. Por otra parte, “la creciente densidad y diversidad de la población requería organización y coordinación. Y el medio más eficaz [para alcanzar esas metas] consistía en la administración burocrática”.

Para Weber, la dimensión económica de la clase en el marco de la estratificación social (según el marxismo) era demasiado simple: además de la propiedad, o no, de los medios de producción, debía considerarse la “más general relación con el mercado” establecidas por las personas; ello brindaría una perspectiva ampliada sobre las divisiones clasistas desde el punto de vista de la economía. Además, de acuerdo a la visión weberiana “existían otras divisiones importantes, que en ocasiones son independientes” respecto a la anterior, haciendo en consecuencia hincapié en el aspecto multidimensional de la estratificación de la sociedad, que contempla no sólo la dimensión de “clase”, sino también los factores de “status y poder (partido)”.

La clase existe cuando un grupo de seres humanos posee en forma compartida “un componente causal específico de sus oportunidades vitales, en la medida en que [el mismo se encuentra] representado exclusivamente por intereses económicos en la posesión de bienes y oportunidades de ingresos, [...] bajo las condiciones de mercados de productos o trabajo”. Aunque la propiedad de las fuerzas productivas deviene primordial [Gerth y Mills], Weber “veía algo más” que ella; asimismo, son importantes las oportunidades de ingresos, esto es el nivel de cualificación poseído por el trabajador respectivo, en tanto científico, técnico de laboratorio u operario cualificado de cuello azul. Es decir que “si el resto de los factores se mantiene constante, cuanto mayor es el nivel de cualificación, mayores recompensas (rentas o riqueza) será capaz de obtenerse” mediante la actividad laboral; por otro lado, correspondería abarcar una dimensión ampliada de la estratificación de clase, a efectos de comprender “el lugar de la nueva clase media en las sociedades avanzadas”. De manera que el enfoque weberiano tiene en cuenta, al margen de la dicotomía entablada entre propietarios y desposeídos de medios de producción, “una dimensión de la estratificación de clase basada en el nivel de cualificación, que es más continuo, al contener muchos rangos o niveles, y no sólo dos”.

Con el propósito de entender las divisiones y desigualdades de las sociedades, o entre diversos grupos, Weber apeló también al indicador de honor de status, o prestigio: el mismo habitualmente se expresa en que puede esperarse un “estilo de vida” específico por parte de aquellas personas que desean pertenecer a un círculo social determinado, expectativa a la cual se encuentran vinculadas ciertas restricciones sobre las relaciones sociales. En tal sentido, “las divisiones basadas en el honor o status se derivan de la capacidad de cada uno para cumplir con un conjunto de ideales o principios importantes para la sociedad” o un grupo social en particular. Existen tendencias personales a evaluar y juzgar a los demás en términos de un conjunto de valores: se trata de una dimensión más subjetiva de la estratificación social, sobre la que han insistido los teóricos funcionalistas. En tal sentido, “los grupos de status tienden a trazar líneas a su alrededor, con el fin de restringir la interacción social íntima, el matrimonio y otras relaciones sociales”. En la medida en que las restricciones antedichas se extreman, los grupos mencionados devienen castas cerradas. Kerbo señala al respecto “la naturaleza adscriptiva de los sistemas de clases, que a menudo (de ningún modo siempre) se basan en divisiones étnicas o raciales” [6].

En cuanto a la tercera mención referida, los partidos ocupan un espacio de “poder”, pues su acción se orienta a influir sobre las acciones comunales, sea cual fuere su contenido [Gerth y Mills]. Un aspecto crucial de este factor radicaría en la “organización u orden racional”, que requiere un personal (cuadro administrativo) a través del cual dominar a otros en aras de alcanzar una meta determinada. El partido político o forma burocrática de organización representa emblemáticamente, según el autor, dicha dimensión estratificacional. Además, el posicionamiento individual en referencia a las modalidades organizadas de dominación asigna la ubicación correspondiente en la sociedad estratificada de acuerdo a tal parámetro, y éste adquiriría relevancia creciente en las sociedades industriales avanzadas, siguiendo la perspectiva weberiana.

Cada una de las dimensiones descritas representaban jerarquías considerables tendentes a ordenar a personas o colectivos en el espacio social; las mismas han manifestado diferentes grados de importancia en el transcurso de la evolución histórica de la sociedad. En los sistemas de castas predominaba el patrón del status; durante la fase inicial del capitalismo destacó el factor de clase, mientras que la dimensión pertinente al partido-poder adquiría gradual peso en las “sociedades modernas”...

Sin embargo, debe subrayarse que todas las sociedades presentan divisiones fundadas en las tres dimensiones de clases, estamentos y partido; asimismo, habitualmente existe un elevado grado de solapamiento entre ellas. Durante los periodos de cambio social, en especial, cada una de las categorías indicadas pueden distinguirse en mayor medida, lo cual deriva en la emergencia de diversos escenarios, donde “los conflictos por las ventajas se sitúan en primer plano”.

En lo referente al modelo general de sociedad, según el enfoque weberiano, el conflicto vinculado a la cuestión de la dominación resultaba evaluado en tanto factor más notorio, influyente y perdurable con respecto a la estimación que en tal sentido realizaba Marx. A pesar de que algunos aspectos conflictivos de la desigualdad socioeconómica pudieran eliminarse, continuarían existiendo los restantes, convirtiéndose éstos “en una base aún más importante de desigualdad y conflicto”. Es decir que la idea elaborada por Weber en torno a las situaciones conflictivas de la sociedad era más general que la correspondiente al marxismo; de allí que el punto de vista del primero deviniese más pesimista que el trazado por “los teóricos críticos del conflicto que piensan que algún día la desigualdad, el conflicto y la dominación podrán en lo esencial superarse”.

La concepción weberiana acerca de la forma burocrática de organización y poder ha contribuido en gran medida a la comprensión del funcionamiento de las sociedades industriales avanzadas. La influencia creciente de las burocracias en la vida contemporánea determina la deshumanización, ineficiencia y alienación de las grandes organizaciones burocráticas en todos los órdenes, estructuras que invaden progresivamente los espacios de libertad del ser humano. El conjunto de demandas de los grupos de interés requiere gobiernos más poderosos y una mayor regulación administrativa: los numerosos problemas planteados en las megasociedades complejas necesitan medios para ejercer acciones correctoras, requerimiento conducente a una burocratización incesante...

Hacia fines del siglo XIX y comienzos del siguiente Weber reconoció claramente la extensión y el incremento de la incidencia de las formas racional-legales de organización social, tipo “ideal” de dominación (autoridad legítima) basada en la legalidad de los modelos que responden a la vigencia y respeto de reglas normativas, las cuales otorgan derecho a emitir órdenes a quienes han sido ubicados en posiciones de autoridad de acuerdo al susodicho procedimiento de legitimación. Otro tipo “puro” de dominación es el tradicional, fundado en una creencia consolidada (a través de costumbres arraigadas) en el prestigio concedido mediante tradiciones inmemoriales y en la legitimidad del status de aquellos que ejercen la autoridad siguiendo esos patrones. Finalmente, el dominio ideal carismático se asienta en la devoción hacia la santidad, el heroísmo, o en el carácter ejemplar, todos ellos específicos y excepcionales, de una persona determinada, junto al cumplimiento de las pautas normativas o al orden establecido por las mismas. El primero de los tres tipos de autoridad señalados resultaba el más eficiente en la sociedad moderna.

La modalidad más acabada, entonces, de autoridad legal-racional, fundada en la organización típicamente pura del dominio burocrático, presenta los rasgos esenciales que se citan a continuación [Gerth y Mills]: áreas jurisdiccionales fijas y oficiales, generalmente normadas a través de legislaciones regulatorio-administrativas; la vigencia del principio de jerarquización de los cargos, junto a un gradualismo taxativo de la autoridad correspondiente a los mismos, conlleva un sistema de ordenamiento riguroso y una subordinación establecida con cierta rigidez, donde rige la supervisión de las personas ubicadas en los puestos inferiores por parte de los rangos superiores en dicha jerarquía escalonada; “la administración del cargo moderno se basa en documentos escritos” (expedientes); normalmente, el ejercicio de una función administrativa implica una preparación profunda y experta; para lograr un desempeño pleno del cargo, la actividad del funcionario contratado exige toda su capacidad de trabajo, en cuanto ocupación principal y full time; la administración del puesto ocupado debe seguir normativas generales, a la vez que relativamente exhaustivas, las cuales con objeto de aprendizaje.

De acuerdo a los caracteres indicados, se agrega que “una vez plenamente establecida, la burocracia figura entre las estructuras sociales más difíciles de destruir [...] y, cuando se ha llevado a cabo la burocratización total de la administración, se establece una forma de poder prácticamente inamovible” [Gerth y Mills]. Kerbo asigna una relevancia destacada a la concepción de organización burocrática, elaborada por Weber, de cara a comprender los mecanismos de estratificación social: dado que dicha forma organizacional constituye un medio de control, la misma implica una situación conflictiva y, en la medida en que un grupo (clase económica, partido fascista o régimen “comunista”) alcance a controlar, o a incidir fuertemente, en una estructura burocrática consolidada, el poder de tal grupo se acrecienta de manera notable. El sistema estratificacional en las sociedades avanzadas no puede entenderse de un modo integral si se prescinde del reconocimiento de esta dimensión esencial de dominación.

A partir de la influencia del pensamiento weberiano, los teóricos funcionales sostuvieron que las divisiones de “clase o status” derivan de las necesidades personales de evaluar u ordenar a los demás en términos del sistema valorativo predominante [Parsons]: Además, la escuela funcionalista insiste en la estructuración graduada y continua de los estratos sociales, soslayando la rigidez propia de las divisiones clasistas, debido a lo cual esta corriente se concentra en el análisis del status ocupacional: La obra de Weber también ha suministrado un sustrato conceptual al estudio de la “consistencia o inconsistencia de status”: desde la perspectiva funcional referida a un sistema social integrado, para que el mismo “disfrute de salud las diversas dimensiones de la estratificación (renta, educación, status ocupacional) debieran tener un grado mínimo, cuanto menos, de convergencia”, con el fin de evitar confusión, tensiones o conflictos.

Los teóricos dedicados al análisis de los procesos conflictivos también, en parte, han rescatado elementos de algunas concepciones weberianas; por ejemplo, ciertos representantes del paradigma “crítico”, dentro de aquella vertiente teórica, consideraron la extensión y el planteo revisionista realizados por Weber con relación a la visión marxista, aceptando el papel importante desempeñado por los procedimientos burocráticos de dominación. Se ha resaltado, verbigracia, la relevancia del poder estatal a la hora de proporcionar a la clase (alta) propietaria de los medios de producción, recursos adicionales con el objetivo de conservar su posición ventajosa y privilegiada. Algunos autores adherentes al paradigma “no crítico” del conflicto, por otro lado, han construido sus teorías en torno a la dimensión de la estratificación acentuada por Weber en sus obras postreras, es decir aquella fundamentada en el partido, el poder o el dominio de las grandes organizaciones burocráticas centralizadas...

 


[1] En “El capital”, Gran industria.

[2] Además de los “siervos de la gleba”, habría que añadir los servidores domésticos que prestaban servicios personales a los señores.

[3] El autor saltea, en esta clasificación, el modo de producción socialista o “dictadura del proletariado”, en cuanto fase transitiva gradual hacia la sociedad comunista.

[4] En este punto convendría señalar la diferencia entre los tipos de plusvalía “absoluta y relativa”.

[5] Aquí se soslaya el papel “funcional” cumplido por los diferentes segmentos del mencionado ejército de reserva, que coadyuva incluso a empeorar las condiciones laborales, y a rebajar los salarios, de los trabajadores ocupados, actuando en forma económicamente coercitiva sobre el conjunto de la población activa.

[6] La dimensión correspondiente al status de la estratificación social “puede llegar a ser muy importante en una sociedad homogénea, con amplio consenso [acerca de] los valores principales”, como sería el caso de Japón.

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